La historia de Bob Dylan con el premio Nobel de Literatura ha sido, como muchas de sus canciones, larga, compleja y difícil de interpretar. Cuando la Academia Sueca anunció que iba a concederle esa distinción, por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana”, mantuvo un prolongado silencio; a esa institución no le fue posible comunicarse con él durante un par de semanas, y abundaron especulaciones acerca de si iba a aceptar el premio. Luego se supo que sí lo aceptaba, pero que no iba a recibirlo personalmente debido a “otros compromisos”, sin que se haya sabido cuáles eran. Finalmente, envió a la ceremonia de entrega de los Nobel una carta de agradecimiento, que fue leída por la embajadora estadounidense en Suecia, Azita Raji, y de algún modo fue representado en esa ocasión por Patti Smith, que interpretó la canción “A Hard Rain's A-Gonna Fall”, un clásico de Dylan compuesto en 1962.

Pero cuando parecía que la canción había terminado, continuó: ahora la Academia le recordó al artista que, para que se concrete el pago de los 839.000 euros que constituyen la dotación del premio, debe cumplir antes del 10 de junio con el requisito de un “discurso o conferencia de aceptación” formal, ya que no se presentó en Estocolmo. No hace falta que eso ocurra ante público, y se acepta, por ejemplo, una intervención filmada, pero sí es necesario que las palabras sean dichas personalmente. El dinero se entrega con la intención de que el premiado pueda desentenderse de preocupaciones económicas y dedicarse a la actividad en la que se ha destacado, y podemos suponer que Dylan, a los 75 años, tiene ya con qué pasar holgadamente el resto de su vida, de modo que si sigue haciendo giras y grabando discos es porque le da la gana, así que también es válido suponer que habrá conferencia -o video, o una canción- si también le da.