Esta película fue realizada por la joven y pujante productora Legendary, la misma de Godzilla (2014). Los espectadores tenaces que se queden hasta el final se encontrarán con una escena después de los créditos que insinúa que la historia continuará y que involucrará a otros monstruos. Quienes sean cultores de los daikaiju -películas japonesas de monstruos gigantes- reconocerán las referencias a Godzilla, Mothra, Ghidrah y Rodan. Las escenas después de los créditos que tiran líneas hacia las continuaciones (sequels) y desdoblamientos (spin-offs) se han vuelto un procedimiento estándar en las películas de fantasía que involucran un universo ficticio común, como las de Marvel: es una manera de conciliar el cierre satisfactorio (antes de los créditos), que se espera de un largometraje de formato clásico, y el final abierto (después de los créditos), que suscita expectativa ante la siguiente entrega, a la manera de una serie. De hecho, ya se prepara una continuación de Godzilla para 2019 y una King Kong vs Godzilla para 2020, en una reunión que se espera como un equivalente a Los Vengadores en lo que Legendary bautizó el Monsterverse (“universo de monstruos”).

De ahí que este Kong se ubique al margen de la historia de la pionera King Kong (Merian C Cooper, 1933), refilmada en 1976 (John Guillermin) y 2005 (Peter Jackson). El Kong original tenía una altura variable según la escena, entre seis y 18 metros, según lo requerido por la situación y el ángulo de la cámara (en el afiche era muchísimo más alto, como una montaña, pero eso no se corresponde con el contenido de la película). Cuando el estudio cinematográfico japonés Toho adoptó al personaje como un kaiju (monstruo gigante) en la primera King Kong vs Godzilla (1962), se basó más en el afiche que en la película: el gorila pasó a tener unos 45 metros de alto, para que fuera posible oponerlo en forma más ecuánime al “rey de los monstruos”. El de la película de Legendary es un poco más moderado, con unos 30 metros de alto. Es menos gorilesco que el de la versión de Jackson, y recupera la postura bípeda estable de los otros films (incluyendo los japoneses). La línea de “la bella y la bestia”, central en el original, aquí es apenas insinuada en la actitud caballeresca del simio hacia Mason (Brie Larson): con el tamaño de Kong, la desproporción del amor imposible caería francamente en lo ridículo. Y para introducir esta historia sin contradicciones con la de Godzilla de 2014, la acción se ubica en 1973, con la existencia de ese monstruo como un secreto de Estado y apenas unos vagos rumores conspiratorios al respecto. Las menciones a una teoría de la “Tierra hueca” serán centrales para la historia de Godzilla.

Estos datos serán importantes para comprender la escena tras los créditos y las siguientes entregas del Monsterverse. A efectos de la apreciación de esta película, son prescindibles. Aquí se trata de un científico obsesionado con fenómenos misteriosos que, en los inicios de la exploración satelital, llama la atención sobre la hasta entonces no mapeada Isla de la Calavera, y convence al gobierno estadounidense de financiarle una expedición allí y escoltarlo con un grupo de marines en helicópteros. El equipo científico-militar se encontrará en esa isla con la furia de Kong y de otras criaturas gigantes, de las cuales sólo una (una especie de búfalo) es relativamente inofensiva. Las demás devoran humanos de maneras horribles y a veces asquerosas (es el componente terrorífico de la película, atenuado en lo visual para permitir el acceso de púberes y adolescentes), o se enfrentan con Kong en unas luchas espectaculares (el componente de “artes marciales mixtas” maximizadas).

La realización cinematográfica es espectacular, y algunos dirán incluso que demasiado ostentosa; cuestión de gustos. No hay plano que no tenga interés visual: si no estamos viendo al gorila gigante peleando contra un pulpo rojo, sino sólo una charla entre un científico y un soldado, habrá un movimiento de cámara interesante, o algún matiz llamativo de dirección de arte, iluminación, elección de ángulo o trabajo con la profundidad de campo. Todo es medio exagerado: si un piloto saltó del avión, lo veremos en contrapicado extremo cayendo en dirección a la cámara; si Kong agarró un helicóptero y lo sacude, tendremos la vista desde adentro del vehículo, con el soldado agarrado de la puerta mientras el paisaje al fondo corre vertiginoso. Oscilamos entre ágiles sucesiones de planos de detalles y la vista de monstruos enormes en un paisaje tropical alucinantemente bello. La poética es frondosa y rebuscada: en la lámina del cuchillo tirado en el piso vemos por primera vez el reflejo de Kong; los reiterados planos del sol y de la luna tomados con un teleobjetivo extremo rimarán visualmente con el iris del gran gorila, y a su vez la mirada de este rimará con la de su némesis, el coronel Packard; aparte de que vemos unas cuantas calaveras de distintas especies, ese motivo visual se desdobla en la grafía de otros objetos (la imagen satelital de la isla, la montaña con dos grutas, la nariz semidestruida del avión Tigre Volador, los monstruos más malos de todos tienen en sus pálidas cabezas unas profundas fosas orbitales). El tamaño inmenso, el peso y la masa de Kong se sienten como nunca, gracias a un trabajo magistral de ángulos, tipos de lente y efectos de computadora: vemos realmente a un mono gigante de cientos de toneladas, nunca nos parece un muñeco cercado de árboles y montañas en miniatura. Igual cuidado se presta al sonido desde los créditos de presentación, durante los que la sala del cine parece estar cruzada por los disparos de ametralladoras en la batalla aérea. Hay muchos choques atronadores, pero también silencios y delicadezas, como en la opresiva espera en el cementerio de monstruos, cuando ganan destaque y contribuyen al suspenso los ruiditos de un encendedor, una pitada o el flash de una cámara de fotos.

Hay momentos muy tensos, pero en general la película es bienhumorada e incluye algunos chistes, varios de ellos alrededor del simpático personaje de Marlow. Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) es aludida de distintas maneras: en la coreografía de los helicópteros de guerra sobre una selva tropical (uno de ellos con parlantes para difundir música bien fuerte), en la importancia del motivo visual del sol, en el afiche de la versión IMAX. Marlow era el nombre del personaje-narrador de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, base del clásico de Coppola. Y tenemos a otro personaje que se llama Conrad.

Al igual que en Godzilla, hay una moraleja ecológica: esa gente interfirió con lo que no debía y desató la furia de la naturaleza; en particular, al debilitar a Kong, desequilibraron el ecosistema, abriendo camino para criaturas aun más peligrosas y nocivas. Ese tema de la arrogancia del hombre ante la naturaleza se explicita, irónicamente, en la frase de un marine: “¡Es hora de mostrarle a Kong que el hombre es el rey!”. El que dice eso, por supuesto, termina aplastado. Pero esa lectura ecológica deja afuera el hecho muy prominente de que quienes se enfrentan a Kong son marines recién transferidos de Vietnam, comandados por un coronel decepcionado que insiste en que “no perdimos la guerra: la abandonamos”, y que llevan un muñequito de Nixon cerca del parabrisas del helicóptero.

Este subtexto termina derivando en una moraleja bastante “radical”: Kong es poderoso, bruto y avasallante, pero no se mete con quienes no se meten con él, incluso hace algún gesto para ayudar, y protege a los indígenas de la isla de otras bestias más feas y crueles. Su primera arremetida contra los humanos es en respuesta a la actitud agresiva de los marines invasores. Luego de que el simio gigante destroza todos los helicópteros y mata a varios soldados, el coronel Packard desarrolla una obsesión a la manera de la de Ahab con Moby Dick, y las consecuencias serán muy malas para todos. Salvo el coronel enceguecido de ira belicista, todos se dan cuenta de eso, y hay incluso un soldado que le comenta: “A veces el enemigo no existe hasta que uno lo va a buscar”. Sin Kong, los nativos y también los estadounidenses se ven bajo una amenaza mucho mayor. No es difícil trazar una analogía con la actitud de la derecha militarista de Estados Unidos, que decidió hacerles la guerra a líderes con tendencia hacia la izquierda (o por lo menos a aliarse con la Unión Soviética o Rusia) y, al debilitarlos, se vio frente a los problemas mucho más grandes e incontrolables de la disolución de las instituciones y de la transferencia del poder al terrorismo islámico o al narcotráfico. La película toma partido claro contra el militarismo y el intervencionismo, incluso predicando la insubordinación (en el clímax del enfrentamiento con el coronel).

Hay un subtexto más que no se casa demasiado con las lecturas anteriores, y que tiene que ver con la caracterización humanoide de este King Kong bípedo y musculoso. Se juega con los clichés del macho alfa que tras la apariencia ruda tiene buen corazón, a lo Marlon Brando o James Dean. Harán falta muchos 8 de marzo más para que esa noción del tipo musculoso, no intelectual, callado, autosuficiente y ganador, que claramente tiene el mando, deje de ser sentido como un modelo masculino y objeto de atracción femenina (al menos en el entorno heterosexual), máxime si luego se descubre que es así de duro porque es un tipo sufrido (en el caso de Kong, el último sobreviviente de su especie, huérfano desde pequeño). Pese a la apariencia bruta, es un caballero, y por proteger a Mason se arriesga en la pelea con el monstruo más malo de todos. Luego de salvarla, eso sí, no concede ni un gesto acaramelado, sino que le da la espalda, al parecer indiferente, y rumbea como un cowboy solitario hacia el sol poniente, dejando a la doncella sola con sus fantasías (ella ahora sabe que, tras la apariencia dura, él es un tierno, dispuesto a y capacitado para protegerla, pero que también requiere amparo maternal). Dentro de esa lógica, no quedan muchas dudas sobre de qué lado estarán las simpatías cuando Kong se llegue a enfrentar con Godzilla.

Kong: La Isla de la Calavera

(Kong: Skull Island), dirigida por Jordan Vogt-Roberts. Estados Unidos, 2017. Con Tom Hiddleston, Samuel L Jackson y Brie Larson. Ejido, Grupocine Punta Carretas, Movie Punta Carretas, Movie Montevideo, Nuevocentro, Portones, Costa Urbana, Colonia Shopping, Shopping Paysandú, Shopping Salto, Shopping Rivera.