Tras el divertido y estruendoso papelón con que culminó la ceremonia de entrega de los premios Oscar, se buscan culpables. El primer acusado es el veterano Warren Beatty, pero la filmación muestra que se dio cuenta de que no tenía sentido que el nombre “Emma Stone” estuviera impreso en la tarjeta del premio a la mejor película. Su compañera en el escenario, Faye Dunaway, se apresuró a declarar ganadora a La La Land y, según la confiable revista The New Yorker, se la escuchó decir “I really fucked that up“ (algo así como “realmente la cagué”), pero todo apunta a que el auténtico responsable fue el contador y/o productor Brian Cullinan, que se confundió y entregó un sobre equivocado, con el resultado del premio anterior.

Además, el rating de la transmisión televisiva fue el más bajo en nueve años. El único que parece haber emergido lleno de fuerza y alegría ante la desgracia ajena es el egocentrismo desbocado de Donald Trump, quien les comentó a sus portavoces de Breitbart News que los involucrados en la ceremonia “estaban tan focalizados en lo político, que al final no pudieron evitar que se les desarmara todo”. Nadie en Hollywood ha tenido la presencia de ánimo necesaria para discutírselo.