Con más de 20 años de historia sobre el escenario, La Encina Teatro desembarcó en un barrio céntrico de Madrid con un proyecto cultural que comenzó a gestarse en Montevideo a comienzos de 2010. Cuando el director, Paco Sáenz, llegó por primera vez al Río de la Plata, invitado a dar una conferencia sobre las famosas máscaras del especialista y reputado mascarista Donato Sartori (con quien estudió en Venecia), comenzó a conocer “actores, actrices y literatos”.
“El país ya me enamoró. Y viví como algo muy ingrato que grandes creadores, como hay en Uruguay, no tuvieran posibilidades de mostrar sus trabajos”, dijo Sáenz a la diaria. Su primer contacto con la dramaturgia uruguaya había sido mediante Dino Armas, de quien adaptó su trilogía Y si te canto canciones de amor, Dos encontrados y Rifar el corazón. Cuando se instaló en Montevideo, versionó En el nombre de Cristo, adaptándola a la movida madrileña posfranquista, “un momento de expansión en el que se generaba muchísimo arte, y los que tuvimos la suerte de vivirla la visualizamos como una referencia importante”. En la puesta, explicó, “se cruzan una prostituta, una trans y un hijo. Y en aquella época la única incursión que podía hacer la trans era ser vedette de un vodevil o prostituirse, o ambas a la vez. Y en la calle donde la sitúo funcionaban varias pensiones”, donde se cruzaban los excéntricos y liberados personajes de los 80.
En cuanto a la obra que se estrenará el viernes, Uz, el pueblo, de Gabriel Calderón, Sáenz está muy expectante. Será una puesta muy minimalista: “Un montaje que vuelve bestial el hecho de ver a todos ahí. El modo de trabajo es muy activo, porque se extenderán a toda la sala, y el tema central, que es la religión y la fe ciega, se puede trasladar a muchísimos aspectos”. En Uz..., Grace es una ama de casa creyente, a la que un día se le aparece Dios y le encarga una misión (muy próxima a la del patriarca bíblico Abraham): matar a uno de sus dos hijos para salvar al pueblo.
Teatro y denuncia
Cuando volvió de Italia, Sáenz fundó la compañía La Encina Teatro, porque, para él, en este oficio llega un momento en que se necesita consolidar un grupo de trabajo. Desde entonces el andaluz se ha afianzado en la dirección, y ha apostado por una compañía que no se dedique a contar historias, sino a utilizar textos para denunciar cosas concretas que, ya de por sí, el dramaturgo advierte.
Haciendo memoria, Sáenz recuerda que hace unos meses llevó al teatro Lara de Madrid a Gabriela Iribarren y Gustavo Saffores con su puesta ¡Ay, Carmela! (2015), la obra más representada del español José Sanchis Sinisterra, que a su vez Sáenz había montado en Montevideo. Adelanta que este 2017 irán María Dodera, Iribarren y Saffores, quien también dictará clases en la escuela, ya que otra de las prioridades del espacio será potenciar el intercambio de creadores uruguayos con actores y dramaturgos locales.
Para el director, montar esta sala no tiene sentido si no le devolviera a la cultura uruguaya todo lo que esta le ha dado. “Como ya viví todo el método de los argentinos, y de la región, creo que los uruguayos deberían contar muchísimas más cosas”, plantea, y cuenta que el proyecto tiene el apoyo de la Embajada de España en Uruguay y del Centro Cultural de España en Montevideo.