En una semana se estrena en San Sebastián (España) el espectáculo Sólo una actriz de teatro, que propone un viaje a la memoria, a los años que Margarita Xirgu y Estela Medina compartieron en Montevideo, al arte del teatro y a la vida dedicada a la escena. La puesta será interpretada por Estela Medina (1932), dirigida por Levón (1952) y escrita por Gabriel Calderón (1982). En Uruguay, el estreno será el 24 de marzo, en el marco de la Feria de las Artes de Treinta y Tres, y, en Montevideo, el 10 de abril, en la sala Hugo Balzo. Estela Medina, una de las figuras fundamentales del teatro uruguayo de los últimos 50 años, se ha desdoblado en cientos de personajes, desde la niña de Bodas de sangre hasta la Señorita Margarita, desde Celestina hasta la Filomena de El patio de la torcaza, desde las reinas María Estuardo y Fedra hasta la Enfermera George o la madama del prostíbulo de El balcón. En verdad, es una galería que parece infinita, con papeles y figuras tan variados como su capacidad para adaptarse a distintos géneros y estéticas.
Su comienzo en las tablas y su vínculo con Margarita Xirgu ya es una historia conocida: cuando en 1949 se anunció la apertura de la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), bajo la dirección de Margarita Xirgu, Medina dejó de lado la danza y el violín e ingresó al prevocacional, para integrar el elenco de la primera obra en su larga trayectoria: Bodas de sangre (1950). Dos años después entró, becada, a la Comedia Nacional, y luego quedó en la compañía estatal como actriz permanente cuando todavía era alumna de la EMAD. Desde ese momento y hasta 2008 continuó en el elenco oficial. Si bien desde niña contó con una marcada inclinación por las artes, su vocación por el teatro comenzó a delinearse en 1949, cuando vio a Margarita Xirgu como Celestina.
A comienzos de 2016 “la Medina” -como se la conoce en el medio- y Levón comenzaron a proyectar un espectáculo que indagara en los recuerdos que Estela guarda de su maestra. Teniendo en cuenta que la propia Xirgu apostaba a los autores contemporáneos, decidieron convocar a Gabriel Calderón para rastrear el vínculo entre ambas actrices y, de ese modo, darle forma teatral a una parte importante de la historia del teatro de habla hispana. Tras meses de investigación, bocetos, borradores y reescrituras, surgió Una actriz de teatro, que, en poco más de una hora, plantea “un viaje a la memoria, nos acerca a la Xirgu, deja aparecer, interpolados entre la escritura de Calderón, algunos versos de Lope de Vega, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Charles Baudelaire y Jorge Luis Borges, nos devuelve el teatro en su esencia, con sus exigencias y luces, con su rigor y belleza”.
Desde la fría Ginebra, donde se encuentra dando un taller, Calderón dijo a la diaria que, cuando lo llamó Levón y le contó que quería hacer un nuevo proyecto junto a Medina, le pareció “maravilloso” porque “en vez de dedicarse a girar por el mundo, ellos mantienen la inquietud, después de toda una vida de hacer tantas puestas”.
Levón le propuso que escribiera un texto, y si bien Calderón aceptó sin dudarlo, la tarea se convirtió en “un reto, un miedo enorme”. “Para mí son dos monstruos del escenario. Aunque cada uno sea muy diferente, para mí representan un estilo de teatro -no sólo de actuación, sino también de ver y de vivir el teatro- que está dejando de existir. Para mí era como trabajar con dos especímenes en extinción. Eso es lo que siento. Y no por la inminencia de la muerte, sino porque pertenecen a una especie de la que ya no tenemos más ejemplos, ni para peor ni para mejor. Los actores nuevos, entre los que me incluyo, e incluso generaciones mayores, no son como ellos, y tampoco hay nuevos que continúen ese espíritu, esa manera de actuar, de vivir el teatro, de trabajar. Por eso, esta propuesta era una oportunidad única”, dijo el dramaturgo.
Calderón comenzó a encontrarse con Medina para hablar sobre Xirgu. A partir de esas charlas comenzó a escribir un texto que fue mutando, sobre todo a partir de las adaptaciones de Levón, que se convirtió en un “director-autor” de la escena. Después, si bien Calderón asistió a algunos ensayos, los textos siguieron cambiando como en un juego a tres bandas: “Por un lado, está Margarita Xirgu; por otro, Estela; y por otro, Levón. De modo que la ocasión en que he estado más próximo a Margarita ha sido por intermedio de ellos. Así también me acerqué a una historia de la mujer, y no al rol de la mujer, sino a una historia de la mujer en el teatro uruguayo. Una mujer de una impronta muy fuerte, que cambió muchas cosas y de cierta manera ha sido muy arriesgada y de vanguardia. Trajo autores nuevos, y pedía y exigía que se estrenaran obras de autores emergentes. Siempre decía: ‘Los autores emergentes nos están esperando’. A veces se tiene la imagen de que Margarita, Estela o Levón son grandes defensores de los clásicos, cuando en realidad -y a las pruebas me remito- ellos están esperando a los autores emergentes. La verdad es que ha sido una lección, y la gran lección llegará con el estreno, porque Estela es un animal de teatro y tiene una relación con el público que la hace crecer de una manera impresionante”, opinó Calderón.
En 1936, la mítica Margarita Xirgu dejó España con motivo de su cuarta gira por Latinoamérica, pero jamás volvió. La República había sido derrocada por Francisco Franco, comenzaba la Guerra Civil, los intelectuales huían y ella no pudo volver. Condenada al exilio definitivo, la actriz murió en 1969 en su casa de Punta Ballena. Casi 50 años después, ella y su impronta, con la que llegó a modificar profundamente el teatro uruguayo, volverán a imponerse sobre el escenario.