Transformar iglesias en cines. Montar un santuario propio, alejado de las prácticas cristianas. Santificar la semana con un universo creativo fundante, un modo amplio de entender y de expandir el cine. Y donde antes hubo iglesias, fieles y promesas divinas, Cinemateca impuso una sala de cine y, desde hace unos días, su santoral apócrifo: en un mural sobre la fachada de Cinemateca 18, los grandes maestros Federico Fellini, Alfred Hitchcock, Luis Buñuel y Lucrecia Martel iluminan a sus seguidores desde la última sala de cine que continúa resistiendo sobre 18 de Julio.
A ellos no sólo les importaba contar una historia, también querían contarla obsesivamente bien. En ese rumbo, la edición 35 del Festival Internacional de Cinemateca, que comienza hoy y se extenderá hasta el 15 en nueve salas simultáneas (Cinemateca 18, Sala Cinemateca, Sala Dos y Cinemateca Pocitos, además de los complejos Life Cinemas 21, las salas Lumière y Chaplin de Cine Universitario, Sala Zitarrosa y Sala Sur, ubicada en La Floresta), propone una selección de 200 trabajos, entre cortos y largos, que provienen de 49 países. Esta vez se organizará en seis secciones: largometrajes internacionales, iberoamericanos, de nuevos realizadores y de derechos humanos; cortometrajes internacionales y uruguayos.
¿Es posible no repetirse a lo largo de 35 años? María José Santacreu, directora del festival, dice que lo que trataron de hacer en las últimas ediciones fue equilibrar entre las películas invitadas (que los organizadores saben de antemano que les interesa programar) y aquellas que se les envían para que sean seleccionadas. “Últimamente intentamos hacer un gran esfuerzo en ver cada vez más, porque nos gusta pensar que la función de un festival como el nuestro no es replicar la programación de otros festivales -que en general tienen mucho presupuesto-, sino mirar cientos de películas para seleccionar, ya que lo que nos genera más orgullo es, justamente, programar los largometrajes menos obvios. Por eso, nuestro énfasis ha ido cambiando, y hemos adelantado las inscripciones a fin de tener mucho más tiempo para recibir películas y verlas. Las menos obvias son, justamente, las películas a las que más les cuesta entrar a los festivales, sobre todo si son óperas primas de directores desconocidos. De repente, no son las que integran la competición, pero son las que preferimos programar porque antes no giraron por festivales y, por ende, no llegan con un sello previo de aprobación. También nos sucede que, cuando pasa el tiempo, nos acercan una película a la que le está yendo muy bien porque nosotros programamos el primer corto o el primer largo de quien la dirigió”, explicó a la diaria.
Este año recibieron más de 500 inscripciones, y con un gran esfuerzo lograron seleccionar esta nueva programación (disponible en www.cinemateca.org.uy). Santacreu dice que, entre las obras de nuevos realizadores -y entre las que ella seleccionó-, la canadiense Those Who Make Revolution Halfway Only Dig Their Graves, de Mathieu Denis y Simon Lavoie, es una película diferente, y por eso insistió para que se exhibiera, aunque se trata de un largo de 183 minutos. En él, cuatro muchachos de Quebec rechazan el mundo en el que viven, y “más que cine político, [es] cine sobre gente que elige una manera de la política”, advierte el dossier. La directora cuenta que la historia reúne a un grupo de activistas anarquistas que intentan revolucionar el medio en el que viven. “La seleccioné porque realmente creo que los festivales cumplen una función de riesgo. No es una película de las que le diría a la gente que tiene que ir a verla, sino que más bien la invitaría a ir bajo su propio riesgo. A mí me interesó muchísimo que cambie a lo largo de su metraje y que, además, exponga una propuesta radical”, sostiene.
Entre las producciones nacionales, se estrenará Mulher do pai, de Cristiane Oliveira. Es una coproducción uruguayo-brasileña que compitió en la Berlinale, en la que Verónica Perrotta es una profesora uruguaya, Jorge Esmoris regentea un bar y el artiguense Diego Trinidad interpreta a un joven contrabandista. Según adelanta la sinopsis, trata de una adolescente que vive con su padre en el campo, cerca de la frontera entre Brasil y Uruguay, y “cuando él descubre que su hija se ha vuelto mujer, surge una proximidad ambigua entre ellos”, hasta que “la intimidad se transforma en celos cuando Rosario [Perrotta] pasa a ocupar un lugar importante en sus vidas”. Para Santacreu, se trata de un film que “construye climas en distintos niveles de capas y atmósferas, a la vez que se relata una historia muy clara. Y lo interesante, además, es que se trata de una coproducción”.
En Ensayo de Orquesta, una de las atractivas secciones que no integran la competición, Queyi, que acaba de editar el disco Canción azul que viaja, con versiones de canciones uruguayas, y que en paralelo rodó un audiovisual, cruzará sus dos trabajos, y después de la exhibición ofrecerá un concierto. En la misma sección se podrá ver Radio Dreams, de Babak Jalali, sobre un conductor radial que quiere reunir a Metallica con Kabul Dreams, la primera banda de rock afgana. También habrá apuestas típicas del festival, como Focus Islandia, sección en la que se podrá acceder a tres películas sobre la escena punk islandesa de los años 80 y descubrir a una Björk jovensísima, y a una encantadora excentricidad como Grandma Lofi, de Kjallaraspólur Sigrídar Níelsdóttir, sobre una veterana que decide grabar canciones en su casa, registra más de 600 y se convierte en una suerte de artista de culto; o el ciclo Ojo con el Cine, que reúne a un retrato del gran Leonardo Favio con otro de David Lynch y su faceta como artista plástico, un documental sobre un rodaje de Raúl Perrone y la última película de Agustina Carri (Los rubios), Cuatreros, que se dedica a rastrear al último gaucho que se subleva contra el gobierno argentino.
Los pesos pesados
Hoy, la apertura se hará con la francesa El porvenir, de la treintañera Mia Hansen-Løve y protagonizada por Isabelle Huppert, que fue premiada en Nueva York y Berlín: la actriz interpreta a una profesora de filosofía que, cuando su mundo afectivo se derrumba, intenta como puede readaptarse sin asumir eso como una tragedia. El cierre vendrá de la mano de los infalibles hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne: en La chica sin nombre, una doctora sermonea obsesivamente a un pasante y luego se niega a abrirle la puerta a una paciente porque ya pasó su hora; minutos después, esa paciente, una muchacha negra sin papeles, aparece muerta.
Además, circularán importantes producciones recientes. Después de su estreno en Cannes, llega el último trabajo de la británica Andrea Arnold, Dulzura americana, sobre una muchacha que se suma a un grupo de jóvenes que recorre las rutas del sur de Estados Unidos vendiendo suscripciones a revistas; en Hermia y Helena, el argentino Matías Piñeiro vuelve a adaptar una obra de Shakespeare, esta vez con una versión muy libre de Sueño de una noche de verano; como no podría ser de otro modo, este año vuelve un clásico del festival, el español Jonás Trueba, y lo hace con su cuarta película, La reconquista, narrada en dos tiempos: el primero es el del reencuentro entre dos personas que mantuvieron un noviazgo en la adolescencia y prometieron volver a verse 15 años después; el segundo, anterior, relata cómo surgió el amor.
También se incluyen en la programación La idea de un lago, de la argentina Milagros Mumenthaler y La región salvaje, de Amat Escalante, un cineasta que en sus primeros años se hizo conocido por el padrinazgo de Carlos Reygadas, y que ahora vuelve con una historia pueblerina de amor y desamor. Y si de regresos se trata, otro que retorna es el italiano Tizza Covi, con Mister Universo, acerca de una comunidad de artistas circenses “excéntricos y entrañables”. Asimismo, se proyectarán las últimas producciones de los franceses Christophe Honoré y Olivier Assayas, una película biográfica sobre la gran poeta estadounidense Emily Dickinson (Historia de una pasión); y otras sobre el cambio climático, el Grupo de Cali colombiano y el director portugués Manoel de Oliveira. De postre, la joyita Not Film, la última vez que se filmó al memorable Buster Keaton, durante una puesta de Samuel Beckett: es un ensayo cinematográfico sobre Film, el cortometraje protagonizado por Keaton a partir del texto de Beckett, al que se suman testimonios, grabaciones inéditas y tomas descartadas.