Mediante pequeños cuadros de costumbres, el fotógrafo uruguayo Luis Fabini se propuso trazar un sistemático estudio fotográfico del hombre de a caballo en el continente americano. A lo largo de diez años, recorrió desde Tierra del Fuego hasta Alaska rastreando a hábiles jinetes: “Fui en busca del gaucho y, sin proponérmelo, salí a mi propio encuentro”, admitió cuando finalizó el proyecto. El resultado fue la muestra Vaqueros de América, ya inaugurada en el Centro Cultural de España, en la que retrata a baqueanos de distintos países americanos. Así, se suceden cowboys estadounidenses, charros mexicanos, llaneros colombianos y venezolanos, chagras ecuatorianos, chalanes peruanos, huasos chilenos, gaúchos, pantaneiros y vaqueiros brasileños, y, por supuesto, gauchos argentinos y uruguayos, a los que presenta en su cotidianidad, en sus modos de montar a caballo, de vincularse con la naturaleza, de continuar las costumbres camperas, en una vida aún relativamente libre y solitaria, con mucho de un ensueño mítico que guarda los ecos de un pasado glorioso y sublevado. O, como prefiere definirlo Fabini: “El gaucho existe. Anda del río Negro hacia el norte, en las regiones menos habitadas de Uruguay. Zona de basalto, de parajes desolados, donde la mirada se pierde por extensiones de tierra intocada y grandes espacios abiertos que exigen al espíritu esas mismas dimensiones”.

En este largo recorrido, el fotógrafo se encontró con distintos personajes que contribuyen a la mística alrededor del hombre de campo: “Un día, compartiendo unos mates con un gaucho viejo, le pregunté: ‘¿Qué es el gaucho?’. Luego de un largo silencio me dijo: ‘El gaucho es el terrón que pisa’. Lo comprendo al instante: el hombre se crea a semejanza de lo que hace. Es uno con lo que hace. Sus palabras quedaron resonando en mí y no sólo se convertirían en el pilar de mi trabajo, también serían mi inspiración y brújula al embarcarme en este trayecto de diez años por el norte y sur de América, fotografiando los diferentes grupos de hombres de a caballo del continente americano”.

Este jueves a las 18.00, en el Centro Cultural de España, Fabini conversará y discutirá sobre el largo proceso de trabajo que implicó esta muestra, en la que rastreó la huella de ese paisanaje que resiste desde el trote corto y de poncho negro. Y que le permitió decir: “Soy un testigo de la verdadera cultura de los vaqueros de carne y hueso, de los que trabajan de a caballo. Y es una cultura que se desvanece, pero los retrato tal cual son. No hay adornos ni sentimentalismos ni romanticismos”. No obstante, admite que cuando descubrió cómo al vaquero “le fascina levantarse a las siete de la mañana con 30 grados bajo cero -como en Canadá-, ensillar su caballo y salir a buscar 800 cabezas de ganado”, halló “algo de poesía en eso, algo de romanticismo, de magia, del que está fuera del sistema”.