Estudiar con seriedad el funcionamiento de la política, la democracia y los partidos desde la compleja -y a menudo caótica- realidad italiana no es sencillo; requiere, además de un sólido sustento teórico, mantener distancia crítica e independencia en una vorágine de acontecimientos y cambios impactantes, y también ser capaz de llamar la atención y hacerse oír pese al estruendo. Eso logró el italiano Giovanni Sartori, figura fundacional de la politología moderna, que falleció ayer a los 92 años. Fue un convencido de que los estudiosos deben iluminar el rumbo, y desarrolló un estilo elocuente, combativo y mordaz para intervenir en el debate público, sumando a su gran peso académico un papel destacado como figura mediática. Defensor de un paradigma de liberalismo, equilibrio de poderes y laicidad, se sintió cada vez más rodeado de fuerzas hostiles en las últimas décadas: condenó los usos preponderantes de la televisión (algo no ajeno al horror que le causaba Silvio Berlusconi) y, en los últimos tiempos, arremetió contra el multiculturalismo y el islam, con frases como “¿hasta qué punto la sociedad pluralista puede acoger sin desintegrarse a extranjeros que la rechazan?”.
Profundo, provocador y polémico
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