El correo falla, los teléfonos escasean, los dictadores vigilan. Contra todo eso y más, el profesor uruguayo exiliado en Caracas trabaja en un proyecto ambiciosísimo: compilar una colección de 500 volúmenes que difunda analíticamente lo más significativo de la literatura y el pensamiento de América Latina. En Venezuela cuenta con el financiamiento del gobierno y con el recelo de los colegas. No importa: él teje redes afuera. Quiere cumplir con la demanda que lanzó José Martí en 1891: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse”.
Uno de sus corresponsales es un académico brasileño que contactó hace más de una década en Montevideo. Ha debido ganarse su confianza: primero, demostrándole que no es sólo el curioso que lo entrevistó para Marcha, sino un colega capaz de teorizar y ponerse a su altura; después, convenciéndolo de que su proyecto de “reescribir la historia de las letras latinoamericanas” -o sea, montar la Biblioteca Ayacucho- funciona.
Es una entre tantas maneras de leer estas cartas que el uruguayo Ángel Rama y el brasileño Antonio Candido intercambiaron desde 1960 hasta 1983, cuando murió el primero, y que Pablo Rocca, con el apoyo de Amparo Rama, publicó el año pasado. Hay, por supuesto, otras lecturas. Para especialistas en historia de la cultura, son una oportunidad de averiguar más sobre el valor que le dio Rama a la concepción sistémica (autor-obra-público) y al método de trabajar por regiones (y no por países) de Candido. Además, estos “documentos desclasificados” deberían ayudar a calibrar cuánto se impactaron mutuamente ambos investigadores a nivel micro, como insinúa Rocca en la introducción, donde prolonga el esfuerzo de su tesis doctoral Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal y el Brasil, de 2006. O pueden develar tendencias: por ejemplo, en una carta de 1973 Rama prefigura las dos grandes obras que publicará una década después, Transculturación narrativa en América Latina -1982- y La ciudad letrada -1984-, y resulta notorio que ya las concibe como el desarrollo de categorías complementarias para comprender la literatura continental (y como extensiones respectivas de su interés por la antropología y de su estudio sociológico La generación crítica -1972-).
Una tercera manera de leer esta correspondencia: como retazos de la relación entre dos hombres, uno un poco más joven y entusiasta, otro ya profesional y consolidado, que comienza con cautela y desemboca en amistad. Uno sospecha que, más allá de algunos picos de intensidad en la correspondencia (y de lo fragmentario de la serie: hay papeles extraviados), el afecto crecía en los encuentros cara a cara; después de todo, la familia intelectual de los años 60 se armó, como dice Claudia Gilman, en congresos internacionales. Hacia el final de la historia, los hombres y sus parejas se han vuelto esa clase de amigos que se extrañan y engrandecen con la distancia. Uno ya sabe, como en tanta no ficción, que el final no es feliz -Rama debe abandonar Estados Unidos por una estúpida denuncia política y muere en el aeropuerto de Madrid, cuando tenía la intención de reinstalarse en Francia-, pero la interrupción de las misivas no deja de conmover por sabida.
Encierra cierta paradoja la aproximación “íntima” a Rama que se abrió en 2002 con la publicación de sus Diarios y que el año pasado anexó lo epistolar, con este libro y con la aparición en Brasil de Diálogos latinoamericanos: correspondência entre Ángel Rama, Berta e Darcy Ribeiro. Es, después de todo, un atajo a esa zona que, por lo menos hasta hace un tiempo, el académico debía dejar afuera. Por otra parte, no debería sorprendernos: la pulsión transgénero ya estaba en Rama, que además de llevar un diario intermitente también publicó una novela (Tierra sin mapa), mientras que las ganas de leerlo todo en clave personal se instalaron con fuerza hace tiempo. En estas cartas, sin embargo, la sensación de intromisión tal vez sea mayor: leer al maestro discutir sobre pasajes, cheques y otros trámites tal vez no sea la mejor forma de reclutarlo para el “giro autobiográfico” de las letras nacionales, aunque sin duda aclara un poco las cambiantes condiciones materiales en las que tuvo que construir su obra -muy diferentes de las de Candido, que Rama envidiaba sanamente según consta en su diario-. Vale la pena recordarlo hoy, cuando el tránsito académico está más despejado pero, para bien y para mal, cuesta encontrar figuras como Rama y Candido. O no: el brasileño, a quien entrevistamos cuando visitó Montevideo en 2006 para recibir un doctorado honoris causa de la Universidad de la República, está en San Pablo, tiene 98 años y revisó los originales de este libro.
Antonio Candido & Ángel Rama: correspondencia
Prólogo, edición y notas de Pablo Rocca. Hum, Montevideo, 2016. 172 páginas.