Mientras preparaba la entrevista, escuché “Gaucho Power” varias veces. Se me pegó. ¿Cuál es el secreto?
Cuando compongo las canciones, por lo general, hago un poco más de temas de los que van a quedar. Para un disco de diez canciones me gusta hacer cerca de 16. Y entre esas, siempre tengo unas que son favoritas artísticamente y otras que pienso que son más pegadizas. Y hubo dos temas sobre los que hubo consenso entre la banda y Cachorro [Gerardo López], el productor del disco: las más hiteras eran “Gaucho Power” y “Apocalipsis Zombie”, que tienen un estribillo pegadizo y dos nombres fuertes, una mezcla de dos palabras como antagónicas. Yo googleé “gaucho power” y no encontré nada.
Es una paradoja, porque por un lado reivindicás el orgullo rioplatense del gaucho, pero power...
Tal cual, y mirá que lo pensé: si le ponía “poder gaucho” no iba a tener el mismo efecto. Creo que por el tema de la globalización, y todo lo que estamos viviendo ahora, “Gaucho Power” queda como anillo al dedo. Aparte, me pasó lo mismo con la música. Muchas veces, cuando armo una canción con un determinado concepto de letra, busco la música que te sugiere la naturalidad -podía ser un pericón o una chamarrita- y lo antagónico, a ver cuál me lleva por el mejor camino. En este caso, ganó lo antagónico. Es un estribillo medio pistero y arranca con unos solos de tambores turcos. Me gustó esa mezcla.
No me queda claro si la letra es en serio o en broma.
Me gusta que quede flotando en la interpretación que le dé la gente. La canción surgió por el festejo de los alemanes [la selección de fútbol, luego de ganar el Mundial de Brasil, en 2014]: se me ocurrió poner “este gaucho no se agacha”. Por el lado en serio, me gustó revindicar la figura del gaucho y quería hablar de la garra, lo que nos cuesta a los latinoamericanos poder salir adelante en lo que sea, que siempre tengamos que pelearla mucho más que alguien de otro lado. También había pensado en un charrúa, pero me gustó la imagen del gaucho, que está un poco olvidada, sin tanta trascendencia. Pero intencionalmente no es una canción paródica, está muy alejada de eso.
Desde que El Cuarteto se volvió internacional, a la hora de componer, ¿pesa qué palabras o temáticas usar?
No mucho. La tocamos en México y Ecuador y no tienen ni idea de lo que es un gaucho. Pero la “garra charrúa”, sí. Me parece que ahí está el secreto: no estar pensando si tal canción la entenderán en tal otro lado. Es cierto que hay tipos de canciones que son sobre temas mucho más universales. No me ha pasado de cortarme mi libertad de componer, pero cuando escribo soy más crítico o capaz que un poco más responsable, y pienso: “Esto lo va a escuchar un pibe peruano, y andá a saber qué interpretará de tal frase”. Entonces, tal vez le hago una vuelta.
¿En qué quedó “No somos latinos”?
Ahí, en la ironía que era. Aparte, hoy se está extinguiendo la ironía: la literalidad está copando todo. Esa canción en particular —o cualquier otra de El Cuarteto de los años 90—, si te la agarraban literal, ibas en cana, preso por la sociedad. “La pequeña Leti”, “Mabel”, “Manfredi”, “Sólo un rumor”, “El putón del barrio”... esas canciones, revisitadas en el Uruguay de hoy, serían imposibles.
Ustedes ya no tocan más en vivo las canciones pre Raro [2006], ni siquiera en Uruguay. ¿Tiene que ver con eso?
No. En realidad, vino por otro lado: hace mucho más tiempo que para mí esas canciones ya tenían un ciclo cumplido. No me dan ganas de cantarlas ni de hacer canciones parecidas. Me parece que están buenísimas y en su contexto histórico fueron re jugadas, pero no ahora.
Justamente, si hoy se ha perdido la ironía, ¿no sería todavía más jugado hacer canciones como “Mabel”?
Sería nuestra sentencia de defunción, porque seguramente seríamos condenados por todos.
Por eso sería más jugado...
Si querés suicidarte... Me pareció que ya habíamos cumplido esa etapa. Y te digo más, siento sinceramente que hoy es más jugado un tema como “21 de setiembre” o “No llora”.
El año pasado entrevisté a Riki Musso y me dijo que al rock uruguayo le falta irrespeto. ¿Qué opinás?
Que sí, pero en general, no solamente [al Cuarteto]. Es más, yo en letras de rock no me veo muy reflejado y a veces tengo que buscar más en letras de hip hop o de rap cuestiones que sean más contra el sistema o hablen de cosas diferentes. En ese aspecto estoy de acuerdo.
Y vos, como parte del rock uruguayo...
Para mí El Cuarteto sigue siendo raro y removedor desde otro ángulo. Entonces, hoy con canciones como “Buen día, Benito”, ves en los shows que a los pibes les pasa algo. También con este disco que viene ahora, con la zombificación del ser humano y la sociedad de hiperconsumo...
Contame de qué viene el disco nuevo.
Se llama Apocalipsis Zombie, como una canción del disco, que habla en primera persona, desde el punto de vista de un zombi, pero que es el reflejo de los seres humanos de ahora. El video está muy bueno, con un público zombi que nos mira. Lo grabamos en el Auditorio del SODRE. El disco tiene mucho de “realismo fantástico”. Hay otra canción que se llama “La bestia”, que habla de la bestia que tenemos adentro. Hay otra que tiene una atmósfera de la India, “Hola karma”, que trata de que todo vuelve y el destino. “Invisible” habla de un personaje que se quiere volver invisible pero no para esconderse sino para que lo vayan a buscar. “Mirada de nailon” es otra con una persona que aparentemente tiene emociones plásticas. Viene por ahí la mano.
En la etapa pos Raro, con la veta más hip hop, ¿cambiaste tu forma de componer?
Sí, porque me lleva más tiempo y le doy mucha más vueltas. Y a medida que fui creciendo, me interesó hablar de cosas diferentes. También está lo de intentar no repetirse: siempre es una búsqueda que te lleva a un lado diferente, o con la que por lo menos corro riesgos. “No llora” no la podría haber escrito hace diez años, tampoco “Gaucho power”. Igual, el disco nuevo tiene muchísimo menos rap que el anterior y es menos denso en ese aspecto; es más melódico y rítmico.
Me quedé colgado con lo de la pérdida de la ironía: ¿no habría que luchar contra eso? Porque al final nos va a ganar la literalidad.
Bueno, uno tiende a luchar desde su humilde trinchera. La canción “Apocalipsis Zombie” tiene mucha ironía.
Decime el estribillo.
“Somos su imagen más real, lo que nunca esperaron ver, su reflejo más aterrador, que los habrá de convencer, que hay poco por hacer, en este apocalipsis zombie”. Y hay partes en las que habla de zombies filmando su propia sombra, y después termina con “no seas así, dejate morder”.
¿Por qué eligieron a Cachorro López como productor del disco?
Juan [Campodónico] andaba con el proyecto de él, Campo, y con un disco nuevo de Bajofondo, entonces, no iba a poder dedicarle el tiempo suficiente a la producción del disco, y nosotros queríamos hacerlo sí o sí el año pasado. Además, sacando ese tema, nos juntamos con Juan y pensamos que estaría bueno el aire fresco de otro productor, pero el asunto era quién. Entonces, surgió lo de Cachorro. Se re copó. Nos dijo que tiene como 50 o 60 llamadas por año para producir proyectos, y como cumplió 60 años, agarra sólo tres o cuatro por año. Obviamente que nos conocía.
¿Los discos viejos los conocía?
No. Conocía de Raro en adelante. Un día vino a casa, le mostré los demos y le encantaron. De esas 16 canciones que tenía, escuchó ocho, y dijo: “Ta, ya tenemos tres hits y cinco que están buenísimas; ya está”.
Antes estaban con el sello Warner y ahora con Sony. ¿Qué implicó el cambio?
Con Warner firmamos por tres discos, que fueron Bipolar [2009], Porfiado [2012] y Habla tu espejo [2014], y estuvo buenísimo el laburo del sello para los primeros, pero ya en el último querían que firmáramos por tres discos más, entonces, la piola quedó tirante, porque no estábamos seguros si firmar por tres discos más, porque son diez años más. Dijimos que no. Y Sony, que hoy es la compañía más grande, estaba interesada. Pudo invertir plata en el disco con Cachorro, que hubiera sido imposible hacerlo nosotros o con Warner. Pero el tema es que tienen un millón de artistas, aglomeran un montón de cosas, entonces, hay que aprovechar el tiempo que te puedan dedicar.
¿Por cuántos discos firmaron?
Por tres.
Entonces, al final es un contrato por otros diez años.
Sí, pero con otra compañía. Es como una novia nueva.
¿No te presiona tener que componer más canciones por contrato?
No, porque el Roberto autopresionado estaría igual, siendo independiente o con cualquier sello. Pero desde Warner en adelante, con un sello multinacional así, nunca hubo presiones ni metida en la parte artística; me han contado que en otro lado puede haber.
En diez años no sabés lo que va a pasar con tu vida, pero sabés que tenés que sacar un disco por contrato.
Aunque fuera por un disco, yo ya sé que para seguir con El Cuarteto tengo que ponerme a componer canciones nuevas al ratito que salga este disco, porque me conozco, no soy alguien que diga: “Ah, gran contrato, tengo un mes para escribir canciones”. Ahora trabajo más que de ingeniero. Una vez llamé a mi hija desde México y le dije que estaba con mis compañeros de la banda, y me contestó: “Estás con tus amigos, ¿qué estás haciendo?”, “estoy por cantar con El Cuarteto”. “¿Cantar es un trabajo, papá?”.
¿Sentís presión del público a la hora de componer?
Sí, pero linda. Capaz que no tanto en Uruguay, pero en mercados seudonuevos, como México o Colombia, que nos siguen viendo como una banda nueva, increíblemente, es buenísimo ver con la ansiedad que esperan los temas nuevos. Y la gente ahí no tiene el vicio de comparar El Cuarteto de antes con el de ahora.
¿Te molesta la comparación?
No, lo entiendo. Pero ellos tienen un trabajo menos que hacer que el uruguayo, al no tener con qué comparar.
¿Pero vos notás la diferencia? Son casi dos bandas distintas.
Sí, pero la noto desde Soy una arveja [1986] y Otra navidad en las trincheras [1994], que no tienen nada que ver, pueden ser dos bandas distintas. Si me das a elegir, obviamente me gusta más ahora y me siento más cómodo cantando “Roberto” y “No llora”, lo que sea de ahora, que “El putón del barrio”. Me siento mucho más auténtico y le veo un valor artístico más fuerte a lo de ahora.
No es común que una banda deje afuera un repertorio de tantos discos.
Tal cual, no es nada común. Muchas veces pasa que las bandas de rock se quedan con sus hits, y la gente quiere escuchar las canciones de hace 15 años. Pero a nosotros nos pasa lo contrario. Para mí es más imaginación de la gente, que quiere escuchar las canciones viejas.
¿Tu hija las conoce?
Todavía no. Por suerte. Ya va a venir alguna amiga a decirle: “Mirá lo que cantaba tu papá”.