En 2017 se está retomando un componente del debate educativo que entre 2010 y 2012 ya estuvo en la opinión pública y muy especialmente entre los docentes. La Universidad de la Educación se ha vuelto a poner en la agenda, e importa situar ese debate en el marco de lo que ha sido históricamente la formación docente y lo que actualmente se está haciendo en el ámbito del Consejo de Formación en Educación (CFE).
Las carreras más tradicionales de formación docente nacieron dependientes de la estructura organizativa rectora del propio nivel en el que iban a desempeñarse. En el caso del magisterio, respondió a una lógica normalista y en el caso del profesorado a un criterio muy propedéutico hacia la universidad, ya que a mediados del siglo XX, cuando se creó la carrera, la educación media no formaba parte de la educación obligatoria.
Atendiendo a una deuda histórica con la profesionalización de los educadores, y a la vez el desafío de los vertiginosos cambios en el contexto global y nacional, la Ley de Educación (18.437) establece el proceso hacia la creación del Instituto Universitario de la Educación. Aunque hubo una comisión que trabajó en ese sentido, presentando un informe para dicha implementación, el debate se orientó después hacia la constitución de una Universidad de la Educación, con cogobierno pleno de los órdenes, que tuvo media sanción parlamentaria en 2012, sin que pudiera ser aprobado. El cuerpo docente de formación en educación y la Asamblea Técnico Docente respectiva tuvieron una activa participación en este proceso.
La Ley de Educación también previó la creación de un consejo desconcentrado para dirigir la formación docente, que hasta ese momento estaba bajo la conducción de una dirección dependiente directamente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). Atendiendo ese mandato, en 2010 se creó el CFE como un desconcentrado en la órbita de la ANEP, con carácter transitorio hacia la universidad. Además de estar integrado por tres consejeros electos por el Codicen, contempla en su composición un consejero electo por los docentes y uno electo por los estudiantes.
A las carreras tradicionales de magisterio y profesorado se suman las de maestros técnicos y educadores sociales, y dos tecnicaturas: de asistente técnico en primera infancia y de asistente en laboratorios digitales. Este año se está iniciando la carrera de maestro en primera infancia y una modalidad semipresencial para la formación de maestros en Bella Unión.
Además de la ampliación y diversificación de la oferta, se han llevado a cabo innovaciones desde su fundación, teniendo en cuenta su carácter de transitorio hacia la universidad. Actualmente se encuentra en un proceso de transformación curricular, de estructura académica y docente, con la participación de los órdenes.
Se han acordado los fundamentos para el nuevo Plan 2017, que se espera implementar en 2018. En ese documento se enmarca la propuesta en los Derechos Humanos y se establecen principios en relación con la enseñanza y el aprendizaje acordes con ese marco. Se aspira a que el proceso de enseñanza esté centrado en el aprendizaje del estudiante, orientándolo hacia crecientes niveles de autonomía, lo que supone una revisión de la manera de enseñar.
Se han acordado algunos criterios para la estructura curricular de cada carrera, como la creditización y la distribución de créditos entre los distintos núcleos formativos, la posibilidad de que el estudiante construya 20% de su trayecto mediante asignaturas o actividades optativas y elegibles. Se establecen las competencias profesionales de los educadores independientemente de la carrera que transiten, apuntando a una formación flexible, que capacite para trabajar con otros educadores en la búsqueda de estrategias inclusivas, insertándose en una comunidad educativa.
Considerando que la formación inicial es sólo un eslabón de una formación continua que tendrá que desarrollarse a lo largo de toda la carrera profesional, se ha profundizado la formación permanente y de posgrados, teniendo en curso hoy varias maestrías, como la de Educación, Política y Sociedad, en acuerdo con FLACSO Uruguay, o la de Educación Ambiental y la de Gramática, en acuerdo con la Universidad de la República (Udelar).
También se procura dar impulso a la investigación en aspectos que son específicos a la educación y la formación de los educadores, para que impregne la enseñanza. Un acuerdo reciente entre el CFE y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación convocó a 35 equipos de investigación.
Los límites de esta etapa de transición y la importancia de una Universidad de la Educación
Una universidad no se decreta, requiere un proceso fundacional por el cual consideramos que ya estamos transitando, pero su concreción legal nos permitiría profundizar el proceso de profesionalización de los educadores. Sin pensar que los cambios estructurales sean una varita mágica que logra cambios inmediatos, se tiene la convicción de que habilitan cambios culturales si desafían a los involucrados y los ponen en situación de cambiar. A la vez, los cambios culturales favorecen las adecuaciones estructurales.
Una universidad autónoma y a la vez articulada con todo el sistema educativo, cogobernada por sus órdenes pero con capacidad de autoevaluarse y abierta a la evaluación externa, habilitaría la profundización y el desarrollo de un proceso que seguiría siendo por mucho tiempo fundacional, pero con otras posibilidades de acción.
El cogobierno permitirá promover la participación de los órdenes con más fuerza, y su ejercicio será un factor de crecimiento de los docentes, los estudiantes y los egresados. La autonomía permitirá determinar la política a seguir en forma independiente aunque articulada con todo el Sistema de Educación Terciaria y con la ANEP, así como la vinculación en pie de igualdad con otras universidades, a nivel nacional, regional y mundial. La investigación y los posgrados podrán tener un mayor impulso, contemplando las necesidades de creación de conocimientos relacionados con educación y la formación para todo el sistema educativo.
Se contribuirá de esa forma con una línea de transformación educativa reconocida desde lo académico como de suma importancia, la transformación de la formación de los educadores; a la vez que se podrá contribuir con los cambios en marcha desde la ANEP, con más posibilidades de las que tiene hoy el CFE.
El proceso iniciado requiere, como ya se dijo, una mirada sistémica y múltiples líneas de acción, que se articulen y complementen.
(1). Se trata de la segunda de dos columnas sobre el estado del debate educativo actual.