A más de 40 años de su estreno, la popularidad del clásico de horror El exorcista (1973) no sólo se ha mantenido sino que ha tenido cierto reverdecer. Al estreno de una serie basada en los personajes de la película y la novela, por parte de la cadena Fox, le siguió la muerte -a principios de este año- del autor del libro y sus secuelas, William Peter Blatty, lo que multiplicó las revisiones sobre esta tétrica obra mil y una veces imitada pero nunca igualada.
Ahora, mientras Fox anunciaba una segunda temporada de la serie El exorcista -en forma inesperada, ya que sus ratings no habían sido tan altos como se esperaba-, el director de la película original, el veterano y aún brillantemente activo William Friedkin, dio a conocer que está preparando, para la empresa LD Entertainment, un documental sobre Gabriele Amorth, cura italiano y exorcista de la diócesis de Roma, quien murió el año pasado y que se adjudicaba haber realizado miles de exorcismos. Fuente de varios libros sobre el tema, Amorth -conocido como “el decano de los exorcistas” y un gran fan del film de 1973, aunque consideraba sus efectos especiales algo exagerados-, fue un personaje muy polémico, quien aseguraba que había en el presente una plaga de posesiones satánicas de mayor o menor entidad. Friedkin tuvo la oportunidad de ver en acción a Amorth, ya con 91 años, intentando exorcizar por novena vez a una mujer, experiencia que relató en un artículo para la revista Vanity Fair. El director, que muchas veces habló sobre algunas circunstancias extrañas que acompañaron el rodaje de su famosa película, se ha declarado agnóstico pero al mismo tiempo “fascinado por la naturaleza del bien y el mal, y la posibilidad de la posesión demoníaca”.
El documental, llamado provisoriamente El diablo y el padre Amorth, tratará no sólo de la figura del “exorcista del Vaticano”, sino también de las similitudes y diferencias entre los rituales y sus representaciones artísticas, y el fenómeno cultural del exorcismo en sí. El octogenario Friedkin, director también de películas tan importantes como Contacto en Francia (1971) -que le valió el Oscar al mejor director- y Cruising (1980), ya había trabajado con la distribuidora y productora LD Entertainment en su hasta ahora último film, la violenta y subvalorada Killer Joe (2011), que lo había mostrado aún con plena capacidad de estremecer al espectador.