Con algunas honrosas excepciones, nunca es demasiado auspicioso que se anuncie una serie o película basada en un juego de computadora, pero en el caso de The Witcher (que en realidad, como veremos, no fue originalmente un juego), el anuncio de Netflix de que se propone hacer una película y luego continuarla en una serie ha generado razonables expectativas entre los amantes de la fantasía heroica, a quienes decididamente no les alcanza con diez episodios anuales de Game of Thrones (que este año, para peor, serán sólo siete).
The Witcher (que suele traducirse como “el brujo”, aunque sería más adecuado “el brujero”) se conoce sobre todo por un videojuego para computadora y Xbox, publicado por Atari en 2007 y que ya tuvo dos continuaciones, en 2012 y 2015. En ese juego se siguen las aventuras de Geralt de Rivia, un hechicero que viaja por un continente fantástico de cultura medieval, ofreciendo sus servicios para cazar a diversos monstruos que lo habitan. Se destacó, entre otras cosas, por la inteligencia de su argumento y sus elaborados diálogos y acciones, pero también por una generosa cantidad de sexo (el protagonista, además de derrotar enemigos, puede -si el jugador así lo decide- seducir a numerosas damas), y por la amoralidad básica de Geralt, con quien se puede jugar eligiendo que actúe como un héroe, como un villano o como un personaje neutro (y esta última es, en cierta forma, la manera más adecuada).
La elaboración argumental y las matizadas características del personaje no son casuales, ya que detrás del juego hay toda una saga de relatos publicada previamente por el polaco Andrzej Sapkowski, recogida en libros que se habían hecho muy populares en Europa Oriental, pero que se conocieron en el resto del mundo básicamente gracias al juego, por lo que mucha gente cree que los libros fueron consecuencia del éxito de aquel. Convertidos en franquicia comercial, los libros de The Witcher han sido traducidos a una decena de idiomas (incluyendo el castellano), y además de los mencionados juegos, también han sido base de historietas, juegos de mesa y de cartas, y una película y una serie polacas que fueron rechazadas, debido a su baja calidad, tanto por el público como por el autor. Pero ahora es la poderosa Netflix la que está detrás del proyecto de un film y luego una serie sobre Geralt, y para asegurar su fidelidad al original no sólo contrató a Sapkowski como asistente creativo y eventual guionista (en un rol muy similar al que cumple George RR Martin en la adaptación a la pantalla de Game of Thrones), sino que recurrió, para dirigir tanto la película como la serie, al también polaco Tomasz Baginski, quien había trabajado en las secuencias cinemáticas de los juegos.
Si bien The Witcher pertenece al universo de magia y espadas fundado en cierto modo por JRR Tolkien, cuya referencia más popular y reciente es Game of Thrones, la obra de Sapkowski se distingue porque, en vez de ser una historia con numerosos personajes entrelazados, todos los relatos de su saga están centrados en el mismo hechicero de cabello blanco, antiheroico e incluso algo maligno -inspirado en el aristocrático, albino y torturado Elric de Melniboné, un personaje clásico creado por el escritor inglés Michael Moorcock en los años 60, y al cual el polaco ha reconocido como modelo-, y en ese sentido se acerca más al espíritu de los relatos de Robert E Howard, fundador del género de “fantasía heroica” tal y como lo conocemos hoy, y padre de personajes como Conan el Bárbaro, Kull el Conquistador y Solomon Kane. Curiosamente, el mencionado Elric de Melniboné aún no ha tenido una adaptación cinematográfica o televisiva, y es muy poco probable que eso suceda luego de este proyecto de Netflix, a no ser que haya mercado para dos espadachines-magos de dudosa moral y tez albina.