Antes que nada, hay que decir que este libro debe ser bienvenido, porque aporta una enorme cantidad de información útil para comprender la trayectoria de uno de los músicos populares más importantes en la historia de Uruguay. Si hubiera que explicar la afirmación anterior, esta sería una nota sobre Jaime Roos, no sobre el libro acerca de la vida y obra que escribió Milita Alfaro, así que quedará para otra ocasión fundamentar cuáles son los méritos del artista. Pero, de algún modo, es imposible dejar completamente de lado lo que representa Roos por sí mismo, ya que, debido a su estatura como músico (y también a sus logros en la construcción de un modelo de supervivencia artística exitosa en Uruguay, algo que a esta altura quizá no se valora como es debido, pero que marcó un hito y un punto de referencia), es posible que muchos lectores deseen hallar en estas páginas mucho de lo que no hay en ellas.
Entre lo que sí hay, merece una lectura detenida, se aprovecha y se disfruta, tenemos, por ejemplo, una rica descripción de orígenes familiares y años de crecimiento antes del comienzo de la edición de discos, que resulta muy provechosa para comprender un poco mejor su interesantísima formación cultural; un relato poco conocido del duro, aventurero y fermental período previo a que Roos volviera a radicarse definitivamente en Uruguay; una abundante colección de datos que ayudan a entender un poco mejor sus procesos creativos; un gran caudal de información acerca de su tenaz esfuerzo por establecer las bases materiales de su libertad artística; y una asunción serena, parca pero sustanciosa, de circunstancias personales que lo afectaron en distintos momentos.
Por otra parte, y como Alfaro explica en la introducción, el texto es el resultado de largas entrevistas durante dos años, de la revisión de la obra de Roos y del cuantioso archivo de notas en medios de comunicación que el propio artista ha acumulado (además de incluir valiosas fotografías y, al final, prolijas fichas que dan cuenta de su discografía completa, incluyendo trabajos como productor artístico, una larga -pero no exhaustiva- lista de quienes han grabado interpretaciones de sus canciones, los productos que ha editado en formato audiovisual, la película que dirigió, la música que compuso para cine, bibliografía y filmografía sobre el músico, y las distinciones formales que ha recibido). Es muchísimo, sin duda, pero no se registran entrevistas ni consultas con ninguna otra persona que no fuera el biografiado, y esto determina que el libro no sea en realidad una investigación sobre Roos, ni construya una mirada externa a su obra, sino que se ubique más bien en el terreno de lo que se suele llamar “biografías autorizadas”, con sus habituales pros y contras.
En cooperación y complicidad con Roos, Alfaro produjo un recuento de su trayectoria en el que este lleva de costumbre la voz cantante, aunque en varias ocasiones, como ha hecho en sus discos, se la ceda a otras personas porque considera que son las más adecuadas para expresar lo que él quiere transmitir. Y esto implica una serie de acotamientos que vale la pena tener presentes al internarse en la lectura de El montevideano.
Por ejemplo, lo habitual es que, en relación con decisiones tomadas por Roos que fueron en su momento polémicas, las críticas que se incluyen sean poco consistentes y fácilmente desechables, o por lo menos mucho más superficiales y menos desarrolladas que las defensas o justificaciones de lo que hizo en cada ocasión, de modo que esas críticas quedan presentadas en la mayoría de los casos como ataques o injusticias. Cuando Roos cuenta que tuvo conflictos con otras personas, sólo aparece su versión (y, a veces, declaraciones de esas personas recogidas, en su momento, por algún medio de comunicación), pero la autora no buscó nuevos testimonios. A su vez, las autocríticas (que las hay) a veces aparecen sin demasiada fundamentación, como cuando Roos se refiere a su disco Si me voy antes que vos (1996) e insiste en que su sonido tiene deficiencias importantes, pero no nos enteramos del motivo de ese juicio (habrá que esperar la “versión definitiva” que será editada en el marco de la serie Obra completa, para comparar y sacar conclusiones).
Por otra parte, esa característica de “biografía autorizada”, o de relato desde la perspectiva de Roos, lleva a que, por modestia de este, varias de sus virtudes ni siquiera se registren. Así ocurre, por ejemplo, con su desempeño como bajista, del que no hay siquiera una descripción básica, e incluso con su manera muy personal de tocar la guitarra. En general, los artistas no suelen ser los mejores comentaristas de su obra, por razones lógicas y comprensibles. En este caso, eso contribuye a que determinados aspectos importantes en los que Alfaro no es especialista o sobre los cuales no preguntó, y que Roos no tuvo interés especial en desarrollar, sean en la práctica dejados al margen. Así, en general no hay análisis de las letras de canciones, sino sobre todo descripciones o comentarios en relación con su contenido, casi sin considerar su forma. En lo referido a la música hay consideraciones más abundantes, pero a menudo se limitan también a lo descriptivo (con algunas excepciones, como en el caso de los comentarios sobre el disco Fuera de ambiente -2006-). No llegamos a formarnos una idea integral acerca de qué le gusta leer o escuchar. Los juicios sobre algunas canciones o discos, del propio Roos o de Alfaro -a veces el límite es borroso- remiten en varias ocasiones a sensaciones personalísimas e inasibles, que por su propia naturaleza no pueden discutirse: se comparten o no, y su capacidad de persuasión es más atribuible al hallazgo feliz de una forma de expresarlos que a una argumentación de fondo. Tampoco se señala que hayan existido etapas diferenciadas o cambios de importancia en el derrotero creativo del artista.
Estas limitaciones son, por supuesto, parte del precio de contar con todo lo interesante y valioso que aporta el relato autobiográfico de Roos, y quizá un énfasis mayor en la investigación -en la categoría de “biografía no autorizada”- habría tenido como precio, a la inversa, perder mucho de ese relato, que realmente valía la pena registrar, que está presentado con una escritura cuidada y a la vez accesible, y que no sólo importa como biografía de un gran artista, sino que también es una parte ineludible de nuestra historia cultural reciente.
Jaime Roos. El montevideano
De Milita Alfaro. Planeta, 2017. 504 páginas.