El tercer álbum de Radiohead ha sido considerado por muchos “el último gran disco de rock”. El aniversario redondo de su lanzamiento en 1997 es una buena oportunidad para repasar su legado.

Aunque cuando se volvieron masivos el mercado musical global ya estaba demasiado fragmentado y compartimentado como para obtener las unanimidades de antes, la banda británica Radiohead logró, a fines de la última década del siglo XX, un lugar muy especial como grupo popular. Sin comparaciones posibles, fue el tipo de lugar que ocuparon en distintas épocas propuestas como las de The Beatles, Pink Floyd, Prince, The Police, Talking Heads o U2, en su condición de grupos provenientes de lo que generalizamos como rock, masivos pero a la vez intelectualmente respetados, que usaron la libertad que pueden dar la fama y el éxito comercial para seguir buscando nuevos caminos artísticos. Radiohead logró esa posición –en un contexto obviamente muy diferente de los de las otras bandas mencionadas– con su tercer disco, OK Computer, una obra que está cumpliendo 20 años.

La banda se dio a conocer en 1992 al editar su primer single con la canción “Creep”, un adelanto de lo que sería su álbum debut, Pablo’s Honey. Cuando ese tema comenzó a difundirse, no fueron pocos quienes vieron en Radiohead una especie de respuesta británica a Nirvana. Su mezcla de rock agresivo con una carga de angustia existencial, actitud independiente y un cantante de voz frágil y expresiva (Thom Yorke) permitía establecer con rapidez un paralelismo. Pero, a la vez, el sonido más elegante y la violencia contenida tras cierta distancia irónica le daban a Radiohead un toque inglés que los diferenciaba de sus colegas estadounidenses. “Creep” no fue un éxito inmediato, pero se transformó en un hit masivo con el paso del tiempo. A tal punto, que muchos pensaron que Radiohead no iba a ir más allá de ese tema, excelente ejemplo de lo que alguien llamó, en broma o no tanto, “rock melódico depresivo”.

El grupo, sin embargo, cambió bastante su encare en su segundo álbum, The Bends, editado en 1995. Eran los tiempos de auge del llamado britpop, cuando un conjunto de bandas inglesas como Oasis, Blur, Suede y Pulp rescataba, cada una de ellas a su manera, el rock y el pop británicos de la década del 60, y que tenía también a The Smiths (un grupo de los años 80) como modelo. Si bien Radiohead fue asociada en parte con esa movida, su música tenía poco que ver con ella. Y tampoco tenía mucho que ver ya con el grunge. The Bends comenzó a cimentar su imagen como una banda distinta, con personalidad propia, que se volvió además cada vez más exitosa.

Esa popularidad le valió al grupo una total libertad para grabar su tercer disco. La multinacional EMI no sólo les adelantó un buen dinero para la producción del álbum, sino que además no puso ningún reparo a la propuesta del grupo de ocuparse de la producción artística junto con un desconocido ingeniero y productor llamado Nigel Godrich, que había sido el responsable técnico de la grabación de The Bends.

El resultado de ese cheque casi en blanco fue OK Computer, que al principio asustó al sello discográfico por su aparente falta de hits, pero que se transformó muy rápidamente en un muy inesperado éxito comercial, y en un integrante de casi todas las listas de los discos más importantes de todos los tiempos.

Adelante y atrás en el tiempo

Tal vez no sea muy correcto apreciar la música pop por su capacidad de innovación o por la falta de ella. Hoy se puede ver que varias de las bandas de britpop dejaron grandes canciones, aunque tuvieran su mirada puesta en el pasado. Pero, a la vez, esa vuelta atrás sacó del centro de la atención a una cantidad de tendencias que se gestaron en los años 90 y que traían al terreno de la canción la revolución que había significado el hip hop en la década anterior. Los 90 fueron también la época del trip hop, encabezado por artistas como los también británicos Portishead, Massive Attack y Tricky, y de la combinación de folk, hip hop, buceo en la historia del pop y varios otros ingredientes que desarrolló el estadounidense Beck.

Sin dejar de ser una banda de rock, Radiohead prestó atención a todas esas cosas que habían pasado o estaban pasando en aquel momento.

La utilización del estudio de grabación como un lugar de creación y un instrumento más ya era algo usual desde las épocas de Phil Spector, The Beach Boys y The Beatles, pero la tecnología digital que se estaba desarrollando a fines del siglo XX hizo que esas experimentaciones fueran mucho más accesibles (lo cual posibilitó el nacimiento de gran parte de la música electrónica de los 90) y pudieran plantearse en forma aun más ambiciosa. Radiohead tuvo acceso a los dos mundos, el de la experimentación digital “casera” y el de la que se podía hacer en los grandes estudios, y poseyó una cabeza abierta para usar ambos sin preconceptos y sin querer imitar a nadie. La banda y Godrich funcionaron como un equipo cuyo resultado final es mayor que la simple suma de individualidades, y hay que considerar un integrante de ese equipo al ilustrador Stanley Donwood, responsable del diseño y los dibujos de la tapa y el librillo del álbum, que tanto aportaron para perfilar su personalidad.

OK Computer es un disco “experimental” en el mismo sentido en que podemos considerar experimentales a álbumes como Pet Sounds, de The Beach Boys, o Revolver, de The Beatles (ambos de 1966); la experimentación no está tanto en las composiciones en sí, ya que el repertorio se compone en su mayoría de canciones con estructura pop y de tres o cuatro minutos, sino en la construcción del mundo sonoro que viste los temas. Son pocos los momentos en que OK Computer se sale del esquema pop. Uno de ellos es “Paranoid Android”, una canción de más de seis minutos con cuatro partes bien diferenciadas y algunos compases en 7/8, que fue, en forma sorprendente, un hit. El otro es la mínima “Fitter Happier”, una composición “electroacústica” de menos de dos minutos, donde un texto “dicho” por la voz sintetizada de una (ya entonces) vieja computadora Macintosh es acompañado por música y sonidos incidentales. Pero, aunque el resto de los temas sea mucho más clásico en estructura, su sonido es extremadamente personal. Así como hay un sonido Beatles, hay hoy un sonido Radiohead que comienza con OK Computer, y que está dado por la particular voz de Thom Yorke, sus falsetes y su extraña manera de estirar melodías y palabras; por las interacciones de las guitarras de Jonny Greenwood y Ed O’Brian y sus texturas; por la a veces deconstruida base rítmica de Colin Greenwood (bajo) y Phil Selway (batería), este último con una particular ambientación del sonido de su instrumento, y un uso de elementos electrónicos que suenan a la vez antiguos y originales.

Otra de las cosas que la banda y Godrich tomaron de la cultura del hip hop y la música electrónica fue una mirada al pasado carente de prejuicios, para rescatar cosas que habían sido dejadas de lado, pero no a fin de copiarlas, sino tomándolas como punto de inspiración. Los integrantes de la banda citaron ampliamente como influencias al disco Bitches Brew (1970), de Miles Davis, a la banda alemana Can y al rock progresivo de los 70, que era una especie de tabú para la mayor parte de los músicos de rock cool de las dos décadas posteriores. Sin duda hay mucho de Pink Floyd, por ejemplo, en varias de las canciones de OK Computer.

Como el rock siempre se mira a sí mismo, la crítica celebró esa experimentación y el uso creativo de las posibilidades de la reproducción electrónica del sonido como una especie de vuelta a la era dorada del género, ignorando todo lo que estaba pasando en ese mismo momento sin que se le aplicara la etiqueta “rock”.

La visión de los otros

Como toda obra, OK Computer se completó con la apreciación del público. Mucha gente vio en las letras de Thom Yorke y en el título del disco una advertencia acerca de lo alienante de las nuevas tecnologías, los peligros de la creciente vigilancia del Estado sobre los individuos, la soledad y el egocentrismo. Con el paso de los años, varias canciones se vieron como proféticas acerca de realidades que estamos viviendo hoy, en un mundo de redes sociales con linchamientos virtuales y búsqueda compulsiva de los “me gusta”. En verdad, OK Computer no es mucho más profético acerca del estado actual de la humanidad que The Dark Side of The Moon (1973) o The Wall (1979), de Pink Floyd, si forzamos sus “mensajes” para adecuarlos al sentir de hoy. Yorke ha dicho que la alienación a la que se refieren sus letras era más personal que social, pero lo cierto es que esa lectura también ha ayudado al prestigio de la obra.

El disco tuvo una influencia muy grande en la música que siguió. Bandas británicas como Muse, Bloc Party y Coldplay tal vez no habrían existido sin OK Computer. Más cerca geográficamente, ayudó mucho a definir el sonido de músicos aparentemente tan lejanos de Radiohead como el argentino Lisandro Aristimuño, o los climas y texturas de las guitarras de los uruguayos Buenos Muchachos.

Muchos consideran a OK Computer el último gran disco de rock. Para afirmar eso, primero habría que discutir el concepto de rock, aunque es verdad que fue uno de los últimos exponentes globales de la masividad del CD. Y si bien hubo álbumes de rock posteriores que marcaron una época precisa (por ejemplo, Is This It –2001–, de The Strokes o Elephant –2003–, de The White Stripes), quizá ya no hubo otro que, como este, pareciera marcar un antes y un después.

Radiohead radicalizó su costado experimental en Kid A (2000), su siguiente álbum, profundizando en lo electrónico y apartándose del formato canción. Ese disco no fue muy bien recibido en su momento, pero hoy es considerado otra de las grandes obras de la banda. A partir de OK Computer, todos los trabajos del grupo fueron producidos junto a Godrich, que se convirtió en uno de los productores más influyentes de las últimas décadas, trabajando también con gente como Beck, Air y Paul McCartney.

Su carácter de banda de culto pero a la vez masiva le ganó a Radiohead muchos detractores, que la consideran sobrevalorada. Además, ha sufrido el problema de ser siempre tomada demasiado en serio, algo a lo que ellos a veces han contribuido. Pero aunque haya razones para considerarla pretenciosa o menor que su fama, construyó un mundo propio que siempre deja algo a quien entra en él, y este disco es una gran muestra de ello.

Con motivo del aniversario, hoy se edita una versión remasterizada del álbum que suma tres canciones previamente inéditas (pero conocidas por su interpretación en vivo), grabadas para el disco original pero no incluidas en él.