En las últimas décadas se ha instalado la apreciación de Batman como uno de los personajes más interesantes –o el más interesante– de la editorial DC Comics, o de las historietas de superhéroes en general, y probablemente la imagen que los jóvenes más asocian con él es la de un oscuro, dramático y algo perturbado “caballero de las tinieblas”, por el estilo del que aparece en la trilogía de películas dirigidas por Cristopher Nolan de 2008 a 2012, pero las cosas no siempre fueron así. En 1964, cuando los cómics de Batman ya tenían un cuarto de siglo, las ventas habían caído en forma drástica y la editorial estaba considerando seriamente la posibilidad de cancelar su publicación, según contó muchos años después Bob Kane, uno de los dos creadores del personaje (aunque luego se le dio todo el crédito, en perjuicio de Bill Finger).
En aquel momento, DC decidió modernizar al hombre murciélago, y la tarea fue encargada al editor Julius Schartz, que introdujo varios cambios importantes, en general orientados a darle una imagen más colorida y liviana, típicamente camp; esa transformación fue potenciada en 1966 por la primera serie de televisión con Batman como protagonista (en los años 40 se habían producido dos series de cortometrajes para su exhibición en cines, la primera de las cuales llegó a ser emitida por televisión en Uruguay), y el actor que lo interpretó en esa nueva versión fue Adam West (nacido William West Anderson), que tenía en ese momento 37 años y una carrera de más de una década pero no muy exitosa.
Las tramas de aquella serie se dividían inicialmente en dos episodios de 25 minutos, emitidos los miércoles y los jueves (y separados por una situación de peligro mortal al final del primero, que se resolvía al comienzo del segundo). El programa fue cancelado después de la tercera temporada debido a la fuerte caída de su rating, pero antes de eso fue un gran éxito, y su impacto cultural, multiplicado por sucesivas reprogramaciones hasta la actualidad, resultó muy potente: son muchísimas las personas que conservan vívidos recuerdos de sus escenas, sus personajes y su tema musical. Todo en la serie, incluyendo los argumentos, los aparatosos villanos (interpretados a menudo por grandes actores), los bati recursos tecnológicos de Batman y los diálogos (especialmente las exclamaciones de Robin), exageraba hasta el disparate la nueva estética pop que habían adoptado los cómics de Batman (superando en esa línea a un antecedente como la serie de espías The Man from UNCLE –en español, “El agente de CIPOL”–), con la sobreimpresión de onomatopeyas como “Zock!” o “Pow!” durante las peleas, y efectos especiales cándidos como el giro de 90 grados de la filmación en las recurrentes escenas del dúo dinámico trepando con cuerda por la pared de un edificio (en el que dos por tres aparecía, abriendo una ventana, alguna celebridad invitada).
Por supuesto, había mucho de irónico en ese enfoque, o en el uso de una voz de narrador con tono solemne, pero nada de eso era necesariamente percibido por el numeroso público infantil y adolescente del programa, que (a diferencia, por ejemplo, del también anterior Get Smart! –en español, “El superagente 86” o “F-86”–) no se presentaba explícitamente como una comedia. En ese sentido, un ingrediente fundamental era el estilo de actuación, basado en la premisa de que los personajes debían tomarse totalmente en serio las situaciones en las que aparecían. Ese fue el gran aporte de West, y los responsables de la serie han destacado con frecuencia su increíble capacidad de no tentarse mientras recitaba parlamentos ridículos con un disfraz de mallas que, debido al ancho baticinturón amarillo, lo hacía parecer más gordito de lo que era.
El enorme éxito de la primera temporada del programa determinó que esa versión de Batman fuera llevada al cine, pero en forma paradójica la producción de la película hizo que disminuyera el trabajo dedicado a la segunda temporada de la serie, que en la tercera, ya con el rating en caída, fue llevada a episodios unitarios, simplificada y quizá llevada a un estilo excesivamente paródico. Al cómic le llevó más de una década de intentos volver a ser tomado en serio, pero West nunca logró separarse de aquella imagen (y tampoco pudo hacerlo Burt Ward, quien interpretaba a Robin en la serie). Interpretó, hasta este año, numerosos papeles en cine y televisión, pero una y otra vez sus apariciones tendieron a relacionarse con los tres años de trabajo que le dedicó a aquel programa hace medio siglo. Falleció el viernes, a los 88 años de edad, debido a una leucemia.