Parece mentira que hayan pasado ya tres décadas desde que salió el último número de la miniserie de cómics Watchmen, guionada por el iconoclasta Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons. La persistente actualidad del cómic ayuda a que el tiempo transcurrido parezca menor, sobre todo en un período como el actual, en que el principal género de entretenimiento parecen ser las historias de superhéroes, que en cierta forma fueron el objeto de crítica de Watchmen.
La obra se desarrolla en una historia divergente con la nuestra, en la que desde los años 40 aparecen vigilantes (watchmen) disfrazados –sólo uno de ellos con superpoderes–, que con el tiempo pasan a trabajar para el gobierno (por eso Estados Unidos gana la guerra de Vietnam) o quedan fuera de la ley. En el presente del cómic –1985–, y en medio de un peligroso panorama de Guerra Fría, esos personajes, ya envejecidos, adquieren un rol crucial a pesar de sus muy humanos defectos. La serie –publicada por DC y emblema de la revolución temática que vivió esa compañía a mediados de los 80– fue un éxito no del todo previsible, e hizo que por primera vez en mucho tiempo esa editorial superara en ventas, relevancia y modernidad a Marvel, que hasta entonces gozaba de un mayor prestigio por la madurez de sus guiones y lo incisivo de sus historias.
Aquel éxito trajo consigo la tentación inmediata de llevar Watchmen a la pantalla grande, pero eso parecía una empresa desmedida por la extensión y complejidad del cómic de Moore, hasta que en 2009 Zack Snyder consiguió que Warner y DC le dieran 130 millones de dólares para llevarla a cabo. Snyder venía de adaptar en 2007 otra exitosa saga “adulta” de DC –300, de Frank Miller– con un enorme éxito mundial, aunque limando algunas de las aristas más radicales de la narración. En todo caso, las imágenes habían sido tan deslumbrantes que parecía ser la persona indicada para intentar la adaptación de Watchmen –que, por supuesto, no contó con la menor colaboración del arisco Moore–.
Pero al igual que en 300 (y, en cierta forma, también en su remake de Dawn of the Dead (2004), de la cual drenó todo el contenido humanista que George Romero había introducido, sutilmente, en el velado optimismo de la versión original), Snyder se las arregló para respetar todo lo accesorio y lo más superficialmente estético, pero distorsionando al mismo tiempo lo esencial. Aunque reprodujo a la perfección viñetas del cómic de Moore, y algún fotograma podía confundirse con algún dibujo –como había pasado con 300–, pareció totalmente ajeno al espíritu de aquella historia, a tal punto que su Watchmen se puede considerar básicamente un film de superhéroes, y no la antítesis del género planteada en el original. Por otra parte, y pese a que la película dura 163 minutos, no tuvo más remedio que eliminar partes.
Hubo, por lo tanto, cierta insatisfacción, que motivó a HBO a retomar la idea de una adaptación, ahora televisiva, de ese clásico moderno, a pesar de que no ha pasado ni una década desde que se estrenó su versión cinematográfica. Para ello hubo algún acercamiento a Snyder –que se ha dedicado en los últimos años a trabajar con superhéroes más clásicos de DC–, pero, ante el distanciamiento temporal del director de cualquier actividad artística –debido a la muerte de una de sus hijas–, el canal anunció que el proyecto quedaría en manos de Damon Lindelof, uno de los creadores y responsables del fenómeno que fue Lost, aunque mantenga un perfil más bajo que los otros dos (Jefrey Lieber y JJ Abrams).
Lindelof, que fue coguionista de films como Cowboys & Aliens (2011), Prometheus (2012) y Tomorrowland (2015), se ha convertido en uno de los guionistas favoritos de HBO, y adaptó para ese canal, desde 2014, la novela The Leftovers, de Tom Perrota. La serie, que concluyó este año, tuvo buenas críticas, pero no repitió, como se esperaba, el fenómeno de Lost, pese a lo cual HBO decidió confiarle a Lindlof –un fan declarado del cómic de Moore, pero también conocido por imprimir una impronta muy personal en sus adaptaciones– este proyecto al que apunta todas sus baterías para los próximos años. Con el final de Game of Thrones a la vista, el canal necesita un producto fuerte en el campo de la fantasía, para competir con el abanico de material fantástico presente en la televisión de hoy en día. Ya lo intenta desde el año pasado con la lograda y exitosa Westworld, y ahora Watchmen parece ser, por su visión escéptica, adulta y llena de violencia y sexo, otra opción prometedora que calza bien con el estilo de HBO. La cuestión de lidiar con el autor del texto original, que ha implicado problemas en el caso de Game of Thrones, estuvo descartada de antemano, ya que Moore siempre se ha negado a colaborar con las múltiples adaptaciones de sus cómics, y el año pasado anunció, incluso, su intención de no volver a ese género, para dedicarse esencialmente a la literatura.