Hace cinco años, los mayores proveedores de televisión por cable y a demanda en Estados Unidos sumaban más de 52 millones y medio de usuarios, y Netflix tenía casi 23 millones y medio; desde entonces, año a año, la primera cifra fue descendiendo mientras que la segunda aumentaba. Este año, según informó la firma Leichtman Research (especializada en investigación y análisis del consumo de productos audiovisuales de entretenimiento), finalmente las líneas se cruzaron en la gráfica, y Netflix llegó a 50,85 millones de usuarios, mientras que las otras empresas –que abastecen a 95% de los suscriptores a servicios por cable– cayeron a 48,61 millones, lo cual, pese a que es fácil ver la tendencia, no implica que estén sumidas en la crisis o a punto de afrontarla, ya que su pérdida de clientes en un lustro (casi cuatro millones) representa algo menos de 7,6%. Mientras tanto, la televisión satelital mantiene una situación estable, con 38 millones de suscriptores y en rápido ascenso.
Otros datos interesantes del informe de Leichtman indican que 23% de los adultos que ven televisión paga utilizan el servicio de Netflix todos los días, y que 81% de los clientes de esa compañía ven todavía sus programas en un televisor, aunque tengan disponibles las opciones de utilizar otros dispositivos, como teléfonos inteligentes, tablets o computadoras de mesa tradicionales. Pese a los profundos cambios registrados en los últimos tiempos, 46% de los adultos todavía hacen zapping para “ver qué hay en la tele”.
En abril de este año, Netflix informó que tenía unos 98 millones de clientes en más de 190 países, y la empresa espera que el año que viene, de acuerdo con las tendencias en curso, su número de suscriptores en Estados Unidos sea superado por el de los del resto del mundo. Para eso, y para que su ritmo de crecimiento no decaiga, aplica una fuerte inversión en contenidos propios, que este año sumó 6.000 millones de dólares según Reed Hastings, director ejecutivo de la empresa y uno de sus fundadores, junto con Marc Randolph, en 1997, cuando comenzó en California como una cadena de venta y alquiler de películas, y todavía no tenía en su horizonte la oferta de servicios de streaming que comenzó a desarrollar una década después, ni la producción de series que inició en 2013 con House of Cards.