Planificar es hacer un ejercicio de imaginación. Como algunos resultados son preferibles a otros, el planificador buscará incidir sobre los cursos de acción. Pero para que pueda desplegarse la imaginación planificadora, es necesario que existan condiciones históricas que la hagan viable y tiene que ser posible concebir futuros alternativos.

Planificar está asociado a pensar el futuro, es una tarea de naturaleza política. Pero a lo largo del siglo pasado, mientras el Estado se volvía más complejo, la planificación estatal sufrió procesos de tecnificación al abrigo de saberes expertos que se desarrollaron entre la academia y distintas instancias estatales. La tensión entre política y técnica atraviesa todo proceso de planificación. Entre otras cosas, resulta controvertido decidir quiénes participan en la planificación, sobre qué bases se diagnostica la realidad que se busca transformar, o cuáles son las orientaciones a seguir para priorizar objetivos y medios. Mirar al Plan Maggiolo como proceso de planificación en la educación superior permite reflexionar estos aspectos. Este ejercicio debería contribuir a pensar críticamente procesos históricos sobre los cuales muchas veces hay más operaciones de memoria que indagación sistemática.

La propuesta presentada en 1967 por el rector de la Universidad de la República (Udelar), Oscar Maggiolo, es un buen ejemplo de reflexión sobre el futuro de la Universidad. Maggiolo era partícipe de un optimismo planificador propio de su época. Confiaba en que era posible transformar la estructura universitaria y cumplir nuevas tareas que no se estaban realizando o que no se llevaban adelante adecuadamente. Entre ellas, desarrollar sostenidamente la investigación científica y tecnológica o contribuir a la formación de docentes del resto del sistema educativo.

Como no podía ser de otra manera, en la Universidad posterior a la Ley Orgánica que consagró el gobierno de estudiantes, docentes y graduados en 1958, Maggiolo promovió esta agenda en instancias de amplia participación. En general, el reconocimiento de que era imprescindible hacer grandes transformaciones acompañó el reclamo por el incremento presupuestal que debería disponer de los recursos necesarios. Sobre los cambios específicos no hubo unanimidad, y, finalmente, defender la autonomía universitaria en los enfrentamientos con un Poder Ejecutivo que decretó medidas prontas de seguridad ese mismo año dejó la discusión de la reforma en un segundo plano. La crisis política en el país cortó la posibilidad reformista que confiaba en la planificación. En el contexto de la Universidad de los 60, pero también hoy, una discusión de este tipo requiere ser procesada en términos democráticos, con la intervención de múltiples actores y con la mirada puesta en el largo plazo.

Hoy la Universidad de la República enfrenta desafíos de gran magnitud y tiene no pocos problemas. La construcción sistemática de una agenda de transformación que oriente sus políticas es una necesidad que no ha cesado de reclamarse. A lo largo de la última década, la institución ha renovado los esfuerzos en este sentido. Los recursos necesarios, así como una discusión profunda que piense el país y su educación superior en grande y a largo plazo, en muchos casos han estado ausentes. Es claro que las alternativas no pueden ser las que se pensaron para una universidad de medio siglo atrás. Y es seguro que el conformismo o la autocomplacencia que muchas veces recorren los claustros deberían quedar a un lado.

De arranque | El 2 de agosto a las 17.00, en la sala Maggiolo de la Udelar, se realizará la primera actividad por la conmemoración de los 50 años del Plan Maggiolo, parte de un ciclo organizado por la propia universidad. Abrirá la jornada el rector de la Udelar, Roberto Markarian, y el ex rector Rafael Guarga dará una conferencia sobre la figura de Oscar Maggiolo. Entre las 18.00 y las 20.00 expondrán sobre “universidad y planeamiento” el politólogo Adolfo Garcé y los economistas Fernando Isabella y Gabriel Oddone.