En 1999 HBO estrenó un documental de Steven Okazaki llamado Black Tar Heroin, que causó una fuerte impresión en los televidentes y que, considerado un pequeño clásico del género, todavía sigue siendo emitido de vez en cuando por ese canal. La película seguía a cinco jóvenes de San Francisco adictos a la heroína, y en particular a la variable oscura extremadamente tóxica e impura que le daba nombre al film, mostrando la rápida degradación física y moral de los protagonistas lo largo de tres años. Black Tar Heroin era un retrato de la breve y letal moda del consumo de heroína –narcótico proveniente, como la morfina y el opio, de la amapola adormidera–, que se extendió durante la década de los 90 entre algunos segmentos de la juventud blanca estadounidense, la llamada “generación X”, y cuyas consecuencias fueron muy notorias, especialmente entre los músicos rockeros y muy especialmente entre los del grunge, quienes, en muchos casos, desarrollaron terribles adicciones, que hasta el día de hoy siguen, directa o indirectamente, aquejando (o terminando) las vidas de las personas que adquirieron el hábito de consumo de esa sustancia violentamente adictiva.
Casi 20 años después, la directora Perry Peltz dirigió para el mismo canal otro documental relacionado con el tema, que en la comparación con Black Tar Heroin presenta tantas similitudes como significativas diferencias. Warning: This Drug May Kill You trata de una nueva epidemia actual de adicción a los opioides, pero una mucho mayor y aun más letal, esta vez centrada, más que en los grandes centros urbanos, en las comunidades del interior de Estados Unidos, y además, de origen totalmente legal. El título del documental (“advertencia: esta droga puede matarte”) parece más tremebundo y vulgarmente precautorio de lo que realmente es, ya que no se trata de un eslogan, sino de una ironía en relación con los textos de contraindicaciones que suelen incluir las drogas legales, sin que esté presente una afirmación tan directa a pesar de que sea estrictamente verdad. También sería irónico, si no constituyera una trágica consecuencia lógica, que la epidemia de adicción a los opioides que está devastando a las olvidadas comunidades de estadounidenses blancos (las mismas que, en su gran mayoría, apoyaron la candidatura a la presidencia de Donald Trump con la esperanza de que sus problemas pasaran a ser prioritarios) no tiene su fuente de suministro en ninguna pérfida red de traficantes latinos de Colombia, México o alguno de esos países que los republicanos consideran la fuente de todos los males tóxicos, sino en la industria farmacéutica estadounidense, rozagante y más lucrativa que nunca, que suele colaborar generosamente con los políticos conservadores que apoyan todo tipo de desregulaciones y la disminución o directa eliminación de los controles estatales. En otras palabras, se trata de una adicción en la que los dealers no son personajes siniestros y oscuros parados en una esquina de un barrio bajo, sino sonrientes médicos con propensión a las soluciones químicas inmediatas, y los grandes traficantes millonarios no integran sórdidos cárteles ilegales de países de habla hispana, sino que son empresarios y dueños de enormes corporaciones medicinales en Estados Unidos.
Esto no es ninguna revelación inesperada de Warning: This Drug May Kill You, ya que se trata de un fenómeno que ya ha sido objeto de numerosísimas notas periodísticas e incluso de algunos documentales previos, pero la intención del film de Peltz no es tanto informar sobre la magnitud del problema, sino darle rostros individuales y reconocibles, enfocándose en cuatro historias de abuso de drogas con comienzos y finales parecidos. Si los tristes protagonistas de Black Tar Heroin eran jóvenes arrastrados a una vida marginal de hurtos, prostitución y pequeños delitos realizados para costear sus adicciones, los de Warning: This Drug May Kill You son de la clase media o alta de los suburbios. No se trata de aspirantes a artistas incomprendidos, o de integrantes de etnias minoritarias u oprimidas, sino de jóvenes blancos con formación universitaria y empleos o proyectos vitales estables y, al menos en uno de los casos –el de una asistente social–, filantrópicos e inspirados en la conciencia social. Pero lo que más diferencia a las víctimas cuyas historias se narran en este film de las de otros anteriores –documentales o de ficción– es que sus adicciones no tuvieron origen en una curiosidad cultural, hedonística o experimental, sino en prescripciones innecesarias o irresponsables de calmantes poderosos y fuertemente adictivos, para el tratamiento de dolencias eventuales o con empujes cíclicos (fracturas, cálculos renales). En alguno de los casos, la adicción a calmantes legales lleva a la de opiáceos ilegales como la heroína –que también supo ser una droga legal, e incluso de receta libre en su tiempo–; en otros, son simplemente las pastillas recetadas por los médicos las que conducen a historias abrumadoras de adicción en personas que, paradójicamente, parecen ser la imagen misma del “sueño americano” (como una madre de familia de alto nivel económico, con unos hijos y un esposo aparentemente amorosos y comprensivos, que llega a quebrarse las muñecas para que le receten opiáceos). Pero la responsabilidad del automatismo prescriptivo de los médicos es también parcial, porque, como recuerda el documental mediante la inclusión de algunos spots televisivos, varios laboratorios realizaron campañas publicitarias desestimando explícitamente el potencial adictivo de sus calmantes, que en algunos casos pueden causar severas adicciones con sólo un par de semanas de uso. Los nombres –Vicodin, OxyContil, Fentanyl, Percocet– pueden sonar más elegantes y terapéuticos que “heroína de alquitrán negro”, pero los efectos son muy parecidos a los de los protagonistas de Black Tar Heroin. O peores, ya que otra diferencia notoria entre los dos documentales es que el de 1999 estaba narrado por los propios adictos, y este, salvo en un caso, por los padres y familiares que los sobrevivieron.
Como decíamos antes, este film no pretende un análisis global de la adicción a los opioides en Estados Unidos, sino el acercamiento –sin mucho refinamiento visual– a casos concretos que visibilizan una autodestrucción sutil y frecuentemente invisible. Esa aproximación subjetiva, testimonial y emotiva incluye –como se está volviendo demasiado frecuente en los documentales sobre problemas sociales– algunos golpes bajos que cabe suponer más o menos guionados o escenificados para la cámara (una madre abrazando con cara dramática a su hija adicta dormida, una pareja de padres llevando flores al cementerio donde yace su hijo), pero hay que convenir que se trata de un fenómeno en el que no hay que forzar situaciones dramáticas para que estas emerjan. De cualquier forma, da la impresión de que el film necesitaría un poco más de contexto y de opiniones calificadas, además de las de gente cercana a las víctimas; de hecho, las escenas de mayor impacto inmediato están al comienzo, cuando luego de mostrar spots en los que amables actores, con aspecto de expertos o doctores, aseguran que el uso de las drogas que recomiendan es más que seguro, hay una extensa recopilación de filmaciones callejeras con celulares en las que se ve a un estremecedor número de hombres y mujeres colapsados en público por sobredosis.
El tema puede parecer lejano y muy estadounidense, pero no hay países libres de los excesos irresponsables de prescripción. Por otra parte, es bastante iluminador para tener una idea de lo urgente del tema, ninguneado durante los mandatos de Barack Obama y que fue bandera de la campaña republicana, aunque hasta ahora el gobierno de Trump parece ser totalmente incapaz de delinear una política sanitaria seria ante esta verdadera epidemia, que el desmantelamiento del Obamacare probablemente va a agravar. Sólo en 2016 murieron de sobredosis –principalmente causadas por derivados legales del opio– 62.000 estadounidenses, un número superior al de los que cayeron en toda la Guerra de Vietnam. Para la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos, por su sigla en inglés), se trata de la mayor crisis sanitaria de Estados Unidos en la actualidad, y este documental es apenas una visión acotada y muy metonímica del problema, la pequeña cresta de un iceberg gigantesco y silenciosamente mortífero.
Warning: This Drug May Kill You, dirigido por Perry Peltz. Estados Unidos, 2017. HBO.