En algún momento, los directores con sueños de pasar a la historia de Hollywood hacen una ambiciosa película sobre el mayor de todos los conflictos humanos, la Segunda Guerra Mundial, y los que tienen más aspiraciones a la grandeza eligen recrear alguno de los principales combates en los que participaron las fuerzas anglosajonas.

Así, la batalla de Arnhem fue inmortalizada por sir Richard Attemborough en Un puente demasiado lejos (1977); la de Iwo Jima, por Clint Eastwood en dos ocasiones consecutivas –Banderas de nuestros padres y Cartas de Iwo Jima, ambas de 2006–; la de Guadalcanal, por Terrence Malick en La delgada línea roja (1998); la de Okinawa, por Mel Gibson (Hecksaw Ridge, 2016), y el desembarco del Día D, por Samuel Fuller en The Big Red One (1980) y por Steven Spielberg en la consagratoria Rescatando al soldado Ryan (1998), con la cual, en muchos aspectos, estableció el modelo que todos han intentado repetir desde entonces.

Ahora es el inglés Christopher Nolan quien, luego de revolucionar el género psicológico-policial con Memento (2000), el de superhéroes con Batman: el caballero de la noche (2008) y el de ciencia ficción un par de veces con El origen (2010) e Interestelar (2014), decidió hacer lo mismo –y, según las primeras reseñas, lo ha logrado– con el cine bélico, recreando uno de sus momentos más dramáticos, la evacuación de Dunkerque, en un film nombrado como el lugar donde sucedieron los hechos y que se estrena hoy en Uruguay.

Los hechos

Aunque ese episodio fue menos notorio y heroico que otras grandes batallas del Frente Occidental de la Segunda Guerra Mundial –al fin y al cabo, se trató de una operación en la que el triunfo consistió en salvar vidas propias y no en matar enemigos, algo que suele ser cinematográficamente más aprovechable–, la evacuación de Dunkerque, conocida no sin motivos como el “milagro de Dunkerque”, fue una de las acciones militares más notables y logradas de los años en los que la maquinaria bélica de Adolf Hitler parecía imparable, y permitió rescatar al núcleo de las tropas aliadas que se enfrentarían con las del Eje en África, sosteniendo el Frente Occidental hasta la entrada en la guerra de Estados Unidos a fines de 1941.

Dunkerque era y es un puerto en el norte de Francia, próximo a la frontera con Bélgica, en la zona donde la Fuerza Expedicionaria Británica –el ejército que Inglaterra había enviado para luchar junto a los franceses en la Europa continental– quedó embolsado cuando, utilizando su táctica de blitzkrieg o “guerra relámpago”, los alemanes invadieron los Países Bajos, esquivando la formidable estructura fronteriza de defensa francesa conocida como Línea Maginot.

Las divisiones panzer cortaron el contacto de la Fuerza Expedicionaria (y de miles de soldados aliados) con el resto del ejército francés, y todos habrían sido inevitablemente capturados o masacrados si no hubiera sido porque las fuerzas alemanas, temerosas de que se produjera un contraataque porque en ese momento tenían sus líneas de abastecimiento demasiado extendidas, detuvieron su avance frente a las playas de Dunkerque, donde los ingleses esperaban ser repatriados a través del Canal de la Mancha.

Aunque pocos esperaban que eso se lograra, la inactividad alemana durante tres días, en los que además el mal tiempo dificultó los ataques aéreos de la Luftwaffe, permitió al gobierno de Winston Churchill montar un gigantesco operativo de evacuación (la “Operación Dynamo”) en la que participaron tanto transportes militares como barcos civiles de toda clase, y que permitió sacar de Dunkerque a cerca de 380.000 soldados, cuya pérdida habría sido irreparable para el ejército inglés. La unión del esfuerzo civil y militar en aquella hazaña sirvió además para revitalizar el ánimo de los aliados, que venían de derrota en derrota, con la creación de lo que se conoció como “el espíritu de Dunkerque”.

La obra

En esa historia hay material épico suficiente para hacer no una, sino varias películas, y de hecho la de Nolan no es la primera en situar su acción o parte de ella en la evacuación. En 1958, el film homónimo Dunkerque (dirigido por Leslie Norman), del que la obra de Nolan no es una remake, también narraba la historia de un grupo de soldados durante la Operación Dynamo. En 1964, la francesa Fin de semana en Dunkerque (Henri Vernuil), protagonizada por Jean-Paul Belmondo y programada frecuentemente en la televisión uruguaya de los años 70, ofrecía una mirada más sombría sobre esa evacuación, contándola desde el punto de vista de franceses que habrían sido relegados en el rescate. Más recientemente, el drama Expiación (Joe Wright, 2007), basado en una novela de Ian McEwan, recreaba en una de sus principales escenas el dantesco escenario de la playa asediada.

Pero la película de Nolan se plantea, como es habitual en la escasa pero intensa filmografía del director, como una obra diferencial, con una producción proporcional a la magnitud de los acontecimientos históricos y decidida a marcar un antes y un después en el cine sobre hechos de la Segunda Guerra Mundial, algo de lo que al menos ha convencido al conocido crítico de la Rolling Stone Peter Travers, quien sostuvo –sin que se le moviera el bigote– que tal vez fuera “la mayor película de guerra que se haya hecho alguna vez”.

Aparentemente discrepa con ese juicio de Travers el no precisamente modesto Nolan, ya que en una entrevista para la publicación en internet IndieWire el director sostuvo que en realidad Dunkerque “no es una película de guerra. Es una historia de supervivencia y, antes que nada, un film de suspenso”, y aprovechó para explicar por qué –a diferencia de lo que ocurre en Rescatando al soldado Ryan o Hecksaw Ridge– los aspectos más grotescamente violentos y sangrientos de la batalla están atenuados en su obra.

Con música del multipremiado Hans Zimmer, Dunkerque no sólo fue filmada en las locaciones originales del norte de Francia (la película es una coproducción franco-inglesa-holandesa-estadounidense), sino que también se utilizaron algunas de las embarcaciones presentes en la evacuación y varios aviones de caza Spitfire sobrevivientes de la época. La historia es narrada por medio de tres personajes distintos del ejército inglés –un soldado de tierra, un aviador y un marino– y, con el objetivo de recrear una experiencia realista de los acontecimientos, Nolan no sólo utilizó un despliegue enorme de extras y vehículos, sino que además se propuso narrar su historia en forma eminentemente visual, con escasos diálogos y sin que aparezcan en pantalla los soldados alemanes, que, al igual que en la auténtica evacuación, son una presencia que agrede desde la distancia.

La crítica

El entusiasmo de la recepción general ha sido notable y el film tiene un rating de 93% de reseñas favorables en el sitio de promedios críticos Rotten Tomatoes, aunque en Francia algunos reseñistas señalaron que la película ignora el rol del ejército de ese país durante la evacuación, recordando que las visiones de un lado y el otro del Canal de la Mancha sobre el “milagro de Dunkerque” no son exactamente iguales. Una observación más insólita –aunque no tanto en estos tiempos– se hizo en algunos medios independientes de Estados Unidos, en las que se criticó al film por la falta de diversidad étnica entre los protagonistas, algo debido tal vez al hecho de que no había ninguna diversidad étnica en las tropas inglesas de la batalla de Dunkerque. En todo caso, el estreno de hoy está dando que hablar por motivos bastante más sólidos, y conociendo la filmografía de Nolan, lo espectacular está asegurado.