La gerontocracia y la falta de espacios que esta genera para los creadores jóvenes es un tema que siempre está en el debate a la hora de hablar del arte nacional. Algunos de los más viejos dicen que no hay nada interesante en lo que crean los jóvenes, y algunos de estos se quejan de que no encuentran los medios para expresarse. Lo cierto es que no es inusual encontrarse con antologías de nuevos escritores cuyos integrantes superan todos los 30 años de edad. En la poesía, género en el que además es particularmente más difícil encontrar espacios, el problema recrudece y es casi imposible acceder a lo que están haciendo los jóvenes poetas, pero los realmente jóvenes, que rondan los 20 años.

En 2012, tres jóvenes poetas, Miguel Avero, Santiago Pereira y Hoski, empezaron a recorrer los liceos, primero leyendo y contando sus experiencias, y luego haciendo leer a los poetas de cada liceo. Así surgió Orientación Poesía, un proyecto que permanece y que ya ha recorrido liceos de Montevideo, Canelones, Colonia, Durazno Minas y Rocha. Además, dada la cantidad de poetas y el entusiasmo y calidad de estos, se comenzó a llevar adelante un ciclo de lecturas llamado El camino de los perros, que se realiza una vez por mes: consiste en lecturas de estos jóvenes escritores y derivó en la publicación de una antología con 27 autores menores de 20 años, que participaron en el proyecto en 2015 y 2016, y 27 ensayos de otros poetas sobre los incluidos en esa antología. Del proyecto, de poesía en general y de cómo esta generación está cambiando la forma de entenderla, no sólo por medio de este ciclo, sino también al generar otro tipo de relaciones entre escritores y de difusión, con movidas como los Slam, la diaria habló con Hoski, uno de los coordinadores del proyecto, y con los poetas María Virginia Finozzi, Lucas Rodríguez Berrospe, Maite Burgueño y Agustín Torres.

–¿Cómo y por qué arrancó lo de Orientación Poesía?

Hoski (H): –En 2012, con Miguel y Santiago nos habíamos conocido en la vuelta y teníamos las inquietudes que tienen todos los poetas jóvenes: cómo llegarle a un público mayor que aquel al que llegaron nuestros padres, cómo renovar los contenidos literarios y cómo comunicarnos con las nuevas generaciones. Ahí aparece primero el interés por la poesía oral, que es algo que caracteriza a toda nuestra generación y de algún modo a la de los más jóvenes también, y de eso surge la idea de ir a leer a liceos. Yo fui un poco escéptico –en realidad, soy el más conservador–, pero empezó a andar eso de ir a los liceos, contar cómo es lo de ser un escritor joven y ver qué onda cuando los gurises recibían poesía contemporánea. Al mismo tiempo, estábamos rompiendo con los lugares donde mostrábamos lo que hacíamos. Me pasó que cuando empecé con las lecturas en bolas y esas cosas necesitaba romper con los espacios de recepción y de exposición literaria, y aquello nos vino al pelo. Ya no nos estaba escuchando la vieja de la Casa de los Escritores, sino un pibe de 15 años. Estar del lado del docente también nos ayudó, porque empezás a ver la literatura como un proceso vivo: dar el canon todos los años no llena todos los espacios.

–¿Hubo resistencias en secundaria?

H: –Lo que pasa es que al principio apelamos a docentes amigos; gente joven, copada. Y después el proyecto empezó a andar solo. Muchas veces se lo trabajó como un proyecto de excepción dentro del programa; bienvenido sea, igual. Algunos apuestan a más. Secundaria sigue siendo un ambiente estructuralmente conservador; hay mucha gente que intenta romper con eso, pero son focos individuales. No existe un programa que te avale. Por ejemplo, la inspección de secundaria apoya el proyecto y felicita los cambios en el programa, pero el programa oficial no te habilita a llevarlo a cabo. Depende de la voluntad del inspector.

–¿Cómo encaran el trabajo de creación poética?

María Virginia Finozzi (MVF): –No te puedo decir que me dedico todos los días a escribir poesía: vas tirando y anotando cosas, sacando apuntes, y después hay un momento en que te das cuenta de que con todo eso tenés que hacer algo. No quiero ser una escritora profesional que se dedique a eso y esté 24 horas escribiendo sentada en un escritorio. Lo hago como una parte creativa que quiero alimentar, pero también tengo otra vida aparte de la poesía.

Lucas Rodríguez Berrospe (LRB): –Obviamente, el hecho es que las responsabilidades estudiantiles no te dejan dedicarte a esto completamente, pero la poesía tiene una importancia mayor en mi vida que muchas otras cosas. Va más allá de lo típico de crear para uno mismo; es crear para el otro, es una retroalimentación constante. Hoy en día, tomo a mi poesía más como un collage que como el fruto de sentarme horas a escribir.

Maite Burgueño (MB): –Lo mío va por el lado de alimentar una línea creativa. Tengo períodos en que no escribo un carajo y está todo bien. No estoy todo el día pensando en eso.

H: –El proyecto tiene que ver con eso: no forzarte a hacer algo, sino hacerlo cuando tengas ganas. La creación va más allá del arte, por el hecho de crear. Ellos son la primera generación del proyecto, y ahora hay un recambio, están apareciendo nuevos gurises. Y ellos están en un proceso de transición en el que empiezan a presentarse a concursos, becas.

–¿Por qué en Uruguay no se publica a jóvenes de esta franja de edad?

H: –Primero, hay un problema de gerontocracia, y segundo, un problema intrínseco de reconocimiento artístico.

LRB: –Capaz que en Uruguay a nivel de poesía se ve una estructura más clásica y una madurez que se cree que no se puede conseguir en la juventud. Y eso no tiene razón de ser: a nivel literario la madurez no tiene que ver con la edad.

H: –Es un problema sociológico. En Uruguay el reconocimiento artístico surge de grupúsculos que se dan autobombo, cinco o seis personas que se van a ver, un editor... En Uruguay llegás a los 50 años y, como podés tener una jubilación de mierda, también podés tener un reconocimiento de mierda. No se aspira a una cuestión de calidad en relación con el reconocimiento. Además, si tenés 50 años y todavía estás peleando por poder vivir de lo que hacés y tener un reconocimiento mínimo, olvidate de que al tipo que tiene 20 le den bola. Y eso en Montevideo, imaginate en el interior.

LRB: –Nuestra experiencia de ir al interior nos mostró que la movida cultural es prácticamente nula. Es todo autogestionado.

MVF: –Hay quienes se mueren siendo considerados “artistas jóvenes”, “promesa de”. Si no te morís, el reconocimiento puede llegar con los años. Pero tiene que haber una forma de decir “no soy promesa de nada; reconoceme ahora, porque en diez años no sé si voy a estar haciendo esto”, y tampoco está bueno seguir haciéndolo en busca de un reconocimiento que no siempre llega.

H: –La intención es poder construir discurso crítico como fotografía del instante, ver las líneas y las posturas estéticas de los que escriben ahora y tienen 20 años, pero no como promesa de la obra que van a tener. Muchos de ellos han abandonado el proyecto, por ejemplo.

LRB: –A uno le pasa que ve lo que escribió hace un tiempo en el blog de El camino... y dice ¿para qué publiqué esto? Pero habla de la instantánea del momento.

–Y es cambiar eso de no publicar hasta que algo no sea la obra maestra.

H: –Es que hay un fetichismo en torno al libro que es impresionante. Hay gente que me ha reprochado que publiqué cosas antes de los 25 años. Es una instancia de objetivación. Cuando sacás algo de tu casa y lo ponés en el mundo, eso te hace crecer. Esto es un proyecto de educación, y eso es didáctico.

LRB: –Te permite madurar. Ese producto tuyo sale y es criticado, y esa crítica te va a hacer madurar.

H: –El artista uruguayo tiene un narcisismo mal manejado. Y la edad para hacer mierda el narcisismo es la que tienen ellos. Porque si tenés 50 años y estás llorando en las redes por un mango del Ministerio de Educación y Cultura, no entendiste nada. Es pensar que siempre hay alguien que tiene la pija más grande que vos, y que además, tenerla más grande que el resto no es la gracia.

–Más allá de que deben tener rasgos en común con poetas jóvenes de otras generaciones, ¿ven rasgos particulares en esta, a nivel estético o ideológico?

H: –Hay un retorno a ciertos tópicos del romanticismo y el simbolismo, aunque eso está en la matriz misma de la poesía joven uruguaya de todos los tiempos. Pero hay cosas interesantes; por ejemplo, que la poesía femenina se ha deslizado del clásico erotismo intimista a una poesía autodestructiva, más punk, que trabaja el cuerpo como el lugar de escritura. Quizá los grandes puntos fuertes de esta generación sean el uso de la imagen deformada y una gran influencia de la poesía oral. Pero claro, es fuertemente heterogéneo.

MVF: –Es súper amplio, pero hay algo que nos une a casi todos, y es escribir por otro, o respaldado en el otro. Está roto el poeta romántico del Parnaso, encerrado en su cuarto; siempre hay gente alrededor. Primero se vive y después se escribe.

LRB: –Es también romper con el aura clásica de los poetas.

MB: –Leernos entre nosotros es fundamental. Creemos que ser poeta es ser ladrón; nos robamos cosas y eso nos termina uniendo.

H: –Tiene que ver con los lugares en los que circulan la poesía y los poetas. Hay una mayor horizontalidad, no hay una intención de construir un Parnaso. La movida no es cerrada: todo aquel que quiera participar lo puede hacer, y no es descuidar la calidad. Hay formas de cuidar la calidad sin cerrar puertas.

–¿Sienten que hay un prejuicio ante la obra de autores jóvenes?

MVF: –Me he sorprendido. Cuando leés en los Slam se arrima gente a felicitarte, y está buenísimo.

MB: –Yo no lo he sentido mucho, porque no hemos estado en los lugares de los viejos vinagres.

LRB: –Es que la razón del ciclo es justamente salir del círculo.

H: –Si te corrés diez centímetros de lo esperado, en ciertos lugares te van a caer con todo. No estamos preocupados por el reconocimiento, sino por hacer. El debate hay que darlo, pero no en todas las instancias; está sobrevalorado.

–Hay un debate muy antiguo, que quizá a esta altura esté obsoleto, pero que sigue apareciendo, acerca de que la poesía debe tener una función, servir para algo. ¿Ustedes qué creen?

MVF: –Yo tengo un dilema. Hago arte porque me gusta, pero tengo tendencia a encontrarle la función de herramienta a todo. Tengo además cierta admiración por la poesía comprometida de América Latina; creo en la poesía como herramienta para dinamitar este mundo y construir otro.

Agustín Torres: –La poesía sirve para dar sentido. ¿No te pasa que cuando alguien habla y te dice que “pasó hermoso”, y lo repite una y otra vez, no te podés imaginar lo hermoso que pasó? Como la palabra no basta, se tiene que asociar con algo más. Cosas que el individuo no sabe cómo explicar pero las explica, a través de un lenguaje que no está tan pactado.

–¿Cuáles son los próximos objetivos del proyecto?

H: –Hay dos desafíos: uno es la edición en papel de un panorama crítico de este proyecto, y el otro es generar una red nacional de escritores. Esto no tiene un verdadero papel revolucionario si no salimos ya de Montevideo. Hay que escapar de este onanismo.

Es hoy | El cuarto encuentro de En el camino de los perros se realizará hoy a las 21.00 en el Bar Bass (Charrúa 2547, esquina Brito del Pino). Leerán Sofía Lamas, Nacho Torres, Ailín Curbelo, Alexandra López (Lima Limón) y Micaela Barón (musicalizada en vivo por su amiga Nathiel), y participarán como invitadas Cami Diamant y Gabriela Escobar. También habrá música a cargo de Portillo.