Hay muchos que tienen la impresión de que la agricultura familiar está en decadencia como actividad productiva debido al desplazamiento general de la población de las zonas rurales a urbanas y también de una invasión de la lógica capitalista sobre las tradicionales formas de producción y abastecimiento.

“Cambios en la producción familiar y empresarial del Uruguay entre el 2000 y el 2011. Dos lógicas y dos historias” es el trabajo de tesis de doctorado del sociólogo Joaquín Cardeillac, que en una de sus aristas se centra en esta discusión, que fue presentada ayer durante las mencionadas jornadas académicas. Cardeillac distingue la producción familiar de la capitalista porque en la primera “se da una lógica de superposición de la unidad doméstica y de producción, de la productiva y reproductiva, conformando un estilo de vida”, mientras que en la segunda simplemente se busca la ganancia con el fin de lucrar.

La elección del período de estudio obedeció a dos motivos: uno operativo, los años en los que hay información aportada por los censos agropecuarios realizados por la Oficina de Estadísticas Agropecuarias del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca; y otro sustantivo, que responde a que se trata de un período interesante desde el punto de vista sociológico porque “pasan muchas cosas”. Algunas cifras dan cuenta de esto: en esos 12 años se compró y vendió 44% de la superficie total productiva del país –lo que da una idea de la magnitud del proceso–, desaparecieron un total de 12.241 productores –uno de cada cinco– y hubo un ajuste en la escala, ya que la superficie promedio de los predios aumentó su tamaño 27%.

El cambio en el número de explotaciones agropecuarias se produjo como resultado de las entradas y salidas de la actividad de los encargados, explicado por tres componentes: uno regular y predecible, que tiene que ver con el envejecimiento y el retiro de las personas, natural al ciclo de vida; otro más variable, que tiene que ver con la salida anticipada de productores en edad activa, sea por conveniencia en la venta de la tierra producto del aumento de precios en los últimos años o por la dedicación a otra actividad; y un tercero, que es la entrada de nuevos productores.

Gráfico

En este sentido, se manejan dos conjuntos de hipótesis respecto de este flujo: una obedece al determinismo económico y la tendencia a la polarización, que es el término que utiliza Lenin para referirse a la tendencia de algunas actividades productivas a capitalizarse; el otro refiere a los cambios cíclicos vinculados al ciclo biológico o vital, la familia y el hogar, basados en los estudios del economista agrario ruso Aleksandr Chayánov.

En relación con estos puntos de partida, Cardeillac observó que existen tendencias distintas para el caso de los empresarios en comparación con los productores familiares uruguayos. Entre los primeros es común que haya más entradas que salidas de la actividad hasta edades más tempranas (45 años contra 50). También que son más los productores familiares que se jubilan después de los 65 años (79,5%) que los empresarios (61,8%), y que hay una proporción sensiblemente mayor de retiros “anticipados” entre estos últimos que entre los productores familiares, de 43% y 20,5% en cada caso.

Cardeillac llegó a la conclusión de que el número de “jóvenes” –considerados como tales los menores de 40 años– que entran en estas pequeñas producciones es “insuficiente para reemplazar a los que se retiran”, ya que el período en estudio estuvo caracterizado por la carencia relativa de entradas de nuevos productores en edades jóvenes, en buena parte por “obstáculos” a la entrada a nivel del mercado de tierras, sobre todo en los estratos de tamaño más pequeños.

Por otro lado, se observan dos “tipos sociales” con “comportamientos, respuestas y trayectorias significativamente distintas a los cambios y condiciones del entorno”, explicó el sociólogo. El análisis por generaciones muestra un ajuste a la hipótesis del “determinismo económico” de Lenin para el caso de los productores empresariales, mientras que para el caso de los familiares la desproporcionada incidencia de salidas a edades avanzadas resulta más consistente con las hipótesis del “determinismo biológico” de Chayánov y la importancia del ciclo de vida.

La disminución del número de productores familiares observada entre los años 2000 y 2011 es resultado conjunto de una elevada tasa de retiro entre los productores añosos y una muy baja tasa de entrada de productores nuevos en edades jóvenes o de reemplazo. En este sentido, Cardeillac advirtió de una “dificultad” para la reproducción de la producción familiar, en la que se presenta como un factor determinante el “abandono generalizado” –en todas las edades– de la actividad por parte de productores empresariales de pequeña escala, pero sin observar, sin embargo, un desplazamiento generalizado de estos hacia los productores familiares.

Fuerza sindical

“Logros sindicales y relaciones de poder” es un proyecto realizado por Valentina González, de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA), en el marco del Espacio Interdisciplinario Pensamiento Crítico de América Latina. Aborda el caso del SUNCA como un nuevo modelo de participación en el ámbito gremial, estudiado entre 2005 y 2014, y también fue presentado ayer durante las jornadas.

La idea de la contadora fue investigar los logros en la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores de la industria de la construcción a partir de los cambios institucionales que se produjeron en el mercado de trabajo en la última década. “No sólo se centra en lo que implica el cuidado de la salud, sino [que es] un análisis más integral, buscando comprender las interacciones o mecanismos causales que generaron los resultados que vemos en este caso que consideramos ‘desviado’”, agregó la docente de la FCEA.

Una explicación posible al crecimiento de la fuerza sindical del SUNCA –“quizá la más obvia”, acotó González– es que se produjo en un contexto de crecimiento de la economía y del sector en particular (que pasó de ser 5% a 10% del Producto Bruto Interno), aunque esto no explicaría el fenómeno, ya que “en los años 90 también se dio este contexto favorable, pero no hubo una mejora en las condiciones laborales”.

En 2002 había casi 22.000 trabajadores en la construcción, cifra que 13 años después había ascendido a más de 80.000 –el pico más alto hasta ahora–. González también observó que los trabajadores de la industria de la construcción que buscan otro empleo –sea en la búsqueda de mayores ingresos, de estabilidad o de mejores condiciones laborales– era sólo 21% en 2014, la mitad que ocho años atrás.

Evolución del empleo en la construcción y porcentaje de afiliación al SUNCA

El “nuevo escenario” que se gestó para las relaciones laborales a partir de la ascensión de la izquierda al gobierno en 2005 tuvo su cuota de influencia en este incremento de poder de ciertos actores. “Parecía previsible que un partido de izquierda iba a tener una relación de hermandad con los sindicatos. Así lo denunciaron los empresarios, pero el propio gobierno lo percibió así”, afirmó la autora de la investigación.

Mediante entrevistas, publicaciones en medios de prensa, documentos sindicales y empresariales, el estudio de la legislación y de diversos datos estadísticos observó que los empresarios sostuvieron sus reclamos de mayor competitividad y flexibilidad laboral, presentaron una actitud de confrontación por la negociación colectiva, las leyes de Libertades Sindicales y de Responsabilidad Penal Empresarial, entre otras, y consideraron que los cambios institucionales no fueron claves para la transformación de las relaciones laborales en la construcción, porque ya existía tradición negociadora desde 1985. Si bien durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, en 1992, se cancelaron los Consejos de Salarios, algunos sectores, como el transporte y ciertos grupos de la construcción, mantuvieron la negociación colectiva. El sector empresarial evaluó positivamente los fondos sociales bipartitos y afirmó que comparte la preocupación por la seguridad y la higiene, aunque planteó que la llave para el cambio es la capacitación.

En tanto, los propios sindicalistas consideraron que si bien la llegada al gobierno nacional del Frente Amplio generó “mejores condiciones para la lucha”, no fue suficiente. Lo que gestó el cambio fue “la unidad y el factor organizativo a lo largo del país” mediante la concientización sobre la importancia de la defensa de los derechos laborales y la conquista de otros nuevos por medio del diálogo y la movilización. La densidad sindical entre los trabajadores del sector ascendió de 4% en 2002 a 57% en 2014.

González destacó que en la negociación colectiva de la industria de la construcción, “más de dos tercios de los temas tratados tienen que ver con aspectos no salariales”: las condiciones laborales, la libertad sindical, la estabilidad laboral mediante la creación del Fondo de Cesantía y Retiro –que “hace más costoso contratar un trabajador a término que uno de manera indeterminada”–, la duración de la jornada, la cantidad y calidad del trabajo, la no discriminación en términos de equidad de género y las condiciones de seguridad e higiene.

La contadora afirmó que se trata de “un nuevo modelo de participación” que generó una “revitalización sindical” en la que los componentes claves para generar mejores condiciones laborales fueron la “colaboración” mediante “espacios participativos y comisiones en las que se negociaban diversos aspectos en relación de cooperación”; las reformas internas, con el refuerzo de la presencia en los centros de trabajo, campañas de afiliación, asambleas y manifestaciones populares; las estrategias novedosas de comunicación, como las campañas de firmas, el replanteo de la televisión como medio y las intervenciones urbanas; la praxis solidaria como medio alternativo de participación, como el “SUNCA solidario”; y, por último, el fortalecimiento institucional de la organización sindical, que produjo una mayor incidencia en la sociedad y también en el ámbito legislativo.