Es domingo, la parte montevideana del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) está llegando a su fin y nos encontramos con Kjell Westö (Helsinki, 1961), uno de los artistas extranjeros invitados, en el soleado patio de la librería Escaramuza, que está cerrada al público. Aunque en Uruguay sólo circula (y desde hace muy poco tiempo) una de sus novelas, Espejismo 38, publicada en su idioma en 2013 y en español en 2016 (por la editorial Nórdica), Westö es desde hace cierto tiempo uno de los escritores más reconocidos de Finlandia. Poeta, periodista y narrador, publica libros en sueco desde 1986, pero fue en 2006, con su novela Por donde una vez caminamos (ganadora del Premio Finlandia y publicada en España por la editorial Miscelánea en 2009), que su fama comenzó a hacerse más internacional.

Espejismo 38, ganadora del Premio de Literatura del Consejo Nórdico, es una novela ambiciosa y fascinante, que centra su acción en el año del título, en la ciudad de Helsingfords (nombre sueco de la capital finlandesa). Con Hitler en el poder en Alemania, Franco a punto de ganar la Guerra Civil Española y un mundo conmovido por bruscos cambios a nivel social y político, las opiniones dividen a un grupo de amigos, todos profesionales, que conforman el Club de los Miércoles. Finlandia entera es de hecho ambivalente frente al nazismo, aunque, cuando en una competición de atletismo un corredor judío es injustamente declarado en cuarto lugar por los jueces, esa ambivalencia parece menos clara. La sociedad, de todos modos, está dividida, y la maestría de Westö radica en mostrar, en un complejo juego con la focalización y la perspectiva, las distintas opiniones ante no sólo la inminente guerra, las autoridades y el cada vez más evidente antisemitismo del Tercer Reich, sino también temas tan diversos como los nuevos roles de género que surgían con la ampliación de los derechos para las mujeres o distintas expresiones de la cultura, como el cine o la música.

A su vez, por medio de uno de sus personajes más complejos y atrapantes, Matilda Wiik, dueña de un gran secreto que mueve la trama, se hace presente en la novela, mediante la memoria, la dramática guerra civil finlandesa de 1918, que enfrentó, en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, a los “rojos”, que buscaban establecer una república socialista (con el apoyo de Rusia, que desde hacía poco estaba bajo el poder bolchevique) con los monárquicos y conservadores “blancos” (apoyados por el Segundo Imperio Alemán y finalmente vencedores). Como toda gran novela de este tipo, por medio de una serie de episodios basados en su mayoría en hechos históricos (el corredor protagonista de la estafa mencionada más arriba, por ejemplo, se llama aquí Salomón Jary, pero está claramente inspirado en Abraham Tokazier), Espejismo 38 crea un mundo consistente que se puede sentir incluso desde la lejanía (que, para nosotros, no se da sólo en el tiempo sino también en el espacio), tal vez, precisamente, porque aquel 1938 parece hablarnos de nuestro presente. Sobre esos temas y algunos más habló Westö, en un español muy correcto y salpicado de unas pocas palabras en inglés, con la diaria.

–¿Cuándo aprendió a hablar español?

–Cuando tenía 28 años, más o menos, aprendí un poco de portugués, pero después cambié al español, por varias razones: una fue que es más fácil de pronunciar para mí, mientras que el portugués es bastante difícil, pero la otra, más importante, fue que había leído, cuando tenía unos 25 años, a muchos escritores del mundo hispanohablante, sobre todo de América Latina.

En algunos libros en sueco, porque Suecia siempre ha tenido una relación mucho más estrecha con América que Finlandia, me había encontrado con los cuentos de Cortázar, de Borges, había leído a [Antonio] Skármeta, El túnel de Ernesto Sábato, a Fuentes, a Octavio Paz... Y eso despertó en mí un interés por ser capaz de leer a estos escritores en su propia lengua, así que empecé a estudiarla en la Sociedad de Amistad Finlandia-España en Helsinki, y lo hice durante años. Ahora mi español está un poco oxidado, porque no lo he utilizado mucho en los últimos tiempos, pero antes de venir para aquí leí “La autopista del sur”, de Cortázar, aunque tengo que confesar que no puedo leer novelas largas.

–Uno de los datos que llaman la atención es su bilingüismo. ¿Por qué eligió escribir en sueco?

–No fue una elección, porque nací en una familia en la que todos hablaban el sueco como lengua materna; hay una minoría de suecohablantes en Finlandia (5,5%, unas 300.000 personas). A decir verdad, durante casi 600 años –entre los siglos XIII y XIX– los suecos tenían el poder económico y cultural en mi país, que era la parte este de su imperio. Aunque Suecia es un país pequeño, en el siglo XVII, por ejemplo y sorprendentemente, tenía un gran poder en Europa. Así que hay una minoría, pero no es nueva. Hay gente que piensa que son una elite, pero eso es un prejuicio; en mi familia, por ejemplo, han cultivado la tierra y han sido pescadores durante siglos. Recién en las últimas dos generaciones hemos ascendido a ser parte de la burguesía, pero antes no.

–Me parece muy significativo, en el caso de su familia, que se mantuviera aferrada a su lengua por tantos años... Parte de mi familia viene de Italia, pero yo no escribo en italiano.

–Claro, aquí es distinto. Yo conozco las historias de Uruguay y de Argentina bastante bien, y ambos son países con mucha gente que ha llegado desde Italia, Alemania o Inglaterra, pero en los que el español es la lengua común, como pasa en Estados Unidos con el inglés; lo que hace posible esa situación bastante poco frecuente en Finlandia es que la minoría suecohablante fue en un tiempo tan poderosa que era capaz de mantener su identidad. Hoy hay diferentes maneras de ser suecohablante en Finlandia. Cuando todavía era niño, elegí –y subrayo la palabra “elegí”– ser bilingüe. Así que, aunque no escribo novelas en finés, porque soy mejor escritor y tengo un registro más amplio y más profundo en sueco, sí escribo cuentos, ensayos, crónicas... Y para mí el finés es un idioma muy cercano a mi corazón. Hay otros suecohablantes a los que no les interesa mucho esto y tienen su pequeño círculo.

–Finlandia – también estuvo bajo el dominio de Rusia.

–Sí... Suecia perdió a Finlandia en una guerra contra Rusia en 1809, y después de ese cambio pasamos a ser un Gran Ducado con bastante autonomía; fue así hasta 1917, cuando conseguimos nuestra independencia.

–Y poco después se desencadenó la guerra civil, que es un acontecimiento determinante tanto en esta novela como en Por donde una vez caminamos.

–Esto es una paradoja finlandesa. El 6 de diciembre de 1917 se declaró la independencia y sólo un mes y medio después caímos en aquella guerra civil, que a la vez fue la que nos liberó finalmente de Rusia. Todavía hoy, en Finlandia, la manera en que uno nombra a esa guerra dice dónde está parado políticamente: si uno es de derecha, muy patriótico, la llama Guerra de la Libertad, pero si uno es muy de izquierda –aunque no hay mucha gente así en Europa hoy–, dirá que fue una guerra de clases. Yo utilizo el término “guerra civil”, que es el que los historiadores han recomendado, porque es más neutral y porque aquel enfrentamiento efectivamente tuvo todos los rasgos de una guerra civil.

–Uno de los temas centrales de Espejismo 38 es la memoria...

–Es verdad, este es un tema en todas mis novelas. La memoria y si podemos confiar o no en ella, tanto desde lo individual como desde lo colectivo.

–Y también hay una gran preocupación por las clases sociales...

–Siempre. Que haya escrito tanto sobre la guerra civil finlandesa no es casualidad, pero es más casual que el hecho de que escriba tanto sobre las clases. Eso es un gran interés mío, y creo que se debe a diferentes razones, pero la principal es mi trasfondo personal. La familia de mi padre, antes de que él se fuera a estudiar y tuviera éxito, era muy pobre: mi abuela tenía seis hermanos y hermanas, mientras que la familia de mi madre era mucho más burguesa, porque en los años 20 uno de mis antepasados había fundado una fábrica de cuero, y tenían un muy buen pasar. Así que siendo un niño pequeño viví esas dos realidades, y aunque, por supuesto, no tenía términos para analizar nada entonces, eso me influyó mucho.

–La clase social parece incluso más determinante que cualquier otra condición... más que el género o la nacionalidad...

–Eso tiene que ver un poco con el hecho de que esta novela es sobre el año 38, pero tengo que admitir que sí, que la cuestión de clase es más importante para mí que, por ejemplo, la cuestión de género o la de la lengua materna. Creo que eso nos influye más de lo que muchas veces comprendemos.

–En alguna entrevista usted ha recordado una frase de Mark Twain, “La historia no se repite, pero rima”, y es inevitable pensar en el correlato que los acontecimientos de 1938 tienen con los de estos tiempos. ¿Cómo ve la situación de Europa?

–Muy complicada. Ahora tengo un nuevo libro [Den svavelgula himlen, algo así como “El cielo amarillo azufre”], publicado este año en Finlandia y en Suecia, pero cuando trabajaba con Espejismo 38 (en los años 2010-2011) sentía que había algo en la atmósfera de los años 30 que, de una manera que me preocupó bastante, se parece a la de nuestros tiempos. Cuando la novela fue publicada, en 2013, muchos periodistas y muchos lectores me preguntaron sobre esas similitudes y yo les dije que no hay que exagerar; por eso he utilizado esa cita de Mark Twain, para frenar un poco esa interpretación, pero hoy estamos a finales de 2017 y hay que confesar que las cosas en Europa no han mejorado, sino que han empeorado durante estos años y el mundo, o por lo menos el mundo occidental o europeo, está más loco mes a mes.

–Otro elemento de actualidad de la novela son todos los momentos en los que se falsifican datos: desde los pueblos falsos de Catalina la Grande a la alteración de los resultados en la carrera. Todo esto hace recordar a la posverdad...

–La falsa verdad, la verdad alternativa, sí.

–Eso – no estaba, supongo, en el momento de la escritura.

–Es cierto. Y temo que esta tendencia a manejar o a intentar manejar la realidad es algo eterno en el ser humano. La paradoja es que toda la tecnología y todos los medios que tenemos hoy y que no teníamos antes también pueden ser una buena cosa si los utilizamos para la democracia y la libertad de los pueblos, de los pobres, pero cuando manejamos o utilizamos estos medios de manera inmoral pueden ser peligrosos, y esto es lo que ocurre muchas veces hoy. Que gobiernos como el de Putin en Rusia, el de Trump en Estados Unidos o los de otros, en países más pequeños pero poderosos, utilicen así los recursos que tenemos me preocupa, me da mucho miedo.

–Cambiando un poco de tema, lo que más llega a nuestros países de la literatura nórdica...

–...son novelas negras...

–Sí... – Y a menudo se dice que, a través de sus historias, los autores intentan mostrar el lado oscuro de esas sociedades que a nuestros ojos parecen perfectas. ¿En Espejismo 38 pasa algo similar?

–Tengo que admitir que desde que era niño hasta los 30 años, aproximadamente, fui un gran admirador y un ardiente lector de historias policiales, thrillers, etcétera, así que me han influido mucho, y por eso en esa novela, en mi nueva novela y en una anterior he utilizado técnicas y elementos de esa literatura. El secreto, que es tan importante en Espejismo..., es típico de esos libros, pero yo sólo utilizo sus métodos, con otros fines. De momento, estoy bastante harto de que en los países nórdicos, especialmente en Suecia y en lengua sueca, que es en la que escribo, haya centenares de escritores de novela negra, y no puedo comprender cómo es posible que eso siga así año tras año... Creo que puede ser algo en nuestro inconsciente colectivo, porque tenemos esa imagen en el mundo, de contar con una buena educación y ser países muy modernos, muy racionales, muy lógicos, pero cuando se trata de nuestros seres humanos, siempre hay una oscuridad detrás, y la novela negra parece ser la manera en que expresamos nosotros, la gente nórdica, esa oscuridad.

–En cierto modo, también la novela histórica puede hacer eso, ¿no?

–Sí... y eso es lo que yo intento hacer muchas veces. Tengo dos tipos de novelas: unas que acontecen solamente en el pasado, como el año 38 –yo nací en 1961, así que no tengo memorias de aquello, por supuesto–, y otras que muchas veces arrancan en los años 60 o 70 y llegan hasta nuestros días, más o menos, pero también esas son, en mi opinión, novelas históricas, porque, por ejemplo, la nueva empieza en el verano de 1969, y eso ya es historia.

–En la reconstrucción de épocas debe ser muy importante su experiencia como periodista.

–El periodismo fue importante para aprender a investigar, pero también me dio una actitud sobre la escritura que es más pragmática, pienso, que la que muchas veces tienen quienes han llegado a la literatura mediante la universidad, y a menudo tienen más teorías sobre lo que hay que escribir que yo, que nunca he asistido a las peleas sobre el futuro de la literatura y cosas así. Estoy leyendo mucho y escribiendo mis libros, y basta.

–Su literatura, sin embargo, tiene elementos complejos en el armado, en la estructura. No se preocupa meramente por contar algo.

–Sí, yo creo que hago una literatura exigente. Como tengo muchos lectores –a decir verdad, muchísimos– en casa, a veces hay críticos que ponen mis libros en la categoría de best sellers, pero creo que es una literatura complicada, porque siempre estoy escondiendo cosas que no se ven con facilidad. Sólo si se lee con cuidado se verá que hay relaciones que están entre líneas.

–Yo no conozco esa faceta porque no ha sido traducida, pero ahí ¿no entra un poco su pasado como poeta?

–Es buena cosa que mi poesía de juventud no haya sido traducida, porque hoy me da un poco de vergüenza, pero por supuesto que me ha influido mucho. Cuando un escritor ha comenzado como poeta, como yo, siempre tiene cierta actitud ante el idioma, y cuando se trata de lenguaje, yo tengo una actitud de poeta. Si encuentro, por ejemplo, que hay algo problemático con el ritmo en un párrafo, voy a buscar mejorarlo, aunque se trate sólo de una sílaba.

–La poesía, y la cultura en general, también son importantes en la creación de atmósferas.

–No recuerdo quién ha dicho que una de las materias más importantes de construcción en las novelas son los detalles, pero uno tiene que elegir los detalles con mucho cuidado, porque es muy importante que sean los correctos. Cuando empecé utilizaba demasiadas referencias, pero algo que aprendí con el paso de los años es a utilizar menos, mejor elegidas. Y para encontrar un detalle correcto es posible que uno recoja cien descartables, pero ese detalle ayuda a crear un clima, un ambiente, que es una cosa que dicen en Finlandia y en Suecia que se me da bien.

–Un personaje de Espejismo 38 dice que “una de las carencias de la realidad” es que “tengamos que embellecerla incluso cuando se encuentra en todo su esplendor”, pero luego agrega: “Quizá no sea una carencia de la realidad, sino nuestra”. ¿Qué piensa usted?

–Ah, esa es una pregunta moral... Es un problema de la humanidad que nos resulte tan difícil ver la realidad como verdaderamente es, y deberíamos aprender a hacerlo, porque esta disposición al escapismo que tenemos es peligrosa: si uno no comprende lo que está ocurriendo de verdad en el mundo, es ciego o sordo, y en los tiempos en que vivimos somos demasiado ciegos y sordos. Yo también, porque ver el mundo tan cruel como es exige mucho valor y dureza. Es así que vivimos en un mundo en el que hay más entretenimiento que nunca y al mismo tiempo, por ejemplo, la riqueza está repartida entre cada vez menos personas. Si esta no es una locura, entonces no hay locura.

–¿El arte sería una manera de enfrentarse a la verdad?

–Sí, debería serlo. A veces no lo es, pero debería.