La legalización de la marihuana y el “presidente más pobre del mundo” tuvieron una repercusión mediática internacional que antes sólo le había sido otorgada a Uruguay por sus hazañas futbolísticas o la guerrilla tupamara. Circula mundo afuera la idea de un país fiestero, de avanzada, desprovisto de corrupción y socialmente justo, que contrasta con una realidad que, vista de cerca, es mucho menos lucida. Esta película juega con esos elementos, pero además agrega, en sí misma, otro dato jugoso para el surrealismo yorugua: el propio senador y ex presidente José Mujica trabaja como actor en esta comedia, haciendo de sí mismo (le sale perfecto).

La idea surgió de un video subido a Youtube en 2013, tomado con cámara oculta en una farmacia en la que Denny Brechner se hacía pasar por un farmacéutico que vendía marihuana cuando ya se había aprobado la legalización de ese comercio, pero faltaba mucho para que se implementara. Aquel video se viralizó, y Brechner concibió, junto con Alfonso Guerrero y Marcos Hecht, este proyecto más ambicioso. La historia es la de una supuesta misión, ordenada personalmente por el presidente Mujica a Alfredo (Brechner) y su mamá (Talma Friedler, madre de Denny en la vida real). Ante el problema de que la venta de marihuana se legalizó en Uruguay, pero no hay disponibilidad de la hierba en el país, ellos deben ir a Estados Unidos para encontrar una manera de importar 50 toneladas, sea como sea.

La película viene siendo descrita como un falso documental (mockumentary), pero no lo es exactamente, o al menos no en la acepción de que un mockumentary sería una película con la apariencia consistente de un documental, de forma que el espectador no advertido podría llegar a pensar que describe hechos verídicos. Aquí hay momentos que parecen ser documentales, pero hay otros que tienen un obvio tratamiento de ficción, satirizando el cine de espionaje (fundamentalmente, la trama básica). Una de las claves de la película es el estatus indefinido que tienen las escenas. Parecería que los actores principales se inmiscuyeron en distintos ambientes y se hicieron pasar realmente por una misión gubernamental, filmando las reacciones, con cámara quizá oculta o quizá visible, pero con las personas pensando que se trataba de un reportaje en serio. La secuencia con el embajador uruguayo en Washington tiene la apariencia de haber sido una joda práctica de ese tipo, aunque uno nunca lo puede asegurar: capaz que el embajador, al igual que Mujica, se prestó a actuar, y lo mismo puede haber ocurrido con algunas de las demás personas que aparecen. Que uno nunca esté seguro de nada de eso es parte del juego. Las escenas en las que aparecen los actores se alternan con imágenes de archivo de informes periodísticos (sobre todo de la reunión entre el ex presidente de Estados Unidos Barack Obama y Mujica), y otras con la misma apariencia pero que bien pueden haber sido realizados para esta película (con los periodistas haciendo de sí mismos, pero relatando hechos de la ficción).

Brechner y sus colegas se metieron en la gigantesca convención 420 (por 4/20, es decir, 20 de abril, Día Internacional de la Marihuana) en Denver, Colorado, el primer estado estadounidense en el que se legalizó la marihuana, en 2012. Allí integraron mesas redondas, expusieron como representantes del “primer país del mundo que legalizó la marihuana” y como integrantes de una ficticia Cámara Uruguaya de la Marihuana Legal, de la que llegaron a armar un stand, anunciado en la calle con un afiche que parodia el famoso del tío Sam (con el rostro de Mujica y las palabras I want you for Uruguay). Todos parecen haberlos recibido con los brazos abiertos, sobre todo cuando decían que venían de parte del “presidente más pobre”. Hablaron con figuras importantes en el movimiento por la liberación de la marihuana o en la pujante industria del cannabis de Denver; luego se trasladaron a Nueva York, entrevistaron a varias personas en las calles de un barrio “latino” preguntando dónde podían conseguir un proveedor, se metieron con inmigrantes jamaiquinos y, finalmente, con representantes políticos en Washington. Tanto Brechner como Friedler son desenvueltos y suficientemente caraduras para sostener sus personajes en las distintas situaciones aparentemente improvisadas. El que se revela como tremendo actor cómico es Tato Olmos, que hace el papel de jefe de Policía. Las personas con quienes se encuentran son todas cálidas y favorables a las libertades individuales. Algunas asumen esa posición en forma pública, otras con cierta timidez y cautela (es el caso del embajador y de algunos inmigrantes que moran en barrios humildes y que, obviamente, temen alguna implicancia legal negativa). Curiosamente, no se topan con ningún conservador que condene el uso recreativo de la droga. Algunas de las personas aparecen en cámara sin impedimentos, mientras que otras tienen sus rostros pixelados, lo que sugiere que en algunos casos se obtuvieron autorizaciones y en otros no, y que parece haberse respetado la disposición de cada uno a aparecer en la película, aunque es probable que algunos sólo se hayan enterado a posteriori de que los estaban filmando.

Los procedimientos son similares a los que suele usar Sacha Baron Cohen (en Borat –2006– y Brüno –2009–). Pero el comediante británico es mucho más bestia que Brechner: coloca a sus interlocutores en situaciones más extremas e incómodas, los expone al ridículo. Acá todo es más amable. Entre la estructura medio casual, que da la impresión de que los actores fueron por ahí viendo dónde se podían meter y qué podía salir de las improvisaciones y encuentros, y ese aire desprovisto de conflictos, la película puede resultar un poco chirle. Es decir, el humor es ligero e inconsecuente, y uno asiste a todo con agrado y buena disposición, pero se ríe una vez cada 15 minutos. De algunos de los chistes es posible llegar a reírse más en forma retrospectiva, quizá porque cuando ocurren en la película el momento está dominado más por el desconcierto que por otra cosa (me pasó en la escena, cerca del inicio, en la que, a falta de plata, Mujica decide remunerar a sus agentes con zapallos cultivados en su granja). Quizá sea una película ideal para verla fumado, con la risa suelta y fácil, la sensibilidad abierta para captar los pequeños absurdos y ganas de divertirse sin demasiada exigencia.

Misión no oficial, dirigida por Denny Brechner, Alfonso Guerrero y Marcos Hecht. Uruguay/Estados Unidos, 2017. Con Denny Brechner, Talma Friedler y Tato Olmos. Auditorio Nelly Goitiño; Grupocine Torre de los Profesionales; Life Cinemas 21 y Costa Urbana; Movie Montevideo, Nuevocentro y Portones; shoppings de Las Piedras y Punta del Este.