La competencia principal del Festival de Punta del Este está ceñida al cine iberoamericano. El jurado –integrado por el director brasileño Carlos Gerbase (Bio), las directoras argentinas Lorena Muñoz (Gilda) y Ana Katz (Mi amiga del parque), la actriz y directora uruguaya Verónica Perrotta (Las toninas van al este) y el chileno Claudio Pereira (organizador del Festival de Viña del Mar)– eligió como mejor película Matar a Jesús (comentada en la nota que se publicó el 23 de febrero). Los premios a la mejor dirección (Laís Bodanzky) y actuación femenina (Clarisse Abujamra) fueron para Como nuestros padres (Como nossos pais, Brasil), y el de actuación masculina (Eneko Sagardoy) para Handia (dirigida por Jon Garaño y Aitor Arregi, España). El premio del público consagró a El último traje (también comentada el 23 de febrero).

La otra sección competitiva es FilMusic Fest, dedicada a documentales sobre música (ver http://ladiaria.com.uy/Uqx del 19 de febrero). El jurado, integrado por el uruguayo Carlos Dopico, el argentino Fernando Brenner y quien firma, premió como mejor película a Ábalos: una historia de cinco hermanos, de Josefina Zavalía Ábalos; como mejor dirección la de Catherine Gund y Daresha Kyi en Chavela; y como mejor música la de Vinícius, dirigida por Miguel Faria Jr (todas comentadas en la nota del 19 de febrero). Hubo también una mención para Dominguinhos (Eduardo Nazarian, Mariana Aydar y Joaquim Castro, Brasil) sobre el fantástico acordeonista, compositor y cantante brasileño que expandió tremendamente las posibilidades técnicas y estilísticas del instrumento. La película propicia muchas posibilidades de apreciar los milagros musicales de Dominguinhos interactuando con Luiz Gonzaga, Anastácia, João Donato, Gal Costa, Gilberto Gil, Guadalupe, Nana Caymmi, Elba Ramalho, Djavan y Hermeto Pascoal. Su historia y sus opiniones aparecen en su propia voz, grabada por los realizadores un poquito antes de su fallecimiento en 2013, que expresa la simpatía y calidez del artista. Hay que ver su rostro, en un momento musical especialmente lírico, mirando enternecido a su acordeón como si este tuviera vida propia, como si la música brotara del instrumento hacia sus dedos, y no lo contrario. La realización audiovisual del film es cuidadísima, y se detiene por varios minutos en un juego de imágenes enlentecidas y granuladas que configuran una textura visual rústica, que se asocia con sonidos característicos del sertão nordestino en el que Dominguinhos creció (las chancletas de cuero contra el suelo reseco, la campana de la iglesia de pueblito del interior, los cascos de mulas, insectos, pájaros y, finalmente, la “respiración” muda del fuelle).

Aparte de las secciones competitivas, fueron exhibidos unos 30 largometrajes de una veintena de países de América, Europa y Asia. Aquí algunos destaques.

América

Benzinho (Gustavo Pizzi, Brasil/ Uruguay) es una narrativa hipernaturalista del cotidiano de una madre de cuatro hijos y su esposo, habitantes de una casa vieja en la que todo se rompe, en un barrio periférico de Petrópolis, Río de Janeiro. Es una sucesión de hechos cotidianos, enmarcados en el período de poco menos de un mes antes de que el hijo mayor, de 17 años, se mude a Alemania para profesionalizarse como jugador de handball. En la escala de eventos de la película, atenuada al nivel de lo muy prosaico y común, terminamos acoplándonos al peso emotivo que tiene la perspectiva de esa separación para una mujer que prácticamente vive para sus hijos. Quizá para conservar esa escala minimista, o quizá como una especie de juego con las expectativas, los dos hechos más dramáticos (una complicación burocrática que puede comprometer el viaje del muchacho y un episodio de violencia doméstica) quedan sin resolución. Pero esa radicalidad antidramática dista de traducirse en monotonía, gracias al humor, la fineza de observación, la inteligencia del montaje y de la articulación audiovisual. A veces la capacidad de impactar que le falta a la anécdota está suplida por lo formal, como al inicio: el gran plano general de la familia cruzando la rambla hacia la playa, la nota repetida de la música incidental creciendo hasta la explosión sonora y visual de la zambullida en el agua. Todo eso va a ser mezclado en el episodio de violencia, cuando, en forma intrigante y algo frustrante, el clímax es una zambullida similar: resulta que cambiamos de escena en plena acción y nunca sabremos bien cómo terminó lo otro. La imagen en picado de Irene y Fernando en la boya circular evoca en forma particularmente bella el afecto entre madre e hijo y la posición fetal en el útero. Es estupenda la actuación de Karine Teles, quien es además coguionista y coproductora de esta película tan particular y tremendamente bien realizada.

Asia

El tercer asesinato (Sandome no satsujin) es un inesperado thriller judicial de Hirokazu Koreeda, uno de los principales directores japoneses de la actualidad, asociado más bien con intimistas dramas familiares. Intimista sigue siendo, y en una conversación de pasillo durante el festival, el crítico Yamandú Marichal describió esta película, en forma brillante, como un “Rashomon hacia adentro”. Cuando comienza, parece clarísimo que Misumi cometió el asesinato, lo hizo por dinero y ya tenía graves antecedentes criminales. Al abogado defensor Shigemori no le toca más que buscar alguna manera de eludir la probable sentencia de muerte. En el desarrollo, sin embargo, todo se vuelve mucho más borroso. Al inicio, Shigemori dice que no es necesario conocer o comprender al acusado para defenderlo, asumiendo que para ello basta la ingeniosa búsqueda de debilidades en la acusación y de atenuantes para el delito. Pero distintas circunstancias van suscitando dilemas morales que lo llevan a una necesidad interior desesperada de entender qué fue lo que ocurrió realmente y por qué. Nunca lo sabremos del todo, e incluso pondremos en duda el estatuto de las imágenes iniciales del crimen: ¿serán realmente “lo que pasó”, o podrían ser la representación de lo imaginado por Shigemori? El abogado, de a poco, va poniendo en cuestión asuntos como el estatuto de la verdad, de la culpabilidad, del carácter criminal, de la acción de la Justicia. Como siempre, Koreeda extrae de sus actores (en particular, en este caso, del famoso músico pop Masaharu Fukuyama, que interpreta a Shigemori) una profundidad fuera de lo común, a partir de expresiones y gestos parcos, silencios y palabras que parecen emerger directamente del fondo del alma de cada personaje. La composición visual, basada en imágenes despojadas, casi siempre con fondos homogéneos y agrisados, es formidable. Impresionan sobre todo las interminables maneras distintas de filmar los diálogos entre Shigemori y Misumi, cada uno de un lado del vidrio, con destaque para los dos momentos en que la imagen de uno se fusiona con el reflejo del otro. El estilo detallista, que pone de relieve la expresividad gráfico-simbólica de cada plano y del montaje entre planos, contribuye a aislar una serie de motivos significativos (la comunicación a través del calor de las manos que se tocan, el gesto de pasar la mano por el rostro para limpiar la sangre). El final es, literalmente, una encrucijada. Esta película riquísima se puede prolongar por horas de discusión después de que se encienden las luces de la sala.

Europa

Una cuestión privada (Una questione privata, Italia/Francia) es la más reciente realización de los veteranos hermanos Vittorio y Paolo Taviani. Se trata por lo menos de la cuarta adaptación de la novela homónima de Beppe Fenoglio, publicada en forma póstuma en 1963 y ambientada 20 años antes, en las colinas de Las Langhe, en plena guerra civil entre partisanos y fascistas. La anécdota entrevera resistencia antifascista, un triángulo amoroso, celos y solidaridad. Como en La noche de San Lorenzo (1982) y Kaos (1984), los Taviani ponen el énfasis en anécdotas curiosas, sorprendentes y conmovedoras sobre pequeñas acciones de heroísmo, dilemas morales y la crueldad del fascismo, y combinan la rusticidad visual a lo Roberto Rossellini con un preciosismo plástico de gran potencia gráfica. Cada tanto los personajes desaparecen en la espesa niebla, y esos momentos son usados para las transiciones entre escenarios y entre épocas (la actualidad de la narrativa y los flashbacks).

Selfie (Víctor García León, España) acompaña al joven hijo de un ministro que acaba de ser encarcelado tras una grave denuncia de corrupción. Con todos sus bienes embargados, Bosco tiene que revolverse por primera vez en la vida por fuera de la opulencia. Es una comedia ácida: desprotegido del poder que lo rodeaba, se desnudan su ineptitud y su carácter egoísta, manipulador, incapaz de empatía y de solidaridad, una imagen nada favorable de quienes están destinados a ocupar lugares prominentes en la elite económica o política española. El título remite doblemente al egocentrismo del personaje y al hecho de que la película está hecha a modo de metraje encontrado (se supone que un amigo acompañó a Bosco en su cotidiano y lo filmó). Pero ese recurso está tratado en forma muy inconsistente, y queda más bien como pretexto para un rodaje medio improvisado, en el que varias situaciones y la película misma terminan quedando irresueltas. Es una pena, porque la idea era buena y esta realización chirle tiene algunos momentos buenísimos.

El festival cerró con En pedazos (Aus dem Nichts, Fatih Akim, Alemania), la ganadora del Globo de Oro y del Critic’s Choice Award como mejor película no hablada en inglés. El marido turco y el hijo de la alemana Katja son asesinados por un grupo neonazi. Los tres actos de la película lidian respectivamente con el horror y dolor ante la pérdida; el juicio a los culpables y la imperfección del sistema judicial; y, finalmente, la inclinación de Katja a hacer justicia por mano propia, con un final inquietante y lleno de resonancias amargas. La actriz Diane Kruger viene siendo premiada por su desempeño particularmente intenso.

Hasta mañana, miércoles, sigue un resto del festival en una de las salas de cine del Punta Shopping. Hoy dan la espléndida Una mujer, una vida (Une vie, Stéphane Brizé, Francia, comentada en el artículo sobre el 19º Bafici), junto a un título israelí (Una semana y un día, de Asaph Polonsky), y mañana habrá dos películas francesas (La más bella, de Anne-Gaëlle Daval, y 120 pulsaciones por minuto, de Robert Campillo).