Nueve fueron los cuentos que canonizaron al estadounidense JD Salinger como uno de los grandes referentes del género, y nueve son los relatos que el argentino Manuel Soriano –que vive en Montevideo desde 2005– acaba de editar en Alfaguara, como forma de homenaje. Nueve formas de caer –que ya se publicó en Argentina y llegará a nuestro país en abril– es la nueva propuesta del escritor luego de ¿Qué se sabe de Patricia Lukástic?, novela con la que ganó el premio Clarín 2015, en la que indagaba sobre el vínculo de una tenista y su padre, a partir de un desarrollo enfermizo, sugestivo y fascinante de todo lo que rodea a una profesional de ese deporte.
A lo largo de su obra parece que lo realmente importante, la certeza que va a resolver el conflicto o, por lo menos, lo dejará en evidencia, siempre se da al margen de la narración, o al filo de lo que se está contando. En esa línea, Soriano publicó en 2010 su primera novela, Rugby, en la que retrató, desde un cinismo personalísimo, el ambiente de los colegios de elite, el mundo del rugby, los prejuicios de clase, el racismo y la impunidad. Al año siguiente editó uno de sus libros más logrados, Variaciones de Koch, que ganó el premio Narradores de Banda Oriental: cada cuento tiene un protagonista en común –Koch–, que juega a ser todos los personajes y ninguno en particular. En 2013 sorprendió con Fundido a blanco, una novela sobre la crisis argentina de 2001, las manifestaciones, los saqueos, la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y las consecuencias de la dictadura militar, narrada por dos protagonistas: el hijo de un torturador preso y un escritor que rechaza todo lo que se vincule con la militancia.
Ahora, el personaje de Koch reaparece en Nueve formas de caer, un libro en el que se cruzan relatos en torno a la separación, a tensiones, obsesiones e impredecibles vaivenes interiores. Según adelantó Soriano a la diaria, se trata de una continuidad de la sensación de extrañeza y los breves atisbos de humor de Variaciones..., aunque se trata de un libro “más intenso y oscuro”.
De este modo, se alternan referencias a películas y actores con la historia de un hombre que debe cuidar a su bebé por dos horas; un grupo de compañeros que intenta simular una serie de saltos aprendidos de sus ídolos de artes marciales; o la incomodidad de un niño al descubrir un pequeño bulto en su oreja. Otros abordan sucesos cercanos y vinculados con Uruguay, como el que se basa en la última visita de Rodolfo Fogwill a Montevideo (en 2010, días antes de morir), y en todo “el entorno que se generó a su alrededor, con muchos seguidores esperándolo para saludarlo. Esta es la historia de un poeta que quiere regalarle su libro y en verdad no se anima a abordarlo”, contó Soriano. O el que retoma el homicidio de la adolescente argentina Lola Chomnalez, desde las elucubraciones de un grupo de viajeros. “Estaba en Valizas cuando se dio el caso de Lola Chomnalez, y si bien este cuento no apunta al caso, sí explora las distintas reacciones de la gente: hay una pareja con un hijo y una serie de viajeros que van rotando en un hostel. Es como si fuera la recreación del crimen desde diálogos y comentarios”, explicó.
En cuanto al tratamiento narrativo, el autor señaló que este conjunto de relatos se configura desde la perspectiva del protagonista, con una situación inicial “normal” que, poco a poco, comienza a advertirse como extraña o fuera de foco. Y si bien todo se da “a partir de decisiones que inicialmente se consideran correctas, con el tiempo va transitando hacia experiencias muy raras y ominosas. Lo que más me interesó fue todo ese proceso de razonamiento del protagonista, antes que la historia en sí. Por ejemplo, en uno de los cuentos, el narrador es un tipo que trabaja reseñando series desde su casa, se dedica a cuidar a su hijo” y comienza a entregarse a esa comodidad doméstica y cotidiana. Desde ese estado, “descubre que en su edificio hay un conflicto privado, y junto a su hijo comienza a investigar, a veces por internet y otras veces recorriendo los distintos pisos. Y si bien el resultado final es muy absurdo, su proceso es bastante lógico. Las decisiones que toma no son del todo equivocadas. Por eso, se puede comparar con el recorrido que se traza desde cualquier motor de búsqueda web, cuando muchas veces no se sabe cómo llegás a determinado resultado, pero cada decisión, en su momento, tenía un sentido, una lógica propia. Y eso es lo que tenía presente como ejercicio narrativo”.
Así, el libro se advierte como una nueva entrega sobre relaciones entre padres e hijos, vínculos de pareja, posibles incomunicaciones y personajes siempre marcados por una serie de instintos incontrolables, que los llevan al límite del delirio y la cordura. Pero, en paralelo, este hundimiento constante también habilita otras vías de salida. “ Acá [en Nueve formas de caer] la caída está concebida desde un sentido bastante amplio, pero en general lo que me interesa es esa sensación de vértigo y que el protagonista llegue a un punto de no retorno. Que quede en una suerte de deriva, que le genere que sea más fácil romper hacia adelante en vez de hacerlo hacia atrás, en vez de intentar retornar. Me gusta cuando logro que un personaje entre en esa encrucijada”, dijo. En ¿Qué se sabe de Patricia Lukástic?, en un momento se advertía que lo irónico de ciertas situaciones era que nunca dejaban de ser extrañas, por más cotidianas que se volvieran. Estas encrucijadas enrarecidas han ubicado a Soriano dentro de las propuestas más destacadas de la literatura uruguaya actual, que apuesta a escribir sobre esas fisuras que nunca logran ocultarse.