Discípulo, nada menos, que de las escritoras estadounidenses Toni Morrison y Joyce Carol Oates, graduado de Princeton con honores, y de la escuela de leyes de Harvard, Mohsin Hamid (Pakistán, 1971) se convirtió pronto en una figura de renombre en el panorama de la literatura en inglés. De hecho, desde su primera novela (Humo de mariposa, 2000) ha sido incluido con regularidad en las listas de lo mejor del año y ha quedado finalista en repetidas ocasiones para varios premios prestigiosos, como el PEN/Hemingway Award o el Man Booker Prize. Exit West es su cuarta novela, antecedida por El fundamentalista reticente y Cómo hacerse asquerosamente rico en el Asia emergente, y si menciono su título en inglés es para evitar la mala elección del traductor, que decidió llamarla Bienvenidos a Occidente y alteró así el sentido de la “salida” en el original, atribuyéndole al libro una intención que no parece tener.

De cualquier manera, la historia se centra en dos jóvenes que, provenientes de un jamás mencionado país de Oriente (de credo musulmán), deben huir a Occidente en busca de refugio. El borramiento de las coordenadas –aunque se nombran los destinos (Miconos, Londres, California), el origen permanecerá oculto– funciona como lo hace en las alegorías, y uno puede entender que los protagonistas tienen algo de arquetípico, lo que no deja de ser un problema.

Dado que es una historia de amor a través de varios continentes y a lo largo de casi una vida (todo apretado en menos de 170 páginas), su principal logro es, en la mayor parte, evitar el cliché y mantener el pulso con una prosa que utiliza recursos mínimos pero logra momentos expresivos. El personaje masculino, Said, es un musulmán convencido, respetuoso de las tradiciones y de la ley, que vive con su padre y su madre; el femenino, Nadia, utiliza una túnica negra que la cubre de pies a cabeza, pero no porque sea creyente, sino para evitar preguntas (esa es su paradójica libertad, que la acompañará durante toda su vida, aun cuando viva en Inglaterra o Estados Unidos) y mora sola en un pequeño apartamento. Al comenzar la novela, se conocen en un salón de clase y empiezan a enamorarse, pero los ataques de unos “militantes” a la ciudad, que acelerarán el romance, terminan pronto con el mundo aparentemente idílico en el que vivían. Hasta ahí, una historia bastante convencional, salpicada de gestos “rupturistas” (la chica invita a su novio a fumar marihuana, por ejemplo, y luego a tomar hongos que compra online), que a veces pueden resultar bastante extraños, como los vaivenes sexuales de los protagonistas, que oscilan entre la abstinencia autoimpuesta por Said (a ambos) y el deseo expresado a menudo por Nadia.

La novela, que es posible pensar como una fábula moderna, sigue el estilo de los cuentos de hadas (incluso desde la dicción del narrador) y tiene elementos que se pueden leer desde la fantasía, la ciencia ficción o el realismo mágico. El ejemplo obvio son las puertas que se abren en distintos sitios de las casas y se convierten en portales hacia lugares distantes del planeta. Esta posibilidad, que elimina el viaje tradicional (y los cientos o miles de kilómetros que los verdaderos refugiados deben recorrer a pie, en improvisadas lanchas o en dudosos camiones), abre, junto a otros rasgos narrativos, la posibilidad de que la novela sea pensada como una reflexión sobre un futuro en el que la migración es la norma, y en eso no parece ser excesivamente problemático (salvo algunos enfrentamientos con los habitantes originarios de los países a los que llegan los refugiados, todas las asperezas se resuelven al final, aunque nunca se explique de qué manera). Además, permite la existencia de varias minihistorias paralelas, que se alejan de la principal para centrarse en otros personajes sin incidencia alguna en la vida de los protagonistas y que actúan, de algún modo, como su contrapunto: un hombre que descubre una puerta antes de suicidarse y decide no hacerlo, un brasileño que conoce al otro lado de la puerta a un holandés y se enamora, etcétera. Historias que, por un lado, ponen en práctica otros usos de los portales (no para huir sino para viajar, por ejemplo), dan un respiro y, a la vez, buscan a veces la fácil emoción del público al que esta optimista fábula parece estar destinada.

Salvo por lo de las puertas, el universo que propone Hamid es muy similar al nuestro (hay más drones, eso sí), lo cual sólo hace pensar en todas las oportunidades perdidas por el autor. Por eso, más allá de una historia de amor que por instantes sabe conmover, de ciertos pasajes reflexivos (sobre el exilio, por ejemplo) y de su buena escritura, Bienvenidos a Occidente tiene poco que ofrecer a este reseñista. Al final, en sus postulados y su afán militante se cierra a toda discusión, y, como Said y Nadia después de tantos años, Hamid llega al mismo lugar del que había partido.

Bienvenidos a Occidente, de Mohsin Hamid: Reservoir Books, Barcelona, 2017. 178 páginas.