La música tropical uruguaya ha experimentado algunos cambios en los últimos años. Luego de más de una década en que, salvo excepciones, no hubo propuestas de importancia, surgieron nuevos artistas que acompañan a los históricos que siguen en la movida. El Gucci, Los Negroni, Damián Lezcano, Vanesa Britos, La Sandonga, Marcos da Costa y Mariano Bermúdez son las expresiones más representativas de esta nueva oleada. A propósito de su show de la noche de hoy en la sala Zitarrosa y de la inminente salida de su nuevo disco, El camino más largo, la diaria conversó con Bermúdez, quien luego de sus pasajes por Melómanos (la orquesta de Rolando Paz), La Revancha y Sin Límite, desde junio de 2012 ha desarrollado una carrera solista de importancia en la que fusiona ritmos actuales con la plena uruguaya más tradicional.

–¿Por qué surge la necesidad de salir de la dinámica de cada fin de semana y presentarse en la sala Zitarrosa?

–De un tiempo a esta parte, empezamos a componer canciones propias, que es algo que, aunque no debería, es extraño en un género que se ha llevado muy bien, a lo largo de la historia, con el cover. La idea era buscar hacer algo nosotros y ver en qué estábamos y para qué estábamos, cómo estamos posicionados, con el objetivo de dirigir la banda hacia un lugar diferente. Por eso nos decidimos a hacer otra Zitarrosa. El de la música tropical es un mercado complicado. Las condiciones de laburo no son las ideales. Podemos quedarnos en la queja o en buscarle la vuelta, y esta sala es esto: invitar a la gente a que vaya a ver qué podemos hacer cuando las condiciones son las que nosotros queremos en el escenario, las luces, el sonido. Si sale bien, estuvimos a la altura; si no sale bien, es todo culpa nuestra.

–¿Cómo reacciona el público ante un inédito, acostumbrado a encontrarse con canciones que reconoce?

–Está claro que la gente reaccionó de la mejor manera con “Cinco minutos”, el tema de Lucas Sugo. Quiere decir que hay que buscar la canción. Que en este último tiempo intenté expresarme de otra forma es verdad, pero la realidad es que he llegado a acumular todos los años en la música tropical, durante los cuales nos hicimos fuertes con el cover. Es premiado el que versiona mejor las canciones, pero a veces hay 20 bandas haciendo el mismo tema, y ahí ya estamos entrando en una zona peligrosa, de la que decidimos salirnos. Hay que conquistar nuevos públicos. Si funciona nuestra apuesta, habremos hecho un aporte al género, en lugar de pasar a la historia como una banda más de covers.

–La tropical cada vez graba menos discos, pero vos lo has hecho. ¿Qué sentido tiene hacerlo en un género que parece no necesitarlos para existir?

–En este último tiempo se puso de moda grabar en vivo en el boliche, y eso es un peligro. Ha habido canciones grabadas cuando faltaban músicos, sonaban mal o desafinados, y la canción se clavó: la que circula es la versión mala, mientras que la buena no sirve. Tenemos una anécdota buenísima. En 2013 decidimos hacer “Paisaje” [de Franco Simone, popularizada en ritmo tropical por Gilda]. Fuimos al Tropy y el DJ nos grabó para después pasar esos temas en el boliche. Ese tema se subió, el cable del micrófono se cortaba, las trompetas estaban mal, yo estaba inescuchable, pero la canción explotó. Al poco tiempo pasó lo mismo con “Te vas”: explotó el doble, aunque sonaba peor que la primera. Entonces hicimos un teatro El Galpón para grabar nosotros las canciones y hacerlas circular. Pensamos que era una idea brillante, lo pulimos en estudio, y no pasó nada con esas canciones. Es re peligroso.

–Y así circula la idea de que los músicos de tropical son unos músicos de mierda.

–Es complicadísimo. El sábado pasado hicimos siete bailes; vas, tocás, bajás corriendo del escenario, los utileros cargan las cosas y te vas a otro baile; tenés diez minutos para armar, y la acústica no es igual en todos lados. Y si yo te digo que me pongo a hacer ejercicios de canto entre un baile y el otro, es mentira: vengo tratando de ver si llegamos o no a tiempo. Hay bailes que ya tienen el sonido armado, y chau. Capaz que antes vino Denis Elías, que tiene los agudos que yo no tengo, y no hay nadie que te regule eso. Cuando recién empecé, con Rolando Paz, una vuelta le dije que en un lugar no había monitores para escucharse y me dijo: “Vos te equivocaste de género. Con monitor canta cualquiera”. Los cracks como él cantan sin nada, pero para los que no somos cracks y encima estamos recién empezando es complicado. Es un género recontra hostil, es ideal para que se te vayan las ganas de hacer música.

–¿Cómo ves la tropical hoy?

–Está Gerardo Nieto, que sigue siendo nuestro máximo referente. Está Denis Elías. En este último tiempo surgieron bandas como Los Negroni, cuyo aporte me parece buenísimo porque descontracturaron un montón de cosas. En un momento la música tropical se puso de camisa, saco y corbata para demostrar algo que, en realidad, no es, y Los Negroni trajeron reggae, playa, rocanrol, salieron de short a cantar, están en otra. El año pasado toqué en muchos festivales de murga, eso es todo un mensaje; hay una generación nueva que tiene poco que ver con el pelo cortito arriba y las chapas largas, o la camisa abierta y las cadenas de oro, que es una imagen que no corresponde al presente. A algunos de nosotros, por diferentes razones, se nos ha dado la oportunidad de expresarnos en los medios, pero hubo generaciones que no tuvieron la chance de ir a la televisión o a la radio. Muchos de esos referentes tal vez eran muy interesantes para charlar, y por el estigma de terrajas quedaron ocultos. Ahora advierto una corriente de querer hacer música, escribir canciones; está creciendo de a poco y tenemos buenos referentes. Después, si estamos o no a la altura, se verá.

–Antes de esta nueva generación, hubo diez o 15 años en que casi no surgió nada nuevo. ¿Por qué costó tanto el recambio?

–Por el pop latino, que fue recontra nocivo. Hubo un montón de orquestas y de cantantes, de los cuales sólo quedó Charly Sosa. Y capaz que el Coco [Jorge] Echagüe. El Fata [Fabián Delgado] fue referente del pop latino, pero era un Karibe, tocó siempre en vivo, metió canciones buenísimas; no es un producto de eso. Está claro que hubo cinco o seis años de nada. Es complicado continuar después de eso. Las bandas tocaban con pista, los cantantes no hacían coros. Después de todo eso quedó Gerardo, que es nuestro prócer, y el que rompió ese vacío fue Denis Elías, el primero que apareció con formato de artista pop haciendo tropical, vestido de jean y championes, ya no con ropa de orquesta. El primero que se paró ahí, solo y sin trayectoria. Fue el que nos dio ganas de tener una banda de tropical, porque nos hizo ver que se podía. Eso generó una apertura total, porque después vinimos un montón. Apareció El Gucci, que es un referente en lo que tiene que ver con lo mediático. Damián Lezcano es un gran cantante, por ejemplo. Ahora está mal no tocar en vivo, y eso es porque nos dimos cuenta de que aquello estaba muy mal. Los referentes son positivos, y eso igualó para arriba.

–¿Cuáles son las principales dificultades, actualmente, para quienes están en la movida?

–Las orquestas, en la programación de la noche, no son de primer orden para el empresario, entonces es una lucha el tema de la plata. Uno intenta acercarse a lo que debería cobrar, pero siempre es poco. Hay una rosca de conveniencias complicadas que hace que el género, si no disfrutás de estar peleándola siempre, te invite a irte. Está bravo para todos volver a casa a las nueve de la mañana con dos mangos. Por ahí, cuando la pegaste y pudiste cobrar un poco más, es tu pasaporte a la muerte, porque cuando pasaste de moda te están esperando para no pagarte nada. No hay muchos lugares para tocar: hoy hay diez menos que el año pasado. El evento, la fiesta, el cumpleaños se torna salvador. En nuestro caso estamos disfrutando de poder generar nosotros esos lugares. Pero cuando se complica se desarman las bandas, porque los gurises quieren ir a donde haya más trabajo o, directamente, dejan de tocar.

–¿Cómo hacen las orquestas para generar un sonido propio, una identidad, si se están desarmando todo el tiempo?

–Nosotros estamos juntos desde hace años porque hay mucho laburo y una importante adhesión a la causa. Los Negroni tiene los mismos integrantes desde que empezó y parece tener un sonido particular. Y la Sonora Borinquen es un caso raro: pasaron 300 músicos y siempre suena igual, es increíble. Me gustaría que en la tropical pasara como en el candombe, que hay un toque del Cordón, otro de Barrio Sur, otro de Palermo; que hubiera referentes en cuanto al sonido. Esto de componer inédito puede permitir que en un tiempo se pueda crear un sonido propio. Yo no me quedo quieto: me reúno con DJ, con diferentes arregladores; es fundamental entender qué están haciendo los demás. Si te quedás, te pasan por arriba.

–¿Has pensado en laburar internacionalmente?

–Haciendo plena, no se me cruza por la cabeza. Estoy convencido de que lo que hacemos no les gusta. Les parece ruido. El que pudo saltear eso fue “Mayonesa” [de Chocolate], que fue una mezcla de candombe con murga, o el Fata, que hizo el “Bicho bicho”, que –en el género que sea– llama la atención. Después, no hay ninguna que haya trascendido. O es cuestión de que no se habían alineado los planetas, o es lo que yo creo y es que no les gusta. Hay una anécdota con una banda que andaba muy fuerte acá y que mandó el material a mezclar a otro país y se lo devolvieron mezclado sin el charleston. Lo sacaron. Algo que es fundamental para nosotros a ellos les suena mal, sobra. Pero no me parece una locura componer para artistas de otros lados. Estoy estudiando música, leyendo mucho. Me estoy preparando para una segunda etapa de mi carrera artística. Quiero retirarme bien de la tropical, y no que la tropical se me caiga en la cabeza.