Daniel Drexler, Fabián Marquisio y Gustavo Ripa fueron los expositores en la conferencia denominada “La música como solución”, desarrollada el lunes en la sala Blanca Podestá de la sede de la Asociación General de Autores del Uruguay (AGADU). Esta fue la primera de un ciclo de tres conferencias promovidas por AGADU y apoyadas por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), que tienen como principal objetivo compartir experiencias en distintos ámbitos de la sociedad en los que la música ha resuelto diferentes problemas.

En este caso, el foco estuvo puesto en el vínculo entre música y salud y el primer expositor fue Drexler, quien además de músico es médico e investigador en neurociencias. Él describió cómo la música fue el puntapié inicial para la hipótesis de creación de Levo, un dispositivo biomédico que mediante la estimulación acústica durante el sueño logra atenuar el tinnitus, una alucinación auditiva que consiste en percibir zumbidos o ruidos que no se corresponden con sonidos originados en el entorno y que generan un deterioro en la calidad de vida de quienes la padecen.

Durante su intervención, Drexler contó que en la grabación de un disco en 1998, en uno de los temas un redoblante quedó extremadamente alto y después de analizar qué hacer, la solución que encontraron para que la mezcla quedara bien fue atenuar el sonido de ese redoblante poniendo el mismo sonido en una frecuencia inversa.

“Yo estaba trabajando en música, estaba haciendo la maestría en neurociencias y trabajando en un laboratorio clínico, y apareció esta idea como posible solución al problema del tinnitus. Entonces, aprovechando que tenía como pacientes a muchos músicos con ese problema y que sabían exactamente lo que estaban escuchando, les pedí que me describieran esos sonidos. La idea era reproducir lo que escuchaban para lograr atenuar los efectos del tinnitus”, contó Drexler. Así comenzó un largo proceso de investigación y experimentación junto con otros médicos e ingenieros que terminó en el desarrollo final de Levo, dispositivo que logró muy buenos resultados en los pacientes y amplio reconocimiento a nivel internacional.

En el cierre de su intervención, Drexler destacó la tradición científica uruguaya y también la producción musical y artística que existe en el país, y lamentó que ambas vertientes no puedan confluir de una manera natural, algo que sí sucede en otras partes del mundo. “En los países del primer mundo se percibe al colectivo artístico y al colectivo científico como parte de una misma cosa, como parte de un colectivo de creadores; es importante que intercambien información entre ellos, que avancen buscando ideas comunes y sobre todo que se miren sin preconceptos. A mí, cuando estudiaba medicina, me daba vergüenza decir que iba a tocar. A veces mentía sobre eso, pero cuando fui a hacer la patente de Levo en Estados Unidos sabían que era músico y me dijeron que eso era algo muy positivo, que eso me jugaba a favor”, dijo. “Para ser más creativos hay que generar equipos multidisciplinarios en los que se hable de igual a igual con el científico, con el diseñador gráfico, con el matemático, con el ingeniero de sonido, y escuchar lo que cada uno tiene para decir, porque cuando miramos un objeto desde diferentes ángulos se nos ocurren ideas más novedosas para enfrentar a un problema”.

Luego de Drexler tomó la palabra Fabián Marquisio, quien contó cómo surgió Villazul, un proyecto musical orientado hacia los niños con dificultades de aprendizaje. La inquietud de Marquisio nació de la necesidad de comunicarse con su hijo mayor, Antonio, a quien se le diagnosticó trastorno del espectro autista cuando tenía dos años. Después de probar con varios métodos convencionales sin mayor éxito, él consiguió, luego de un largo trabajo mediante las canciones, que su hijo entendiera e hiciera acciones que son sumamente complejas para los niños con este trastorno. “Estas canciones que creamos se llaman ‘canciones motoras’, algo que supe después. La música nos mueve, altera nuestras emociones y, para ellos, la música es un vehículo más fácil y más rápido de entender que la palabra”, contó Marquisio. Al ver los resultados positivos que estaba teniendo él, comenzó a investigar sobre el tema y, consultando con psiquiatras infantiles, llegó a la conclusión de que no existía un trabajo con canciones motoras específico para niños con autismo. Así nació Villazul, de la necesidad de Marquisio de compartir su experiencia personal con otros padres en su misma situación. Para llevar adelante esta idea, Marquisio contó con la colaboración de muchísimos músicos que se fueron sumando voluntariamente, como Ruben Rada, Fernando Cabrera, Estela Magnone, Malena Muyala, entre otros. El disco tuvo una enorme repercusión, que se reflejó en los innumerables mensajes positivos que Marquisio recibió por parte de padres de niños con trastorno del espectro autista. “La música es un lenguaje que nos permite comunicarnos y en el caso del autismo es vital. En el caso de mi hijo fue importantísima para lograr hacer todo tipo de acciones, para entender su entorno y sobre todo para ser más feliz”, dijo Marquisio, quien reafirmó el valor que tiene la música como herramienta terapéutica. “Yo no soy musicoterapeuta, ni psicólogo, ni nada, sino simplemente un padre que quiso hacer lo mejor para su hijo y utilizó las herramientas que tenía a mano. Nada más”, concluyó Marquisio.

Finalmente tomó la palabra Gustavo Ripa, músico de dilatada trayectoria, que contó cómo cambió su manera de percibir la música desde que descubrió la existencia de los cuencos tibetanos, artefactos de metal que son utilizados desde hace centenares de años en Asia en técnicas de relajación y meditación. Más allá de que Ripa aclaró que no se comió “la pastilla del esoterismo”, contó que el conocimiento de este instrumento lo llevó a investigar en profundidad el tema, lo que en definitiva conllevó un importante crecimiento personal y una manera diferente de encarar la música y el mundo sonoro. Actualmente Ripa está llevando a cabo un ciclo denominado Música y Salud en el que se aborda la utilización de la música y el sonido como herramientas que ayuden a lograr un estado de mayor bienestar, calma y salud.

“La música tiene impacto en todo el cerebro con una poderosa influencia en nuestra salud y bienestar”, dijo Ripa, quien agregó que “a los efectos de la salud de todos nosotros, la música debería ser mucho más tomada en cuenta de lo que es en la actualidad. Por ejemplo, en los sistemas de salud. Es increíble que en las instituciones de salud no se tenga en cuenta el tema del sonido y de la música ambiente. En un lugar en el que la gente que está pasando por situaciones complejas debe reponerse, recuperar fuerzas, descansar, hay situaciones sonoras altamente estresantes y eso no debería ser así”.

Ripa insistió en el valor de la música como regulador emocional y al respecto dijo que “necesitamos recursos para regular nuestras emociones, y la música puede colaborar mucho con ello”.