Desde 1967, el 2 de abril se conmemora el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, por ser el aniversario del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen. Cada año, una sección nacional de la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY, por su sigla en inglés) es la encargada de patrocinar la celebración; en esta oportunidad le correspondió a Letonia, que seleccionó a la escritora Inese Zandere y al ilustrador Reinis Petersons para elaborar el texto y el cartel alusivos, un mensaje que se condensa en la consigna “Los libros hacen grande lo más pequeño”. Con respecto a esta frase, el escritor Sebastián Pedrozo señaló: “Los libros me salvaron la vida. ¿Exagerado? ¿Cursi? Lo lamento, es la verdad. Los libros me dieron enormes cantidades de seguridad. ¿Qué más puedo decir? Yo nunca quise ser grande gracias a los libros. Quise viajar y conocer gente nueva, personajes que me aseguraran que ser distinto estaba bien, que es necesario serlo, que la vida puede ser dura y estaba bien. Los libros me dieron refugio y amor. Me hicieron grande en eso, en ver en el otro algo más allá de lo superficial. A pesar de lo solitaria que puede ser a veces la lectura, los libros me acercaron a la gente de formas tan inusuales como vitales. Consideraba amigos a los que se habían emocionado con Cosimo trepado a los árboles, de Italo Calvino, o maravillado con los autos retorcidos de JG Ballard. Eran para siempre amigos los que compartían la picardía de Roald Dahl o de Sempé. O los que no entendían qué tenía de brillante Henry James. La literatura me sacó del encierro de mi cabeza. Ahora, si por pequeño quieren decir poco, y por grande, mucho, bueno, ahí sí: los libros son mucho de todo. Y eso es genial, porque mi curiosidad no tiene límites”. Por su parte, Julia Ortiz, editora de Criatura, comentó: “Creo que cuanto mejores son los libros para niños, menos excluyentes son para los adultos. Nos cuesta todavía la segmentación por edades, que puede funcionar como un obstáculo para que cada lector encuentre su libro ideal. No sé si los libros hacen grande lo pequeño, pero los libros acertados ayudan a crecer, no importa qué edad tenga quien lee”.

Como en cualquier cumpleaños o “día de...”, la fecha sirve de excusa para enfocar la atención en el homenajeado. Para celebrar esta nueva edición, la diaria conversó con un puñado de autores y editores sobre la actualidad de la literatura infantil y juvenil (LIJ) en Uruguay y sobre los proyectos que se traen entre manos. Los testimonios parecen reflejar un momento bisagra, en el que, si bien la perspectiva permite constatar un camino muy importante que se ha recorrido, en el que los logros son numerosos e importantes, también es necesario poner el foco en aquellos aspectos en los que es necesario avanzar.

De arranque, Malí Guzmán, escritora y editora de Banda Oriental, puso el acento en la dificultad de hacer un diagnóstico: “No estoy en condiciones de hacer una evaluación, me (nos) falta demasiada información. Aunque eso mismo ya es un indicador. No del mal o buen estado de la LIJ, pero sí de su escasa difusión en los medios. Lamentablemente, pese a su enorme desarrollo, en las últimas décadas tampoco el mundo académico parece registrar su existencia. No contamos con datos, análisis crítico, investigación y todo lo que haría falta para dar una opinión más sólida sobre ese tema”. Salvando esta dificultad, sostuvo: “Me arriesgo a decir que vivimos un momento bastante bueno desde el punto de vista de la creación. La generación de autores que comenzó a publicar en los 90 lo sigue haciendo y ya se han sumado varias generaciones nuevas con aportes interesantes. Afortunadamente hay editoriales, sobre todo las nacionales, que apuestan a incorporar obras de creadores jóvenes, aún no tan conocidos. A pesar de las dificultades económicas, las editoriales uruguayas hacen cada vez más esfuerzos por jerarquizar el libro ilustrado y obtienen resultados de altísima calidad”.

Ortiz considera que “la LIJ está viviendo un momento muy lindo en el medio local, con nuevas editoriales y nuevos autores que se van animando a hablarles directamente a los más chicos. Autores, ilustradores y agentes están yendo a ferias internacionales para ver qué se está haciendo en el mundo e intercambiar con los colegas. Estas experiencias sostenidas en el tiempo van a enriquecer el medio uruguayo. Pero al mismo tiempo que nos abrimos al mundo estamos consolidando una oferta de literatura nacional, de modo que quizás para las nuevas generaciones los libros traigan historias y palabras cercanas y no solamente cuentos de bosques y nieve y términos peninsulares”. “Si alguien entrara a una librería en la que sólo hubiera libros hechos acá, creo que tendría un abanico diverso de cosas”, apuntó Manuel Soriano, editor del sello independiente Topito. También Pedrozo hace hincapié en el buen momento que vive el sector: “Hay una suma de actividades, publicaciones y espacios físicos (librerías, talleres, etcétera) que apuntan a un desarrollo aun mayor, que multiplica la oferta y exige a los escritores, libreros y editores superarse. Creo que no hemos alcanzado el pico y que se va a seguir avanzando. Por supuesto, hay cuestiones que se deben mejorar (por ejemplo, que haya crítica especializada y debate), pero en general hay entusiasmo y producción diversa”, señaló. Magdalena Helguera, escritora de enorme trayectoria en la LIJ, además de investigadora del tema, también comenzó por destacar “las buenas”: “El florecimiento de hace unos años parece permanecer y acentuarse: se afirman muchas colecciones ya existentes y muchos libros de LIJ uruguaya ya se han convertido en clásicos; surgen nuevos autores, ilustradores y editoriales que producen LIJ uruguaya, así como librerías y otras empresas –como algunos diarios que la integran a sus colecciones– que la difunden y la hacen llegar a sus potenciales lectores de todo el país. En la narrativa se siguen dejando de lado diversos temas tabú; la ilustración gana reconocimiento y se despliega en propuestas de gran calidad artística, y se ha comenzado a dar lugar a la poesía y a la música en algunas publicaciones. Se ha instalado la idea de que se debe propiciar la lectura placentera y no usarla como castigo u obligación aburrida”.

Locos por las novedades

El ilustrador Sebastián Santana también destacó el auge de este tipo de publicaciones, a la vez que señaló un punto de crítica: “Por lo que vengo viendo en el trabajo de colegas, en lo que se ve en las estanterías y lo que sé de las editoriales, la producción no para de crecer y de traer cosas nuevas. Eso es genial para el trabajo de mucha gente, aunque siempre me queda la sensación de que hay una saturación de la oferta, asociable a la práctica mercantilista de generar productos nuevos para nuevos clientes, cuando en realidad los libros rara vez caducan, especialmente los libros de literatura, tanto escrita como visual”. Helguera se pronunció en una línea similar al enumerar los aspectos en los que la LIJ uruguaya debe mejorar: “Como todo crecimiento, el de la LIJ uruguaya conlleva riesgos que no siempre hemos sabido sortear de la mejor manera. La existencia para los autores de más oportunidades de publicación de las que había hace 20 años, y la jerarquización de la novedad por parte de la mayoría de los editores y libreros, llevan a que se haya integrado al mercado un buen número de publicaciones aún muy ‘verdes’, a las que se les nota que les faltó tiempo de escritura, revisión y corrección. Algunos temas, personajes, ambientes y situaciones narrativas que han resultado exitosos en obras anteriores (o cuya presencia en nuestra LIJ es desconocida por quienes la escriben pero no la leen) se imponen en el mercado y se reiteran hasta el cansancio, produciéndose, como resultado, muchos libros aparentemente ‘nuevos’ que, en realidad, resultan ser más de lo mismo”.

Elogio a la ilustración

Aunque se excusó de hacer un diagnóstico de la situación, en la medida en que su contacto con la LIJ uruguaya es relativamente reciente, Soriano destacó: “Me parece que hay muy buenos ilustradores, gente que está haciendo cosas buenas. Por ejemplo, en este momento estoy viendo un libro ilustrado por Matías Acosta y sé que es de él porque tiene un estilo reconocible”, destacó. Respecto del momento de efervescencia del colectivo de ilustradores, Santana apuntó: “Es muy lindo ver que aparece nueva gente trabajando en esto, tanto escribiendo como ilustrando y publicando, porque además se están abriendo caminos a obras escritas e ilustradas que no son solamente para gurises: a los grandes también les gustan los dibujos. En toda esta movida de crecimiento seguro está influyendo mucho el apoyo que el Ministerio de Educación y Cultura da con el Premio Nacional de Ilustración, ya que hay mucha gente ilustrando y pensando en narrativas, no solamente en buscar o esperar un texto seductor para abordar con imágenes”.

En el debe

Uno de los elementos que aparecen como deudas es el de la ausencia de una crítica especializada, como señaló Guzmán y deslizó Pedrozo. “La inexistencia de una fuerza crítica potente contribuye a la invisibilización de los problemas que atentan contra el derecho de los niños, niñas y adolescentes a leer obras literarias de excelente calidad en todos los aspectos”, sostuvo Helguera. También apuntó en esa dirección el escritor Federico Ivanier: “Creo que estamos en un buen momento desde el lugar de la producción. Así y todo, nos faltan varias cosas. Primero, un lugar de crítica y de cuestionamiento sobre lo que hacemos. No tenemos expertos que puedan estudiar sistemáticamente toda esa producción bastante aluvional, o que puedan dedicarse a eso. También falta la colaboración del Estado en forma de políticas tanto hacia el libro como hacia el autor nacional. Cuando digo ‘políticas’ no me refiero a nada raro ni a nada que ocurra sólo en Finlandia, sino en todos nuestros vecinos: Chile, Colombia, Argentina, Perú, etcétera”.

Helguera ahondó en este último punto: “Por último –y esto es algo muy grave–, a pesar del enorme crecimiento cuantitativo de nuestra LIJ, a pesar de las numerosas ediciones, reediciones y reimpresiones que generan miles y miles de ejemplares cada año, sigue habiendo muchos niños y adolescentes que no tienen libros para leer. Hay escuelas y liceos en los que se hace ‘animación a la lectura’ y se ‘trabaja sobre un libro’ con un solo ejemplar para 50, 60 o 200 estudiantes, por lo que el libro en cuestión difícilmente sale de las manos de los docentes, haciéndose imposible la lectura autónoma. A excepción de la biblioteca de Plan Ceibal, la Biblioteca Solidaria de Primaria y el set de bienvenida de Uruguay Crece Contigo, el compromiso del Estado con el tema se limita muchas veces a aplaudir los esfuerzos de personas e instituciones que trabajan en pro de la lectura en forma honoraria, sin aportar los recursos materiales y humanos, el estudio, la planificación y la constancia que requiere un verdadero plan de lectura, serio y estable, como los que existen, incluso, en países de la región más pobres que el nuestro”. Susana Aliano, directora de ¡Más Pimienta!, fue aun más dura: “Se sigue sin tener criterios de calidad en la edición y los contenidos en la mayoría de los libros que se publican en Uruguay. Los adultos siguen percibiendo a los niños desde el prejuicio y la sobreprotección, y producen libros en consecuencia. Por otro lado, las pocas políticas dedicadas al libro y la lectura son débiles e ineficientes. Creo que un país que vive de espaldas a sus niños y a sus bibliotecas es un país que no está apostando al desarrollo intelectual y emocional de las personas y no está considerando seriamente su futuro”. “Ojalá el Estado apreciara tanto la LIJ como lo hacen los niños. Seguimos esperando políticas públicas sostenidas en el tiempo que apoyen la creación, la edición y la difusión, que favorezcan la animación a la lectura en todas las etapas de la infancia y la adolescencia. Políticas de Estado, no de gobierno”, expresó, en igual sentido, Guzmán.

E la nave va

En ese camino de avances, problemas recurrentes y también de señas de una saludable autocrítica y de la necesidad de reflexionar y mejorar, se sigue apostando a hacer libros. Silvia Soler, editora de +Cerca, que junto con Banda Oriental propone una colección de libros “de información” que ponen en diálogo a la LIJ con la comunidad científica, comentó que está a punto de entrar a imprenta El viaje que cambió la ciencia. Darwin en el Río de la Plata, en el que trabajó, entre otros, con Santana, el fotógrafo Marcelo Casacuberta y el ilustrador Renzo Vayra. Este libro es parte de un proyecto financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y cuenta parte de la historia del científico y sus andanzas por el Río de la Plata, además de explicar su teoría con un lenguaje sencillo.

Penguin Random House acaba de lanzar, por el sello Alfaguara, Sofía, con textos de Fito Lacava e ilustraciones de Mauricio Marra; una historia de amistad, con un conjunto improbable –para eso están los cuentos: para los imposibles– de animales “de lo más profundo de la selva”, que acuden, entre todos, a ayudar a la jirafa más alta del mundo. ¡Más Pimienta!, además de Leru, leru, de Susana Aliano y Francesca Dell’Orto, presentó recientemente el segundo título de Eliana Lucián, Yo, lector, con ilustraciones de la argentina Guillermina Marino, y pronto saldrá del horno un nuevo título de Fidel Sclavo.

“Además de El día que me quieras, que viene a aumentar la colección de canciones ilustradas, este año saldremos con un libro para primeros lectores de Virginia Mórtola y un cuento para prelectores de Sergio López Suárez”, adelantó Ortiz sobre las novedades de Criatura. Soriano, por su parte, anunció que en mayo Topito va a lanzar Quiero ser Suárez, cuyo protagonista es el mismísimo 9 de la selección, que le cedió sus derechos de imagen a la editorial. “El texto es mío y la ilustración es de Federico Murro, con quien habíamos hecho El álbum de Palito [2013]. Esperamos que sea bastante más masivo y visible que los que publicamos normalmente. Esa libertad de poder hacer lo que uno quiere, lo que uno siente y tiene ganas, es lo que define a una editorial independiente”, comentó. Guzmán todavía no anuncia las novedades en las que está trabajando para la colección de libro-álbum ¡A volar!, que dirige en Ediciones de la Banda Oriental, y cuenta: “Estoy muy feliz con lo que para mí ha sido un descubrimiento de los últimos años: que algunos textos míos fueran musicalizados. Gabriela Rodríguez ha hecho hermosas canciones y espectáculos musicales (el CD Canciones de la luna incluye algunos)”.