A propósito de la denuncia contra Evaristo, una recorrida por la España de la “ley mordaza”, las “injurias al rey” y el “enaltecimiento al terrorismo” en un país que nunca terminó de salir del franquismo
No fue nada lo de Evaristo Páramos. Sólo fue identificado por la Guardia Civil el 26 de mayo por gritar, al finalizar un recital: “Policías, sois unos hijos de puta”. Nada distinto de lo que viene haciendo desde hace 40 años, con los orígenes de la mítica banda La Polla Récords. A lo sumo deberá pagar una multa de unos cuantos euros por violar la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, aprobada en 2015 con los votos del Partido Popular (PP) y popularmente conocida como “ley mordaza”. La misma ley por la que fueron imputados por “injurias” el director y el subdirector de la revista satírica El Jueves. Es que en la edición del 5 de octubre del año pasado, días después del referéndum independentista y con una Cataluña llena de policías antidisturbios que el entonces presidente Mariano Rajoy había mandado para restablecer el orden “a ostias”, la “revista que sale los miércoles” publicó un chiste a modo de noticia que decía: “Continua presencia de antidisturbios acaba con las reservas de cocaína en Cataluña”.
Por la ley mordaza también se ha sancionado, por ejemplo, a militantes sindicales con multas de 600 euros por hacer un piquete informativo en la puerta de una empresa que despidió a una delegada, y a otros por grafitear instituciones bancarias. Por eso, pareciera que lo de Evaristo no fue más que un simple tironcito de orejas, a pesar de que se la ha pasado 40 años puteando al gobierno, a la Policía, a la iglesia, a la banca, a los políticos y al Estado. Pero no todos la sacaron tan barata.
“Y voló, voló, Carrero voló”
El 20 de diciembre de 1973, una poderosa carga explosiva hizo volar, literalmente, el auto en el que se trasladaba el primer presidente del gobierno español, el almirante Luis Carrero Blanco. El coche oficial de quien iba a ser el sucesor del dictador Francisco Franco terminó en la azotea de un edificio lindero, y con él también murieron su chofer y un inspector de Policía. El atentado fue reivindicado por la organización separatista vasca ETA, y dicen los que saben que aceleró el fin de la dictadura franquista. A mediados de esa década se sumaron a la lucha armada los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), y algunos años después, en la novel democracia de la década de 1980, algún grupo punki cantaba: “Carrero Blanco, ministro naval, tenía un sueño” que era “volar y volar”, y agregaba que “ETA militar hizo su sueño una gran realidad”. “Voló, voló, Carrero voló y hasta las nubes llegó”, coreaban alegremente.
El franquismo parece una cosa bastante lejana visto desde esta altura del siglo XXI; sin embargo, entre 2014 y 2016 la Guardia Civil llevó a cabo lo que llamó la Operación Araña, con el objetivo de perseguir el “enaltecimiento del terrorismo” en las redes sociales. Un delito cuya persistencia denuncia Amnistía Internacional en su Informe Anual 2016-2017 y cuyas penas se endurecieron tras la reforma del Código Penal, en 2015.
Algo sobre una película llamada A tres metros sobre el cielo, producida por “ETA films” y protagonizada por “Carrero Blanco” dentro del género “carrera espacial”, decía en tono jocoso uno de los 13 tuits por los que la joven trans Cassandra Vera fue condenada –el año pasado– por la Audiencia Nacional a un año de cárcel por “humillación a las víctimas de terrorismo”, aunque la Fiscalía había solicitado dos años y seis meses de pena, más tres años de libertad vigilada y siete de inhabilitación para ejercer cargos públicos. Otro de los tuits por los que cayó en las redes de la Operación Araña decía que “ETA impulsó una política contra los coches oficiales combinada con un programa espacial”, entre otros chistes de ese tenor que parecen no haber hecho ninguna gracia a jueces y fiscales.
Aunque finalmente el Tribunal Supremo revocó este año la condena contra Cassandra, en el marco de la Operación Araña, además de ella fueron detenidas más de 70 personas, entre ellos César Strawberry, el cantante del grupo Def con Dos. Este grupo, que empezó haciendo hip hop y evolucionó a lo que sus integrantes denominan rap punk metal, alcanzó repercusión cuando hizo los temas principales de las películas de Álex de la Iglesia Acción mutante (1993) y El día de la bestia (1995). Strawberry fue condenado en 2017 a un año de prisión por media docena de tuits del estilo “cuántos deberían seguir el vuelo de Carrero Blanco”, en referencia a políticos del por entonces gobernante PP, como Esperanza Aguirre, ex ministra y ex presidenta del PP de Madrid, salpicada, como buena dirigente del PP, en cuanta trama de corrupción hubiera. “El fascismo sin complejos de Esperanza Aguirre me hace añorar hasta a los GRAPO” fue otro de los tuits del cantante por los que fue condenado, según informó eldiario.es.
Pero la represión trasciende a la red del pajarito. Durante el carnaval de Madrid de 2016 fueron detenidos durante una actuación, también por “enaltecimiento del terrorismo”, dos jóvenes miembros de la compañía Títeres desde Abajo por representar, en una obra satírica llamada La bruja y don Cristóbal, a un títere vestido de policía que golpeaba a la bruja hasta dejarla inconsciente, y elaboraba contra ella una prueba falsa colocando sobre su cuerpo una pancarta con la leyenda “Gora Alka-ETA”. El caso de los titiriteros cobró dimensión y suscitó movilizaciones en su apoyo a lo largo y ancho de España, aunque finalmente, y tras cinco días de prisión preventiva, los titiriteros fueron absueltos sin cargos a pedido de la Fiscalía de la Audiencia Nacional.
Tomando posiciones
Tampoco el brazo largo de la ley española se sintió satisfecho al perseguir a tuiteros y titiriteros. Muchos raperos políticos han recibido duras condenas por el contenido de las letras de sus canciones. Tal es el caso de Pablo Hasél, un rapero comunista de Lérida. Pero comunista posta, “como Lenin dedicando su vida entera al llanto de la burguesía, al triunfo de la clase obrera”, como se autoproclama en la misma canción en que reivindica a Iósif Stalin como el “terror del burgués frenando reaccionarios como se tenía que hacer” y acusa al “trostkismo” de “invento del imperialismo”, al tiempo que festeja el famoso atentado que le costó la vida a León Trotsky. Ni el mismísimo Óscar Andrade se animaría a invitarlo a cantar en el acto de los mártires de la 20.
En sus letras también denuncia la situación política y social en España; acusa al entonces presidente Rajoy de “pelele de banqueros y grandes empresarios” y, además de tratarlo de “un poco idiota”, lo acusa de parecerse a “Franco con unas copas de más”. Eso, sumado a un montón de tuits en los que trata al rey emérito Juan Carlos I de “mafioso de mierda” que da “lecciones desde un palacio millonario a costa de la miseria ajena”, y a la realeza de “parásitos” o “banda criminal”, así como a la Guardia Civil de “pandilla de psicópatas” y “mercenarios de mierda” que “han golpeado y torturado siempre”.
Por esto la Audiencia Nacional condenó al rapero a dos años y un día de cárcel por “injurias a la Corona y a las fuerzas y los cuerpos de seguridad del Estado”, y por “enaltecimiento del terrorismo” en la red social Twitter, informó el diario digital público.es.
Hasél arrastra otra condena, de 2015, por reivindicar en una canción a un dirigente de los GRAPO, y una multa de 24.300 euros que, si no la paga, le supondría un año más de condena, lo que lo enfrentaría a cinco años de cárcel. Lejos de amedrentarse, tras la condena lanzó varios tuits en los que, entre otras cosas, afirmó: “Si hubiera dicho que catalanes, inmigrantes, antifascistas u homosexuales merecen bombas, estaría protegido por los jueces fascistas que me han condenado”.
También 12 integrantes del colectivo de rap político La Insurgencia, que anduvieron recorriendo los pasillos de los tribunales, fueron condenados en 2017 a dos años y un día de prisión más una multa de 4.800 euros por “enaltecimiento del terrorismo”, a la que se suman nueve años de inhabilitación absoluta para ejercer cargos públicos.
Desde 2012 La Insurgencia tiene un canal en Youtube en el que sus miembros declaran que su objetivo es “fomentar el internacionalismo, difundir y expandir la cultura revolucionaria y elevar el nivel de conciencia de las masas trabajadoras”.
Según los fiscales de la Audiencia Nacional que justificaron el pedido de prisión, el contenido de las letras de sus canciones “ensalza de una manera casi sistemática a la organización terrorista GRAPO” y “a sus integrantes”, y su mensaje “mantiene una tónica subversiva frente al orden constitucional democrático”, por lo que también solicitaron que sus canciones sean retiradas de internet, consignó público.es.
Algunos de los pasajes de las letras de La Insurgencia señalados por la Fiscalía dicen cosas como “somos el vuelo de Carrero, el deseo de un golpe certero”, “yo soy un romántico de la lucha armada, chico, te lo explico: revolución o nada” y “Dios perdona pero nosotros no, necesitamos GRAPO para el opresor”. En ellas también proclaman el “derecho a la rebelión”, aunque esta “no sea legal”, y desafían a que por ello “la Audiencia Nacional me procese y me encierre, como la Inquisición, por hereje”.
Raperos condenados
Por su parte, el rapero mallorquín Josep Valtonyc fue condenado en febrero por el Tribunal Supremo a tres años y medio de prisión, acusado de “enaltecimiento del terrorismo”, “apología al odio ideológico”, “incitación a la violencia” e “injurias a la Corona”, por el contenido de las letras de más de 20 canciones, entre ellas “El fascismo se cura muriendo”, en la que dice que “más banqueros muertos reducirían desahucios” y critica que “les pagamos las putas al rey”, a pesar de que hay “inmigrantes sin sanidad porque no hay dinero”. En otras canciones Valtonyc dice cosas como “esto no es violencia gratis, está justificada, como un antidisturbios que muere en una barricada”, y reivindica el atentado contra el pollo de Franco: “Un día coches volarán como Carrero Blanco y no colgaremos ningún lazo en el Ayuntamiento”.
El 24 de mayo, un día antes del que estaba dispuesto que ingresara a prisión, el rapero tuiteó: “España va a hacer el ridículo, una vez más” y advirtió: “No se lo voy a poner tan fácil”, ya que “desobedecer es legítimo” y una “obligación ante este Estado fascista”, informó El País de Madrid. Ese mismo día también se informó que el músico había partido al exilio en Bélgica y, tras ello, la Audiencia Nacional libró contra él una orden de captura nacional, europea e internacional. Menos de un mes después de ratificada la sentencia, Valtonyc anunció el lanzamiento de un nuevo disco, El reincidente, que invitó vía Twitter a escuchar completo en Youtube y en Spotify, aunque también llamó a “comprarlo si queréis ayudar a las costas judiciales y demás”. En una de las canciones del disco pide “perdón” por expresiones que se pueden haber tomado como machistas, ya que “sólo quería atacar a según qué mujeres por su condición ideológica y de clase, y no por su condición de mujer”, y también pidió perdón “a las ratas y a los cerdos por haberlos comparado con según qué políticos y poderosos de este Estado”, ya que “es obvio que ni las ratas ni los cerdos están a tan baja altura”.
El proceso contra los raperos ha generado concentraciones y movilizaciones callejeras en distintos puntos de España y, en solidaridad con ellos, fue colgado en Youtube un bonito y combativo video de un rap interpretado por un montón (pero un montón mismo) de raperos, entre ellos Rapsusklei, Def con Dos y la argentina Sara Hebe, llamado “Los Borbones son unos ladrones”. En él denuncian que “el Estado legitima al heredero de Franco” (en referencia a Carrero) pero “en el techo y en tu juego, siempre gana el banco” y “si rapear es delito” y “sigue así la ley, habrá más rappers presos en España que en USA”.
Cantando en castellano, catalán y valenciano, proclaman la “libertad de expresión tomando posiciones”, y al son de “que retumbe en las prisiones, ni jueces, ni fiscales ni Borbones”, acusan a la familia real de ladrones, en un tono desafiante, como diciendo: “A ver si se meten con todos nosotros juntos por injuriar a la corona”. Y lo hacen “por todos aquellos y aquellas rappers que están escribiendo su rabia en una canción”.
A medida que avanza el video, se ve a algunas personas pintando un mural, en el que se deja ver –sobre el final– la palabra “guillotina”, lo que parece una respuesta elocuente contra la represión de un sector de la juventud española que está muy enojada y que se reivindica con orgullo, como lo hicieron los punkis que hacían pogo con La Polla Récords hace 20, 30 o 40 años, como los nietos y las nietas de los que perdieron la Guerra Civil.