La semana pasada el Parlamento de Israel aprobó una ley que declara a ese país como “el hogar nacional del pueblo judío”. Tanto desde la oposición como desde el extranjero se denunció que esa norma deja a los ciudadanos árabes con menores derechos que los judíos. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, negó que esta ley signifique la consolidación de un régimen de apartheid. “El apartheid era otra cosa. En Sudáfrica se discriminaba a millones de personas por ser negras. Acá sólo los discriminamos por ser no judíos”. De todos modos, el mandatario aseguró que su gobierno respeta a los árabes “a pesar de que no forman parte del pueblo elegido”, y puso como ejemplo una norma que se dispone a aprobar y que les da a estos ciudadanos “el derecho de usufructuar asientos propios y exclusivos en el transporte público”. A partir de diciembre, todas las unidades de transporte colectivo deberán contar con una fila de asientos en la parte trasera dedicada exclusivamente a los integrantes de la minoría árabe. “Que les quede completamente claro a todos los habitantes de Israel: ningún ciudadano judío podrá sentarse en esos asientos. Lógicamente, los árabes tampoco podrán sentarse en el resto del ómnibus, porque eso sería una muestra de antisemitismo y al mismo tiempo, un acto terrorista”, afirmó Netanyahu, y agregó que, para que no haya “equívocos y conflictos”, los árabes deberán tener bordada en su ropa una medialuna.