Con la apuesta de alcanzar nuevas formas de comunicación y lenguaje, mañana comienza la séptima edición del festival Temporada alta de Girona, el encuentro que surgió en Cataluña en 1992 y que, desde hace siete años, a su tradicional edición en la ciudad de Girona sumó a Buenos Aires, en colaboración con Timbre 4, el proyecto de compañía teatral, sala y escuela que dirige Claudio Tolcachir; dos años después, a la sala Verdi y, desde 2016, también se trasladó a Lima. Cuando la edición llegó a Montevideo, el director de Temporada alta, Narcís Puig, dijo a la diaria que el festival tenía mucho interés en la escena latinoamericana y que una de sus prioridades era propiciar más puntos de intercambio, encuentro y comunicación, para que los productores y los artistas se cruzaran y pudieran familiarizarse con otros métodos de trabajo y otras formas de hacer teatro.

Hoy a las 22.30 la apertura de Temporada alta –que se extiende hasta el domingo 10– estará a cargo de Dados tirados (que irá todos los días a las 22.30 en el sótano de la sala Verdi, con una capacidad limitada de 25 personas), el primer unipersonal de Anthony Fletcher, director y dramaturgo inglés radicado en Montevideo, que esta vez presenta una historia de fantasmas con la que explora “el Montevideo contemporáneo a través del lente del Londres de los años 60”. Se plantea que Uruguay, como otros países del mundo, sigue fascinado por la cultura inglesa de esa época, muy apegada a The Beatles y The Rolling Stones, y a partir de este suceso se pregunta cuál es ese encanto y por qué aún persiste. Andrés (Luis Pazos) es un joven conductor de televisión uruguayo en busca de éxito, y por intermedio de él y otros personajes, la obra se propone hablar de la trampa del éxito y los peligros de la ambición.

Fletcher escribió esta puesta, en la que coinciden una perspectiva uruguaya y otra inglesa, cuando se instalaba en Uruguay y había comenzado una etapa de investigación. Acá, dice, se escucha música inglesa que ya no se escucha ni siquiera en Inglaterra: “En un ómnibus te pueden sorprender músicos más alternativos y oscuros –que no son muy conocidos en Inglaterra–, como The Housemartins y otros grupos de los 80. Los uruguayos saben más de música inglesa que los propios ingleses”.

Adelanta que Andrés, el protagonista, es alguien que parece tenerlo todo: es joven, exitoso y dirige un programa de televisión. “Lo tiene todo pero, como cualquier ser humano, no está satisfecho con eso. Decide que necesita algo más en su vida, y ahí entra en juego el rock and roll. Él tiene su vida resuelta y un futuro prometedor, pero también tiene todo para perder. En un momento reconoce que la televisión no es difícil, sino que se trata de ofrecer a la gente lo que ella espera. Es muy ágil y funcional a esa lógica”, pero el inconformismo habilita otras posibilidades.

Siempre interesado en la investigación y las distintas variantes que ofrece una historia ante lo subjetivo de la realidad, el director cuenta que en la concepción del espectáculo el énfasis se centró en el desarrollo del proceso creativo, diseñado en conjunto con un equipo integrado por Claudia Sánchez (producción y dirección de arte), Lucía Acuña (iluminación y escenografía) y Martín Buscaglia (composición musical y ambientación sonora). En el caso de Sánchez y Acuña, además, están construyendo un teatro en el sótano de la Verdi, “para poder contar con los recursos necesarios para montar una obra de calidad”. “En un momento, en la puesta te das cuenta de esta hazaña, vinculada a los espacios en los que tocaban las bandas de los 6o: originalmente, los Beatles tocaban en un club que se llamaba The Cavern, por ejemplo, y se intentó mantener esa impronta under”, explica.

En cuanto al festival, celebra todo lo que acerque a nuevas exploraciones. “Ver teatro de otros países es muy importante. Acá se suele acceder al circuito Montevideo-Buenos Aires y la gente conoce mucho esas producciones, pero cuando alguien se acerca a una propuesta más vanguardista, muchos lo miran extrañados. Y es importante contar con otras influencias. Acá hay producciones experimentales, y otras que desarrollan Gabriel [Calderón], Marianella [Morena] y Santiago [Sanguinetti], que es llevado adelante por la figura del dramaturgo, y no tanto la del director. Esa es una característica, y creo que más allá de estos proyectos, hace falta teatro de directores. A veces vas a ver un clásico y pareciera que es algo del siglo XX y no del XXI, porque hacen textos radicales que no se ven como tales. Hacen falta directores jóvenes que también apuesten por dirigir textos ajenos y, de esa manera, puedan proponer otros rumbos”, dice. Por eso, cree que este tipo de instancias se vuelven muy necesarias: “Lo que está haciendo José Miguel [Onaindia] en el INAE [Instituto Nacional de Artes Escénicas] es buenísimo en ese sentido. Por ejemplo, Luis Pazos está por viajar con cuatro actores uruguayos a Francia porque vino un director francés a hacer un taller y decidió llevar a un grupo para seguir el proyecto. Y [Gustavo] Zidan [director de la sala Verdi] hace un muy buen trabajo, que apuesta por traer distintos proyectos. Esto es genial y es muy importante”.

En cartel

Desde Cataluña llegan tres espectáculos: Tierra baja (sábado a las 20.30 y domingo a las 19.30), protagonizada por Lluís Homar, reconocido actor y director teatral recordado por sus trabajos en películas como La mala educación (2004) y Los abrazos rotos (2009), de Pedro Almodóvar; Calma!, de Guillem Albà (lunes y martes a las 20.30); y Cases, un espectáculo de pequeño formato, sin actores y con un cupo limitado a seis espectadores por función. Desde Argentina llega La intención de las palomas, de Fernando Ferrer (sábado 9 a las 20.30 y domingo 10 a las 19.30).