El legendario Ennio Morricone (Roma, 1928) es uno de los símbolos vivientes del cine que nunca aprendió inglés ni se instaló en Hollywood, incluso cuando trabajó para directores como John Carpenter, Brian de Palma, Warren Beatty o Quentin Tarantino. A lo largo de su prolífica trayectoria, compuso más de 500 bandas sonoras, recibió un Oscar honorífico en 2006 y –luego de varias candidaturas– ganó el Oscar a mejor banda sonora en 2016 por Los ocho más odiados (Tarantino, 2015).

Con ritmo de cabalgata, silbidos, aullidos de coyotes y disparos, Morricone se apropió del verdadero rugido del desierto: entre las más recordadas están los clásicos del spaghetti western, como la trilogía del dólar de su amigo Sergio Leone, Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el malo y el feo (1966), si bien sus versátiles composiciones abarcaron distintos géneros y lo convirtieron en uno de los más influyentes del siglo XX, con obras maestras como las que compuso para Érase una vez en el oeste (1968) y Érase una vez en América (1984), Cinema Paradiso (1988) o Días de gloria (1978).

Este 2019, Morricone decidió despedirse de su carrera y dar una serie de conciertos por una decena de países (Rusia, Alemania, Polonia, República Checa, Hungría, Dinamarca, Suecia, Noruega, Bélgica, Irlanda), con una presentación final el 22 de junio en Roma. El músico, que también trabajó para cineastas como Roman Polanski, Luis Buñuel y Pedro Almodóvar, continuará la gira 60 años de música, que inició en 2016 y que ya cuenta con 50 conciertos en 35 ciudades europeas, a los que han asistido más de 650.000 espectadores. A lo largo de su carrera, sus obras recibieron una gran cantidad de premios, como tres Grammy, cuatro Globos de Oro y un León de Oro honorífico –otorgado por la Mostra de Venecia en 1995–, además de 27 discos de oro y siete de platino, y también recibió un homenaje de sus colegas en 2016, cuando referentes como Roger Waters, Bruce Springsteen o Herbie Hancock versionaron sus temas para un disco tributo. Hace unos años, en una entrevista con Página 12, Morricone decía que él, en verdad, despreciaba la melodía, pero que en el cine estaba obligado a hacerla: “Sólo que la abordo de una manera distinta, más científica, más matemática; no llevado por la intuición ni por el romanticismo”. En última instancia, decía: “La música del cine no pertenece al compositor que la escribe. Pertenece a la película”.