Una de las reglas del relato clásico es que el “felices para siempre” es para siempre. Posta. La situación que se delinea cuando cierra una película de ese tipo va a ser definitiva, y esto es parte de la satisfacción del final feliz (y del bajón del final infeliz). Cuando, en el final de la serie Breaking Bad (2008-2013), Jesse Pinkman se escapa en el auto y grita, exultante, por su recién conquistada libertad, y esto es lo último que vemos de él, quiere decir eso: que se liberó, que zafó de los líos. Uno siempre puede trampear, como cuando Arthur Conan Doyle se arrepintió de haber matado a Sherlock Holmes y lo hizo reaparecer, pero es poco elegante.

El camino: A Breaking Bad Movie, que celebra con un año de retraso los diez de la primera temporada de Breaking Bad, no traiciona esa premisa y, por eso mismo, en lo anecdótico no aporta virtualmente nada. La sinopsis en tres palabras “Jesse se escapó” sigue totalmente vigente. Lo único que hace es agregar detalles: cómo hace para esquivar la previsible persecución policial, cómo consigue plata, adónde se dirige, cómo estructura la solución definitiva. Cuando uno la termina de ver, se siente igualito que como estaba al concluir la serie original, quizá con una sensación reforzada de remate. No hay enriquecimiento, tampoco hay decepción.

Asumo que la película tendrá poca o ninguna gracia para quienes no vieron la serie. Es muy distinto “la película empieza con Jesse charlando con un señor pelado” de “la película empieza con Jesse charlando con Mike Ehrmantraut”, a sabiendas de que, luego de ese momento en el pasado, Mike se va a morir (en la última temporada de la serie) en ese mismo paisaje, o en uno parecido. El film está dirigido a un público nostálgico, que lo va a ver con el espíritu de quien comparece ante una de esas reuniones de reencuentro con viejos compañeros de liceo, y dispuesto a la benevolencia de hacer caso omiso de que los actores que eran jóvenes en la serie, ahora están visiblemente maduros.

El desafío era que no quedaba mucho para reencontrar: aparte de Jesse, todos los personajes importantes de Breaking Bad se murieron, excepto, quizá, la mujer y el hijo de Walt, con quienes Jesse no tuvo casi vínculo (y que no aparecen aquí). La solución fue mechar con flashbacks el periplo de Jesse en los días posteriores a su fuga, y en esos momentos del pasado aparecen todos los que queremos ver. Algunos de esos flashbacks son meras rememoraciones con un sentido conceptual, conversaciones –como la que Jesse tiene al inicio con Mike– que son “lecciones de vida” y lo guían en sus decisiones. Hay una sola serie de flashbacks –la que involucra a Todd– que interactúa con el presente a nivel anecdótico y que establece, además, su propia cadena causal, su propio suspenso. Aparte de reencontrarnos con personajes que ya se murieron, algunos de esos flashbacks nos traen al Jesse más despejado y fresco previo a tantas tragedias, el que decía “Yeah, bitch!”, y que también extrañamos.

Fiestita de reencuentro

Considerando su cometido, la película está buenísima. Vince Gilligan, el creador y showrunner de la serie (y de su spin-off Better Call Saul), aquí se encargó solito del guion y de la dirección. Aparte de las buenas ideas de escritura, tiene una formidable imaginación formal. Las imágenes son deslumbrantes, y el montaje es de una imaginación y habilidad asombrosas. Un ejemplo es la transición del prólogo (un flashback) al punto cero de la anécdota: el rostro de Jesse, reflexivo, en el plácido paisaje al borde del río / el rostro de Jesse, de noche, barbudo, gritando (reconstrucción de su última aparición en la serie, y que juega, además, con la última imagen de esta película). Otro ejemplo: la canción pop que ambientaba el paseo por el desierto en un gran plano general se corta en seco al detalle de la pala clavándose en el suelo. Y otro más: Jesse sopla la tierra de la llave que estaba enterrada y luego vemos la cerradura que se abre, como si una acción fuera la consecuencia inmediata de la dinámica visual y sonora de la anterior.

La escritura está llena de toques muy Gilligan: ironías, situaciones en las que un rumbo más o menos naturalista termina arribando a una situación absurda, desenlaces tan inesperados que resultan cómicos, humor negro, personajes bien marcados que asumen curiosos códigos de honor, apuestas aventuradas que uno es forzado a hacer y sólo queda aguardar si van a funcionar o no. De pronto, momentos cruciales se interrumpen o posponen por ocurrencias totalmente banales pero imposibles de contornear, produciendo en el espectador una gozosa crispación. Todd aparece más siniestro que nunca, y cuando está por deshacerse del cadáver de la mujer que asesinó, se acuerda de que más vale recuperar el cinturón con el que la estranguló, y lo vuelve a poner, muy funcionalmente, alrededor del pantalón. Poco después, podemos observar una mecha del pelo de la pobre señora asomándose en uno de los extremos del rollo de alfombra en el que escondieron su cuerpo.

Breaking Bad puede verse como una variante de la fórmula Superman: el don nadie, profesor de Química de un bachillerato, resulta ser (se convierte en) un súper criminal, temible, capaz de dejar un buen legado material a su familia. Es, en definitiva, la realización simbólica de fantasías de macho alfa, volcada con un espíritu cínico, que expone la manera en la que ese sustrato es capaz de atraparnos en forma independiente de la corrección moral de Superman. Respondiendo a la sensibilidad feminista, la serie excluía la cuestión de la competencia sexual, y esta película es aun más radical, en el sentido de que no tiene un solo personaje femenino relevante para la anécdota (el flashback referido a Jane está jerarquizado –es el último–, pero es del tipo conceptual). Aquí ese proceso se aplica a Jesse, adaptado a su personalidad, que no es nada dominante, pero tampoco le gusta que le pasen por arriba. Las circunstancias en que está metido lo llevan a una serie de enfrentamientos, y Gilligan se las arregla para que el último de ellos, el showdown, sea nada menos que un duelo de pistolas “como en el Oeste salvaje”, y que, para acentuar la catarsis, culmina con una explosión catastrófica. Nada mal para una fiestita de reencuentro.

El camino: A Breaking Bad Movie. Dirigida por Vince Gilligan. Con Aaron Paul, Jesse Plemons, Scott McArthur. Estados Unidos, 2019. En Netflix.