Luego de recibir codiciados premios e incontables reconocimientos (como el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, el Octavio Paz, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el galardón Alfonso Reyes o el distinguido Max Jacob), mañana a las 7.00 Ida Vitale recibirá el Premio Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). En la ceremonia del premio más importante en castellano, que se transmitirá en directo por Televisión Nacional de Uruguay, Vitale dará el clásico discurso de aceptación, que en más de una oportunidad se ha convertido en plataforma de reivindicación, como fue el caso de Juan Gelman, cuando en 2007 advertía que la memoria histórica era el único camino para construir una conciencia cívica sólida que abriera las puertas al futuro. Otras veces, fueron palabras de reconciliación y agradecimiento, como las que Juan Carlos Onetti le dedicó a España en 1980 (“llegué a España con la convicción de que lo había perdido todo, de que sólo había cosas que dejaba atrás y nada que me pudiera aguardar en el futuro. De hecho, ya no me interesaba mi vida como escritor. Sin embargo, aquí estoy, unos cuantos años después, sobrevivido. Esta sobrevida es lo primero que debo a los españoles”).

Así, la poeta de la generación del 45, la autora de obras en prosa, la traductora, crítica y ensayista que colaboró con emblemáticos medios como el semanario Marcha o la revista Vuelta recibirá este reconocimiento que incluye un premio económico de 125.000 euros, además de participar en la exposición Esas palabras que me cantan, que homenajea su vida y su obra.

Al Cervantes “no lo esperaba para nada, aunque ahora me pregunto por qué no me llegó diez años antes. Estaría mejor. Es abrumadora tanta responsabilidad”, dijo ayer en una conferencia de prensa, respondiendo al fervor de los periodistas españoles. Ya en alusión al discurso, reconoció que en Cervantes hay un humor con el que puede asumir “todos los riesgos”. Cuando le preguntaron por su “carrera literaria”, Vitale respondió que ella no ha sido “corredora de gran velocidad”, sino más bien “muy lenta”: “Imagino que me gustó escribir porque había libros en casa. También es importante leer libros que no se corresponden con tu edad, pues tanto importa entender como no entender: de que ese no entender surge la ansiedad de ir más allá”.

Desde 1991, el Instituto Cervantes de Madrid alberga la Caja de las Letras, una “cápsula del tiempo” en la que los ganadores del premio dejan en custodia objetos personales, entre los que se encuentran manuscritos, primeras ediciones, cartas personales y libros con anotaciones, hasta la máquina de escribir de Nicanor Parra, o la pulsera que el padre de Elena Poniatowska usó en la Segunda Guerra Mundial. Vitale eligió resguardar 91 páginas mecanografiadas y con varias anotaciones de José Bergamín, su gran maestro y profesor (cuando en 1945 se exilió en Montevideo). Durante sus años de formación, Bergamín le acercó a varios autores, como Octavio Paz. Hace un tiempo, Vitale contaba a la diaria que, como había fallecido su esposa, el madrileño se sentía solo en el exilio, y por eso “los que estábamos con él en las clases éramos como sus pichones”.

Ya en su primer libro (La luz de esta memoria, 1949), Vitale traza su personal línea poética, con ese ser que se aventura en la tierra ajena. Hoy, cuando reciba el Cervantes, resonarán los versos de “Mi homenaje”, el poema en el que reconoce “al que plantó cada árbol / sin pensar, para siempre. / O acaso imaginando al desunido / que un día lo convoca, / lo celebra. / A lo que no obstante el mediodía, / se da en glorioso atardecer. / A todo lo que ocurre / sin ser más que eso: algo. / Al conductor del ómnibus, / cumplido, sonriente, / que levanta una tarde / con su simple saludo. / Al pájaro que pía. / A quien en su país desvencijado / ose decir su parecer riesgoso. / Al que en el valle / recuerda que hay montañas / y en una gota de agua, / olvidando la niebla, / tiembla ante la sequía / y el desierto ofrecido. / Al banco cuya húmeda madera / me acoge y me refresca, / mientras el tormentoso verano / no da tregua. / Al hueco que busca / colmarse pese al vértigo / y a la gaita que llama a soledades / desde un acantilado. / Al que se acuerda de mí. / Al que me olvida”.