En 1993, una adolescente es sorprendida por su novio teniendo sexo con una amiga. Todos integran una comunidad evangélica del estado de Montana, y Cameron es enviada a un centro religioso de tratamiento de personas que “padecen” SSA (sigla en inglés para “atracción por el mismo sexo”). Lo grueso de The Miseducation of Cameron Post consiste en describir la terapia y los razonamientos que subyacen a ella.

La textura de la película es muy indie: cámara en mano, planos cercanos que sugieren una intención de intimidad con los personajes. Es una producción de muy bajo presupuesto (900.000 dólares, menos que algunas películas uruguayas), potenciada por la participación de una joven estrella de Hollywood (Chloë Grace Moretz) que probablemente aceptó participar para otorgarse la chance de probarse en una obra más artística, más meritoria, y en la que tenga que enfrentar otro tipo de desafíos actorales. Fue la ganadora del premio principal del festival de Sundance 2018, probablemente un factor decisivo para que, entre la miríada de cine independiente de todo el mundo, la estemos viendo en Uruguay.

Todo es muy naturalista, salvo quizá por la explosión emotiva de Mark (uno de los pacientes), que parece responder más bien a una receta de guion con base teatral (un gran monólogo dramático). La visión del cristianismo bíblico –o quizá del cristianismo en general, o de la religión en general– es severamente crítica. Ya la primera escena muestra a los adolescentes en una clase de instrucción bíblica donde se les dice que los adultos pasan toda la vida penando por los errores que cometieron cuando eran jóvenes, y que “lo que parece ser diversión es en verdad el principal enemigo de ustedes”. El instituto God’s Promise (Promesa de Dios) no llega a ser un centro de tortura; el clima es casi siempre afable, el lugar es bastante lindo, aunque a Cameron le revisan las cosas cuando entra y le quitan un casete de rock porque no se trata de una banda que alabe al Señor, y en forma pasivo-agresiva la directora les hace ver a los chicos que cualquier aspecto de lo que están viviendo y que no les gusta no es sino el precio que están pagando por sus propios errores. La tesis básica del instituto es que “no existe tal cosa como la homosexualidad”, que la SSA es una debilidad frente a las tentaciones pecaminosas, sumada a una “confusión” con respecto a los roles de género. La terapia consiste en condicionar la resistencia contra los pecados y en deshacer las confusiones induciendo a las nenas a hacer cosas de nenas, y a los varones cosas de varones.

Aparte del mérito pedagógico de mostrar en forma honesta pero implacable ese tipo de terapias y esa secta del mundo religioso en serio (a diferencia de esa especie de religión “social” con que las personas de clase media ilustrada tenemos más familiaridad) la película tiene momentos expresivos, sobre todo en la secuencia de montaje en la que se relatan aspectos del pasado de varios de los internos del instituto. Aunque, para mí, lo más llamativo fueron los videos de blessercise (palabra-valija para “ejercicio sacro”), es decir, gimnasia con fundamento bíblico. El grado de ridículo es tan grande que parece un toque de caricatura; sin embargo, son auténticos (no me refiero a que sean una reconstitución fiel, sino a que son los videos reales, posta).

Hay algo fallido en que el elemento más contundente de una película de ficción sea la aparición de un video real. Y de hecho la película, aunque fluye bastante bien, carece de tensión dramática (la escena de Mark parece un implante medio forzado). Cameron en ningún momento llega a dudar de sí misma, siempre muestra una especie de conciencia intuitiva de las posiciones que la película obviamente comparte, y observa los procedimientos de God’s Promise desde un callado escepticismo. Hay un par de muchachas que sí parecen tener el cerebro lavado por la idea de que su homosexualidad es un pecado y que se esfuerzan fanáticamente por “curarse”, pero Cameron también las mira como a bichos raros con los que intenta convivir con la menor fricción posible. Muy pronto ella se junta con Jane y Adam, que son más explícitamente rebeldes que ella, y se refieren a la directora en los siguientes términos: “Es como tener tu propia villana de Disney, sólo que esta te prohíbe masturbarte”, y el pensamiento de tener sexo con ella “sería como... cogerse a la mamá de Carrie”. Cuando finalmente, luego del episodio de Mark, deciden escaparse, resulta que para eso no hace falta más que salir caminando, ya que no hay rejas ni vigilancia fuerte. Es decir, no hay drama ni humor (que era un potencial altísimo, como ilustra el video de gimnasia), tan sólo una ilustración ficcionalizada sobre la realidad que se expone.

En ningún momento los convencidos de la terapia son directamente interpelados, y la frase que Cameron profiere con toda claridad (“¿Cómo se podría pensar que programar a la gente para que se odie a sí misma no sea un abuso emocional?”) se la dice a un asistente social que está investigando el instituto. La historia es muy parecida a la de But I’m a Cheerleader (1999, de Jamie Babbit), pero sin el humor, el erotismo, la acidez, el gozoso sustrato de comedia romántica, sin equipararse en interés estilístico, con un personaje principal más simple, y dos decenios más tarde.

La referencia a Carrie (1976) es irónica, teniendo en cuenta que Chloë Grace Moretz protagonizó la remake (2013) de ese clásico de terror. Dicho sea de paso, teniendo en consideración que hizo de hit-girl (Kick-Ass), de vampira (Let Me In) y de víctima de brujería (Suspiria), esta Cameron medio apática, que se limita a susurrar las frases con una mirada no muy expresiva, no agregó demasiado a sus méritos. De todos modos, sin duda su participación le dio a la película la visibilidad que le permitió llamar la atención en Sundance, con lo que configuró una doble militancia por el cine independiente y por la deconstrucción de prejuicios y supersticiones.

The Miseducation of Cameron Post. Dirigida por Desiree Akhavan. Basada en el libro de Emily M Danforth. Con Chloë Grace Moretz, Jennifer Ehle, Sasha Lane. Estados Unidos, 2017. En Cinemateca.