A pesar de que nuestro hogar termina oficialmente donde empieza la vereda, y más allá de lo que diga la fría letra del digesto municipal, las amas de casa tenemos una responsabilidad sobre lo que pasa frente a las puertas del hogar. ¿De qué sirve tener los Pittosporum más frondosos, las eugenias más floridas, si junto a ellas descansa un desaseado y seguramente alcoholizado indigente? Durante 15 años soportamos con republicano estoicismo que las autoridades permitieran que estos malvivientes nos afearan uno de los lugares más importantes del hogar, como es la puerta principal. Por suerte al final la cordura primó y ahora tenemos la oportunidad de recurrir a las fuerzas policiales para deshacernos de estos permanentes atentados al buen gusto encarnados en personas sin hábitos de trabajo, ni de limpieza, ni de convivencia. Es nuestro deber recurrir las autoridades cada vez que alguien se instala en frente a nuestra casa. Además, no olvidemos que no lo hacemos solamente por el bienestar estético de nuestro hogar, sino también por el de ellos, porque cuando dos looks no combinan, ambos salen desfavorecidos.