Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Varios parlamentarios oficialistas están preocupados por el descenso de la tasa de natalidad en Uruguay y trabajan para proponer proyectos que contribuyan a revertirlo. Es muy bueno que los legisladores se interesen en temas como este, pero hay indicios de que su enfoque puede ser insuficiente e inadecuado. La cuestión es sumamente compleja, y aquí se plantearán más dudas que certezas.

En principio, el centro de la preocupación de estos legisladores está en el impacto del envejecimiento de la población sobre el sistema de seguridad social, cuya perspectiva es que sean cada vez menos quienes aportan y cada vez más quienes reciben. La idea predominante para amortiguar ese impacto es que el Estado contrarreste algunos factores que inciden en las decisiones de no tener hijos o tener pocos.

Esto se apoya en la noción de que una parte significativa del descenso de la natalidad se debe a costos del cuidado de la infancia, no sólo en términos de pagos directos sino también en lo vinculado con la postergación o abandono de proyectos educativos y laborales de las mujeres, sobre quienes recae la mayor parte de esos cuidados.

En esa línea, el Sistema Nacional Integrado de Cuidados tiene camino teórico y práctico recorrido, que sería bueno tener en cuenta, aunque no se puede decir que en lo que va de este gobierno se haya avanzado por ese camino.

De todos modos, los factores que se están considerando no parecen ser los únicos que inciden, y quizá ni siquiera sean los más importantes. Resulta obvia la necesidad de que el Parlamento como tal (y no sólo la bancada oficialista, porque esto requiere políticas de Estado) disponga de un potente asesoramiento científico multidisciplinario para identificar lo que ocurre y lo que sería mejor que ocurriera, evaluar la posible interacción de muchas variables y proponer medidas eficaces hacia los objetivos que se acuerden.

Un par de datos básicos son muy ilustrativos. Gran parte del descenso de la natalidad en Uruguay se debe a las políticas que lograron disminuir la maternidad adolescente, con efectos sociales muy deseables. La proporción de parejas sin hijos es mayor en los niveles de ingresos más altos, donde no da la impresión de que las decisiones vayan a cambiar mucho con las medidas que se manejan.

Lograr que más mujeres puedan llevar adelante sus proyectos personales sería positivo en términos de justicia y en lo referido a la generación de riqueza y progreso, pero no es claro que vaya a aumentar la natalidad. Su tendencia al descenso no es exclusiva de Uruguay, y habría que preguntarse si realmente es posible revertirla.

En lo vinculado con la seguridad social, otro enfoque a considerar implicaría un diseño distinto del sistema, que dependa menos del aporte de las personas que trabajan y más del tributario. Aquí hay, por supuesto, un problema de concepciones ideológicas, porque el pensamiento liberal derechista suele ser muy reacio al aumento de los impuestos, y alega que toda la sociedad se beneficia cuando el Estado no acota el lucro.

El debate necesario es largo, requiere un pensamiento sin prejuicios y recién comienza.

Hasta mañana.