Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La entrevista que publicamos hoy con el alcalde del Municipio D y una vecina del barrio Marconi transmite vivencias en materia de seguridad, convivencia y búsqueda de salidas. Es una parte de los elementos indispensables para organizar políticas públicas, pero no siempre se tiene en cuenta.

Las preocupaciones de la población en esta materia tienen dos componentes muy distintos. Por un lado están las percepciones basadas en experiencia directa o cercana; por otro, las opiniones sobre la situación general del país. Mucha gente no ha sido víctima de delitos ni ve problemas graves en su barrio, pero piensa que el panorama colectivo es mucho más grave que el suyo. También sucede lo inverso, y hay una amplia gama de otras combinaciones. Esto es perfectamente legítimo y muy necesario.

Si sólo fuera válido opinar por la experiencia individual, habría que menospreciar la sustancia misma de la participación democrática. Esta no consiste apenas en elegir las propuestas que se consideran más adecuadas para los problemas propios, sino también, y con mayor importancia, en que cada persona evalúe y decida qué piensa que le conviene más a toda la sociedad.

Sin embargo, las diferencias entre ambos tipos de juicio deben ser tenidas muy en cuenta. Para empezar, porque las opiniones sobre la situación general están mediatizadas por información que puede variar mucho en términos de calidad y de sesgo. No se trata de contraponer una presunta “realidad” y una presunta “sensación térmica”, pero el problema existe.

Los políticos tienden a formular sus propuestas en función de las percepciones globales. Escuchan más o menos reclamos a partir de experiencias directas, pero a la hora de plantear en pocas palabras lo que prometen, buscan sintonía con la mayor cantidad posible de personas. Evitar la simplificación es poco aconsejable cuando se aplican criterios publicitarios.

Es obvio que la definición de planes y medidas para mejorar la seguridad y la convivencia no debería guiarse por ese tipo de criterios. Por lo general, las personas al frente de los ministerios se dedican a la política, y va de suyo que les interesa mucho lograr altos índices de aprobación, tanto para el gobierno que integran como a nivel personal, pero si priorizan lo que le pueda parecer correcto a la mayoría, corren graves riesgos de no responder en forma adecuada a las necesidades reales en cada lugar.

Este tipo de problema no es exclusivo del gobierno actual. También fue señalado, sin ir más lejos, en relación con los “megaoperativos” policiales en algunos barrios cuando Eduardo Bonomi era ministro del Interior. Ahora, quienes viven en Casavalle-Marconi y están comprometidos con la búsqueda de soluciones eficaces señalan, por ejemplo, que no basta con el lineamiento general de aumentar la presencia de policías, sino que esa presencia debe darse de tal modo que no agrave problemas. Proponen determinados criterios para la realidad que conocen, y probablemente sean otros los más pertinentes en cada barrio. Tenerlos en cuenta es más complejo que aplicar en todas partes las mismas consignas, pero no hay otra forma de acercarse a los resultados globales que todos deseamos.

Hasta el lunes.