Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Es necesario volver a considerar aquí el tema de la covid-19, debido a la circulación comprobada en Uruguay de la variante ómicron del virus que causa la enfermedad y el aumento acelerado del número de casos en los últimos días. La situación actual no justifica nada parecido al pánico, pero nos recuerda que la pandemia no ha terminado y que las precauciones básicas tantas veces recomendadas siguen vigentes.

La información disponible sobre la variante ómicron indica que su tiempo de incubación es más breve y que se propaga, por lo tanto, con mayor velocidad, aunque el rápido incremento de los casos activos que ha causado en muchos países se acompaña de una proporción menor de los graves, sobre todo en las personas vacunadas.

Si nos fijamos solamente en la serie uruguaya de cantidad de nuevos diagnósticos diarios, tendremos la alarmante percepción de que el alza en curso nos ubica en un nivel un poco más alto que el de las mismas fechas de 2020, cuando comenzó la escalada que condujo, de marzo a mayo de este año, a una pesadilla de contagios, internaciones y muertes. Pero hay que mirar también las series de hospitalizaciones y de fallecimientos, para ver que esos indicadores son considerablemente mejores que hace un año.

Los casos graves son, como sabemos, los que pueden comprometer la capacidad de respuesta de un sistema sanitario, si determinan una alta ocupación de las unidades de cuidados intensivos. En suma, las características conocidas de esta variante y la proporción relativamente alta de personas vacunadas en Uruguay son factores positivos, pero también hay riesgos.

El porcentaje de la población que ha recibido dos dosis de la vacuna contra la covid-19 es más de 75%, pero el de personas con la tercera dosis está muy por debajo, sin llegar aún a 43%. Es difícil imaginar por qué alguien que ya se vacunó dos veces no lo ha hecho tres, pero el dato es ese y la diferencia es sustancial.

Quizá el fenómeno tenga que ver con el brusco y sostenido descenso de los casos desde junio de este año, que fue acompañado por una amplia reanudación de actividades e instaló la percepción de que ya estábamos del otro lado. Además, han pasado más de 21 meses desde que se declaró la emergencia sanitaria, y es muy improbable que los seres humanos se mantengan en alerta durante un período tan prolongado. Muchísimas personas han acumulado una “fatiga de guerra” que las convence de que los riesgos se desvanecieron o son ya muy escasos, llevándolas a disminuir las precauciones y aumentar sus contactos. Esto ha sucedido incluso en países donde la situación epidemiológica no mejoró como en Uruguay.

Es posible que mucha gente haya olvidado ya que el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) no se disolvió en junio sólo por el avance de la vacunación y el descenso de los casos, sino también porque Presidencia había desatendido, unos meses antes, su recomendación de contribuir al blindaje con una disminución transitoria pero drástica de la movilidad.

Ya no hay GACH, y el Poder Ejecutivo decidió hace meses facilitar el desarrollo de la temporada turística. Esto aumenta los riesgos; reducirlos está en nuestras manos.

Hasta el lunes.