Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Estimaciones y algunos estudios ya indicaban lo que confirma el informe “Análisis del impacto de la pandemia en el mercado laboral, la desigualdad y la pobreza según género”, de la economista Soledad Salvador. El impacto en Uruguay de la crisis asociada con la emergencia sanitaria es considerablemente más duro para las mujeres.

El trabajo de Salvador, realizado a partir de datos de la Encuesta Continua de Hogares 2020 y publicado este mes por ONU Mujeres, señala varios aspectos de ese impacto diferenciado, que era previsible porque las crisis extendidas afectan más a quienes ya eran más vulnerables.

La pérdida del empleo se produjo en una proporción mayor para las mujeres que para los varones, y en los períodos de recuperación volvió a ascender más lentamente. El porcentaje de mujeres que busca empleo y no lo consigue es mayor que el de varones en la misma situación, con el agravante de que el de ellos se mantiene bastante estable y el de ellas sigue creciendo.

El pasaje a niveles de ingreso por debajo de la línea de pobreza también fue mayor para las mujeres, y lo mismo ocurre con el pasaje a la indigencia.

Todo lo antedicho, que ya es grave, se hace aún peor al considerar que, dentro del total de las mujeres, también llevan la peor parte las que ya eran más vulnerables. Entre ellas, por supuesto, las más pobres, que tienen menos posibilidades de sostener en forma simultánea el trabajo remunerado (o su difícil búsqueda) y el de cuidados en el hogar, que se incrementó en términos absolutos y también en términos de desigualdad de género (que ya era mayor en el caso de las más pobres).

Además, por razones vinculadas con las características de la mayoría de hogares a cargo de mujeres, el aumento de la pobreza femenina se asocia con el aumento de la pobreza infantil.

Esto ratifica lo que señaló el mes pasado el Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia del Uruguay, al informar que durante 2020 cayeron bajo la línea de pobreza los hogares de más de 35.300 niñas, niños y adolescentes.

Todas estas tendencias se registran asimismo en escala internacional. La pandemia potencia claramente las desigualdades previas y revierte avances sociales previos. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) y la Organización Internacional del Trabajo presentaron ayer un informe que indica un aumento del trabajo infantil en el mundo, por primera vez en dos décadas, y destacaron que esta situación tiende a agravarse por lo menos hasta fines de 2022.

También en este caso es preciso mantener visible que las niñas desempeñan con mayor frecuencia tareas en el hogar que ni siquiera son vistas (o remuneradas) como trabajo.

Las tendencias son mundiales. Lo que varía mucho es la capacidad y la voluntad de los Estados para contrarrestarlas. Al igual que ocurre con los contagios de covid-19, no se trata de una fatalidad universal, sino de problemas que se pueden afrontar de distintas maneras. Se trata de decisiones políticas, y discutirlas es totalmente legítimo. Lo peor de esta crisis sería un aumento de la resignación a que más vale ser rico y sano que pobre y enferma. Así, con género.

Hasta el lunes.