Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Si miramos más allá de las cuestiones locales, podemos ver que el mundo cambia de maneras que parecían impensables hace algunos años, y conviene preguntarnos si Uruguay se prepara como corresponde para lo que vendrá.

Hace unos días, por ejemplo, publicamos en el suplemento Economía una nota sobre las zonas francas uruguayas, que desempeñan un papel de gran importancia en nuestra actividad económica. Allí se señaló la posibilidad de que la base de sustentación de esas zonas francas se vea sacudida si se establece un impuesto mundial a la actividad de las empresas multinacionales, y cabe informar que ayer 130 países, entre ellos Estados Unidos y China, acordaron llevar adelante esa propuesta, auspiciada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y anunciaron su intención de que comience a aplicarse en 2023. Tomemos nota.

Veamos otro ejemplo. Medio centenar de personas fundaron hace un siglo el Partido Comunista Chino (PCCh), que ayer festejó su aniversario con más de 95 millones de afiliados, al mando de un país con más de 1.400 millones de habitantes, cuyo poder crece aceleradamente y disputa la hegemonía mundial.

En un tiempo no muy lejano, mucha gente pensaba aquí que todas “las cosas chinas” eran de muy mala calidad. No tenía la culpa China, claro está, de que los importadores uruguayos prefirieran traer lo más barato (sin ir más lejos, prendas muy ordinarias de un país donde se inventaron hace siglos los tejidos de seda). Hoy nos vende productos de alta tecnología y es el mayor socio comercial de Uruguay, pero no pensamos lo suficiente en lo que significa su avance, quizá porque eso implica tener en cuenta datos muy difíciles de asimilar.

Ni el actual gobierno ni los anteriores han mostrado interés en decir si China les parece una democracia o una dictadura. Ese tipo de discusiones sólo se da sobre países mucho menos temibles. De todos modos, para partes de la izquierda y de la derecha es muy incómodo que un partido comunista (que fue además, no hace tanto, referencia para sectores izquierdistas muy radicales) lidere con éxito semejante desarrollo capitalista.

A otras partes de la izquierda y de la derecha les resulta no menos incómodo que el PCCh haga esto sin ser nada semejante a lo que en este lado del mundo se considera un partido socialista democrático, o que el proceso chino ponga en tela de juicio el presunto vínculo indispensable entre libertad individual y crecimiento económico.

Es tan fácil como erróneo suponer que los problemas dejan de existir diciendo que “en realidad no son comunistas”. Mucho más arduo y útil sería un esfuerzo por entender qué ha surgido de la combinación entre las ideas del muy europeo Karl Marx (tamizadas por el proceso comunista en una mezcla de Europa con Asia como la Unión Soviética) y la milenaria cultura china, que concibe las contradicciones de una forma bastante ajena a la lógica de Aristóteles.

Tratar de entender a China no sería, por cierto, una tarea de interés puramente teórico. El futuro tendrá mucho que ver con lo que logre ese gigante, y el PCCh anunció ayer su decisión de pasar a una nueva etapa. Tomemos nota.

Hasta el lunes.