Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Hay conversaciones para establecer una alianza entre los sectores del Partido Nacional (PN) que se identifican como wilsonistas y el del senador Juan Sartori. A primera vista, la idea puede sorprender, porque Sartori irrumpió en la política con un perfil que no se adecua a la representación del nacionalismo, en las últimas décadas, como una colectividad en la que se es herrerista o wilsonista, y tuvo muy mala relación con Jorge Larrañaga. Con un poco más de perspectiva histórica, no parece algo tan extraño.

Luis Alberto de Herrera fue la principal figura del PN durante décadas y ganó sólo una vez las elecciones nacionales, en 1958. Falleció pocos meses después y su sector entró en un proceso de declive y fragmentación, que iba a durar un cuarto de siglo.

El movimiento Por la Patria, formado por Wilson Ferreira Aldunate poco antes de las elecciones de 1971, unió a dirigentes de distintas procedencias, varios de ellos herreristas. Tomó el perfil de su líder, progresista dentro del PN y duro opositor de los gobiernos de Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry.

Sin embargo, Ferreira apoyó, poco antes del golpe de Estado, proyectos oficialistas que aumentaron el protagonismo militar en la represión, no sólo de la guerrilla tupamara sino también de la izquierda legal, las organizaciones sociales y, finalmente, todo lo que no se subordinara al proyecto regresivo y autoritario de la dictadura cívico-militar, incluyendo al propio líder de Por la Patria.

Desde el exilio, Ferreira mantuvo un firme perfil contra la dictadura, y esto consolidó su imagen progresista. Esta se vio erosionada luego, durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti, cuando Ferreira tuvo un importante papel en la negociación, aprobación y defensa de la Ley de Caducidad, y no contrapesó esto con gestos que le ganaran simpatías centroizquierdistas. Murió en 1988 y le tocó al wilsonismo debilitarse y dividirse, mientras el herrerismo se reunificaba y fortalecía, sumando figuras de otras vertientes, con la conducción de Luis Alberto Lacalle y virando hacia el neoliberalismo.

Larrañaga fue el único dirigente del PN que logró vencer al lacallismo, en las internas de 2004, al frente de una alianza heterogénea. Antes y después, Lacalle dominó el partido, que desde 2014 es conducido por su hijo Luis Lacalle Pou, con apoyos que van más allá del herrerismo tradicional.

Se volvió habitual asumir que el resto del PN era mayoritariamente wilsonista y progresista, aunque esta descripción, notoriamente, no les correspondiera a varios dirigentes. Luego Sartori, con grandes recursos económicos y un estilo de campaña ajeno a las tradiciones del partido y del país, logró el segundo lugar en las internas nacionalistas de 2019.

No está claro si el predominio de Lacalle Pou podrá perpetuarse con otro precandidato a la presidencia en 2024, en el PN reverdecen las esperanzas de la minoría, y una vez más se busca una confluencia amplia y diversa. Si se produce, es probable que su orientación, como en ocasiones anteriores, tenga más que ver con las opciones del líder que con la procedencia de sus seguidores. Lo que está por verse es que Sartori acepte ser seguidor.

Hasta mañana.