Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Luiz Inácio Lula da Silva derrotó ayer a Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y volverá a gobernar Brasil después de una peripecia épica. En 2017, varias condenas judiciales le impidieron competir contra Bolsonaro cuando todas las encuestas indicaban que iba camino a vencerlo. Fue encarcelado durante 580 días y finalmente la Justicia determinó la anulación de todos los fallos contra él, luego de que quedara en evidencia que el juez Sérgio Moro había violado normas básicas procesales y éticas, al dirigir en forma encubierta el equipo de fiscales que actuó en los juicios a Lula.

Estaba claro que era él quien tenía la mejor chance de derrotar a Bolsonaro, y a los 76 años anunció formalmente que se postularía una vez más a la presidencia. Ahora, tras cumplir 77 el jueves, es la primera persona en la historia de Brasil elegida tres veces para ese cargo. El logro es enorme, pero también lo son los desafíos que debe afrontar.

Los resultados de la primera vuelta del 2 de este mes, en la que Lula logró 48,43% de los votos y Bolsonaro 43,20%, indicaron que sería muy difícil para el segundo pasar al frente, pero tuvo un desempeño mucho mejor que el esperable. En la disputa por el apoyo de quienes no habían votado a ninguno de los dos, sino que se habían inclinado mayoritariamente por partidos centristas, Lula convenció a unos tres millones de personas y Bolsonaro a más de siete millones.

En sus dos presidencias anteriores, Lula logró combinar crecimiento económico, cuentas públicas saneadas y políticas sociales muy potentes, que entre otras cosas sacaron a unos 40 millones de personas de la pobreza. Pero persistió una enorme desigualdad y no hubo reformas estructurales en áreas clave como las del muy fragmentado y corrupto sistema partidario, el Poder Judicial o los medios de comunicación. Todo esto contribuyó en gran medida a que fueran posibles las operaciones contra él y la presidenta Dilma Rousseff que abrieron paso a la victoria de Bolsonaro.

Parece poco probable que Lula pueda llevar adelante alguna de esas reformas estructurales en su tercer mandato. Volverá al gobierno con un Partido de los Trabajadores debilitado, aliados dignos de desconfianza y Bolsonaro (que en horas de la noche no había reconocido su derrota) al frente de una oposición despiadada, con fuerte peso parlamentario y comprobada vocación por la mentira y la violencia.

El contexto internacional está lleno de peligros y Brasil ha sufrido, además de grandes retrocesos socioeconómicos, un grave deterioro de la convivencia democrática.

Bastó con ver el último debate entre ambos candidatos, en la noche del viernes, para confirmar que cada uno de ellos desarrolló su propio discurso en un escenario sin datos o criterios aceptados por ambas partes. Harán falta esfuerzos gigantescos para superar miserias y odios, restablecer principios de respeto y reencauzar la vida económica, política y cultural.

Nadie estaba en mejores condiciones que Lula para encabezar esos esfuerzos, pero la tarea no es viable desde la soledad del poder. Le corresponde al pueblo brasileño, y de su éxito dependerá gran parte del futuro regional.

Hasta mañana.