Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Por casualidad o no, la discusión pública sobre las movilizaciones del 8 de Marzo suele destacar incidentes bastante alejados de las reivindicaciones planteadas y de los hechos que las motivan. Ya pasó con la pintura arrojada sobre la fachada de la Iglesia del Cordón, con la oposición de un grupo de mujeres a ser filmadas para la televisión y con algunos carteles contra la vicepresidenta Beatriz Argimón.

Este año pasa con la convocatoria del PIT-CNT a un paro general, cuya plataforma agrega el apoyo al Sí en el referéndum de este mes. El asunto merece algunos párrafos, aunque hoy sea mucho más relevante el contenido de nuestro suplemento 8M.

La declaración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer tiene una historia intrincada, pero no cabe duda de que en la elección de esa fecha incidieron antecedentes relacionados en buena parte con el sindicalismo. Por eso el PIT-CNT lo sigue reivindicando como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

También es innegable que en los últimos años la conmemoración, en Uruguay como en muchos otros países, ha dejado de estar centrada en lo sindical, que ha ido también mucho más allá de lo planteado desde las Naciones Unidas, y que esto trajo consigo aumentos notorios del impacto en las conciencias y de la participación en las movilizaciones.

La convivencia de significados diversos resulta difícil y revive viejas discusiones sobre la existencia de una “contradicción principal” en la trama social, donde cada persona tiene características en común con más de un grupo, y queda involucrada en conflictos muy distintos, unas veces como dominante y otras como dominada. La identidad es una encrucijada de vínculos.

Sin llegar a esas profundidades, parece claro que hay un común denominador. Cada forma de opresión potencia a las demás, y también es posible que las luchas emancipadoras se articulen y se potencien entre sí. Los ejemplos abundan, pese a las complicaciones.

En los últimos años hubo tensiones porque desde posiciones feministas se impulsó la iniciativa del paro internacional de mujeres, y se reclamó sin éxito que el PIT-CNT la hiciera suya. Este año se agregó la cuestión del paro general con referencia al referéndum, cuestionada desde posiciones muy diversas.

Se denuncia un intento de apropiación de la fecha por parte de la central sindical, y se alega que vincular el 8M con la campaña del Sí introduce un factor indeseable de división, o directamente excluye a las mujeres que no apoyan esa opción. Con tal fundamento, varias dirigentes de partidos oficialistas hicieron pública su decisión de no participar este año en las movilizaciones.

Sería óptimo que todas las causas progresistas avanzaran en forma armoniosa, cuidando de no causarse ningún perjuicio, pero dos cosas son indudables. Por un lado, las movilizaciones feministas del 8M no le pertenecen al PIT-CNT, que ni siquiera desempeña un papel preponderante en su organización. Por otro, la cuestión del referéndum atraviesa la sociedad, y sin duda estaría presente hoy en las calles aunque la central sindical no hubiera convocado al paro. A falta del óptimo, es deseable que lo coyuntural no prevalezca sobre las luchas a largo plazo.

Hasta mañana.