Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El referéndum sobre 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC) deja certezas, dudas y desafíos. El resultado primario fue extremadamente parejo, con unos 22.000 votos de ventaja para la papeleta del No, a la que se suman unos 28.000 votos en blanco. Las voluntades que mantienen vigentes los artículos impugnados son más que las que los habrían dejado sin efecto. Esto se refiere a los resultados numéricos; los resultados políticos son otra cuestión.

Hay ganadores y perdedores, y no se trata de adjudicar premios consuelo ni de proclamar “campeones morales”, pero la paridad tiene por sí misma significados muy relevantes.

Cuando se aprobó la LUC hacía menos de cuatro meses de la declaración de emergencia sanitaria, y su manejo había fortalecido mucho al presidente Luis Lacalle Pou. La oposición social y política tenía importantes dificultades para ubicarse en el nuevo escenario, no sólo en relación con la pandemia, sino también porque esta había desbaratado las previsiones de una fuerte movilización contra los proyectos oficialistas.

Tal situación estimulaba, entre los partidarios de la coalición de gobierno, proyecciones muy optimistas sobre una crisis de la oposición, que disipara hasta la memoria de los resultados sumamente parejos del balotaje y la llevara barranca abajo, cada vez más lejos del nivel de la primera vuelta.

La primera señal de que esto no sucedía fueron las postergadas elecciones departamentales; la segunda, con un impacto anímico mucho más contundente, fue la recolección de casi 800.000 firmas por el referéndum, en condiciones muy adversas; la tercera se produjo ayer. Las fuerzas opositoras se mantienen en el nivel de la segunda vuelta de 2019, casi dos años y medio después. Las oficialistas conservan un predominio válido pero escaso.

Continuará la lucha por imponer un relato sobre los hechos. Desde el oficialismo se dirá que el gobierno nacional sigue siendo respaldado por la mayoría y que, una vez retirado el “palo en la rueda” que frenó sus iniciativas, es hora de seguir adelante para cumplir con el mandato popular de cambio. Desde las fuerzas sociales y políticas que impulsaron el Sí se resaltará la paridad de fuerzas y se insistirá en que es insensato tratar de llevarse por delante a medio país.

Esa pugna discursiva es legítima, pero como única orientación para hacer política resultaría penosa. En la agenda del oficialismo no quedan muchos puntos de consenso y parece difícil que alguno de ellos determine un cambio importante de la relación de fuerzas, que en todo caso podría producirse si los indicadores sociales y económicos mejoraran muy por encima de lo previsible hoy.

El gran tema próximo en la agenda es el proyecto de reforma del sistema de seguridad social y es muy poco probable que cause una oleada de simpatía hacia la coalición de gobierno.

Así las cosas, la gran pregunta es si las relaciones entre los partidos seguirán por el mismo trillo o apostarán más a la construcción de acuerdos. Sería una gran ingenuidad pedir armonía entre intereses contrapuestos, pero el país y su gente se merecen algo mejor que mayorías muy ajustadas, guerra sin cuartel e ilusiones de exterminio.

Hasta mañana.