Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Durante la emergencia sanitaria, cuando desde la oposición política y organizaciones sociales se reclamó un mayor apoyo a las personas que no podían ganarse la vida debido a las restricciones de la movilidad social, el oficialismo se negó con argumentos centrados en el riesgo de que le resultara inviable sostener el desembolso. Sin embargo, es probable que también haya incidido un enfoque ideológico.

Esta sospecha se vio reforzada cuando Presidencia tampoco aceptó la recomendación de un subsidio muy acotado en el tiempo, planteada por el Grupo Asesor Científico Honorario para disminuir en forma sustancial esa movilidad al inicio de la vacunación contra la covid-19.

El asunto es que estas propuestas tenían, aunque fuera sólo por un período y en circunstancias extraordinarias, una importante semejanza conceptual con la idea de una “renta básica universal”, fuertemente resistida por sectores derechistas que ven en ella un tóxico muy peligroso para el capitalismo.

Los detractores de esta iniciativa sostienen, entre otras cosas, que si la percepción de los ingresos necesarios para una vida digna fuera reconocida como un derecho humano, y el Estado asumiera la obligación de proporcionarlos sin contrapartidas, se debilitaría la motivación individual básica para el funcionamiento de la economía y las consecuencias sociales serían catastróficas.

Es el mismo tipo de argumentos que se emplean, en esta línea de pensamiento, contra políticas sociales a las que se señala como creadoras de dependencia permanente, consideradas como herramientas de un clientelismo populista que tiende a asfixiar la iniciativa privada.

De todos modos, es un hecho que los cambios tecnológicos contemporáneos tienden a disociar, en gran medida y de modo creciente, la generación de riqueza y el trabajo asalariado tradicional. También es innegable que resulta cada vez más verosímil la posibilidad de que la tributación a las grandes ganancias permita, en perspectiva histórica, una disociación entre el trabajo y el ingreso.

Esto no significa necesariamente que la gente deje de trabajar, pero les causa un profundo espanto a quienes piensan que muy pocas personas trabajarían sólo por deseos de realización personal y de aporte a la sociedad.

En el contexto de la seguridad social, el equivalente de la renta básica universal es el llamado “pilar cero” de las prestaciones, constituido por aquellas que no tienen como requisito la existencia registrada de una contribución previa. En la actualidad, una forma típica de este tipo de transferencia son las pensiones a la vejez, que se otorgan cuando alguien no ha configurado una causal jubilatoria ni cuenta con recursos para la supervivencia.

Una de las recomendaciones de la Comisión de Expertos en Seguridad Social, que tuvo mayoría oficialista, fue fortalecer este tipo de prestaciones y aumentar su alcance, pero el anteproyecto presentado por Presidencia sólo contiene disposiciones que no mejoran las actuales pensiones a la vejez. Gustavo Viñales aborda el tema y propone avanzar mucho más en este terreno, hacia un Seguro Económico Universal en la Vejez. Ojalá que esto sirva para profundizar los debates.

Hasta mañana.