Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Ayer se eligió para dirigir la Organización Panamericana de la Salud (OPS) al brasileño Jardas Barbosa da Silva. Entre las demás candidaturas presentadas estuvo la del ministro de Salud Pública de Uruguay, Daniel Salinas, quien recibió en la primera ronda sólo cuatro votos en 37 y ninguno en la segunda.

En la elección incidieron sin duda muchos factores, algunos de ellos totalmente ajenos a las cuestiones sanitarias, pero es indudable que la magra cosecha de Salinas tuvo bastante que ver con el decreto del presidente Luis Lacalle Pou que modificó las normas sobre presentación comercial de cigarrillos, rechazado por todos los especialistas en tabaquismo que se han expresado dentro y fuera de Uruguay.

Fue la primera vez que un Estado revirtió medidas adoptadas sobre la base del Convenio Marco para el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud, y varios expertos han sostenido incluso que viola lo establecido en ese acuerdo (que Uruguay ratificó en 2004), sobre todo después de que Lacalle Pou admitió que la medida había sido solicitada por la tabacalera Montepaz. Salinas había ganado puntos por su actuación en la emergencia sanitaria, pero esto lo hundió.

El ministro integra Cabildo Abierto (CA), y Guido Manini Ríos ya había considerado inoportuna la decisión de Lacalle Pou, alegando que “pudo haber esperado perfectamente un mes más” para no afectar la candidatura de Salinas. El mismo cuestionamiento fue planteado ayer por el diputado cabildante Sebastián Cal, quien consideró necesario aclarar que no le atribuía “mala leche” al presidente.

Esta línea de argumentación intenta claramente negar que el decreto haya afectado los esfuerzos previos contra el tabaquismo, cuestionando sólo su oportunidad por una cuestión de apariencias. Dio un paso más Guillermo Domenech, senador y presidente de CA, al sostener que Salinas “trató de ser leal con Presidencia y se inmoló como candidato a la dirección de la OPS”.

El ministro no estaba en Uruguay cuando se dictó el decreto, que lleva la firma del subsecretario José Luis Satdjian junto con la de Lacalle Pou (lo cual, dicho sea de paso, reafirmó que estaba en juego una política sanitaria). Si Salinas hubiera expresado discrepancias con lo que firmó su subordinado, quizá de todos modos no lo habrían elegido como director de la OPS, pero habría ganado prestigio y –lo que es mucho más importante– le habría hecho un gran servicio a la sociedad uruguaya.

En cambio, decidió no sólo aceptar el decreto como un hecho consumado, sino también defenderlo, alegando que los cigarrillos de contrabando no son sometidos a un “control de calidad” como el de los producidos legalmente en Uruguay. Es un pésimo argumento porque da a entender que estos últimos son mejores, y en lo referido a la lucha contra el tabaquismo es central insistir en que cualquier cigarrillo hace mucho daño.

Si Salinas quiso serle “leal a Presidencia”, o más bien al presidente, resulta muy difícil lamentar las consecuencias. Alguien que pone consideraciones políticas por encima de la defensa de la salud pública no debe ocupar la dirección de la OPS, y quizá ni siquiera su actual cargo.

Hasta mañana.